Siempre hay tiempo para redimirse uno mismo de sus “pecados” por haber tonteado durante años –años- con la ambigüedad (cuando no algo peor) y la tibieza: el dogmatismo nos petrifica con una carcasa de acero ante el dolor ajeno y siempre creyendo uno tener la razón en todo. Un mundo cerrado, un mundo sistemático y que da sentido a todo: mezcla de marxismo revenido y nacionalismo folklórico en enormes dosis. Que se lo digan a los hermanos Castro en Cuba: enfermitos desde hace tantos años de tamaña congestión de cerriles discursos retóricos que transforman lo blanco en negro y viceversa. Poco importa un pueblo subyugado soportando más de 40 años de dictadura.
Hace ahora diez años que quien suscribe creyó en aquella mentira tanto moral como en la praxis. ETA declaraba, pocos días después de un pacto para nacionalistas y por nacionalistas creado, una “tregua total, unilateral e indefinida”. La recaraba, vamos.
Recuerdo aquella noche haber visto en una televisión de por estos pagos la interrupción de la película «Alguien voló sobre el nido del cuco«, para pasar a la lectura de la noticia de agencia en que La Casa Blanca emitía un comunicado del gabinete de Bill Clinton entonces, a favor de procesos similares al irlandés y a los que el Presi no haría ascos.
El día siguiente: un día radiante, como el de hoy. Un día claro y soleado que avecinaba un bonito otoño. Yo charlaba entonces con mi profesor de autoescuela (yo, siguiendo mi filosofía de al revés que todo el mundo, primero entré por el trágala de la vivienda y por último: con el coche maldito).
Él, recuerdo, no se creía la “tregua”. Yo, respondía dando visos de curación: “bueno, yo sí me la creo porque si no es así, mucha gente de ese mundo va a ver tanta comparación con Irlanda del Norte como una pamema y se van a mosquear con ETA y mucho…”.
Hubo gente “mosqueada” que creó, incluso (el gran miedo de la izquierda abertzale –términos antitéticos- en los años ochenta) un partido propio.
Hubo de todo: los que tras varios años tonteando con dicha religión política como reacción, en mi caso al menos, al terrorismo de Estado creado por prebostes sociatas que no hicieron si no dar la razón a las tesis de la ETA de entonces: “esto es una guerra, de media o baja intensidad, pero guerra, enfrentamiento bilateral al fin y a la postre”. Pero reaccioné, de nuevo hace ya mucho más de diez años, no siendo ni socialista ni nacionalista. Demasiado Nietzsche corría por mis venas ya desde mucho antes…
Pero en plenos ochenta, las calles se llenaban con intervenciones policiales desmedidas y unos GAL más siniestros que nunca: era otra cosa. Los ochenta: tiempos grises . así como éstos en los setenta abundaron con pañuelos rojos y disparando a tutiplén en plazas de toros.
Hace una década que terminó mi proceso de curación: lo celebro.
Me gustaría que conocidos y demás hicieran lo mismo.
Dejar atrás la “ficción ETA”.
P.S.: Pido disculpas por no haber escrito antes: hay razones para ello. Amigo Marco, cuánto me he acordado de ti…el pasado día 12 de agosto murió mi padre teniendo que volverme desde muy lejos y una película me ha rondado la mente porque siempre me recordará a su nervio y fuerza de voluntad: es el Paul Newman de «La leyenda del indomable«, donde al echar la brea convence a todos los convictos a trabajar más rápido y acabar antes, alucinando así a sus captores. Esos gritos de «¡Eah», ¡venga!, ¡así, otra más, eah!», gritos de ánimo que mi padre soltaba en sus innumerables y larguísimas caminatas a quien le acompañara por este sendero que es la vida.