Foral política.

Deshojando la margarita: hasta el final. Una Ley D‘Hont anacrónica a ojos vista –de cualquier ser que se digne en llamarse racional- hace que nuestros queridos servidores públicos profesionales, hayan estado actuando en el escenario de un bochornoso espectáculo. No se preocupen: es su labor. Hacernos reír. No hay más. Ni acuerdos programáticos, ni transversalidad interna dentro de una coalición (genial chorrada de uno de los actores participantes), ni gobiernos que cambian todo, ni gobiernos de concentración (¿nacional tal vez?)…nada. Nada cambia.

La margarita sigue quedándose desnuda de pétalos con más que esperpénticos y garrulos espectáculos: fuga a toda velocidad rumbo a Jaca para llegar al ansiado acuerdo de “tocar poder”. Yo toco por aquí, tú por allá. De regreso, uno de los participantes es inmortalizado en una fotografía hablando por el móvil –seguramente con Ferraz– en una gasolinera: ¿no quedamos en que estaba prohibido? No importa, no se preocupen: los cargos públicos y los profesionales de la política se ven eximidos. Pobres, bastante tienen todos –todos- con innumerables e inacabables noches de incertidumbre. De angustia. Insomnes ellos: entendámoslos. El poder gasta: llegar a él, más. Y la risa floja aflora mientras escribo. I’m Sorry.

Pero a la margarita sólo le va quedando ya un pétalo: ¿qué será, será? El ridículo que nuestros cargos electos –todos- han ejercitado con denuedo, sólo ha conseguido que el común de los ciudadanos sienta la peor de las vergüenzas: la ajena.

¿Se imaginan a un ilustrado guiri –que los hay- que hubiese tenido el paciente interés por leer la prensa de por estos pagos en las últimas fechas?: “¿Por qué unos tíos tan cachondos con sus fiestas y tal, se empeñan en ser iguales en algo tan serio y frío, gélido, como la política?”, diría seguramente.

Definitivamente los payasos de la tele se quedan sin trabajo, mientras el último pétalo está a punto de caer.

¿Qué será, será?

Imagen: la margarita, probablemente recién acabadas las últimas elecciones forales y municipales, todavía hermosa, ella.

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Debates frustrantes.

No aprendo: a apagar la caja tonta se ve que no aprendo. Lo intento cada vez que mi –en terminología freudiana- Consciente, Pre-Consciente e incluso el sistema Inconsciente me avisa, alarmado, de lo insano de seguir viendo el aparato en cuestión.

Pero no es siempre: no soy un férreo tipo anti-televisivo. Aunque reconozco que cada vez los respeto más, creo que el electrodoméstico en cuestión hay que saber manejarlo. Por ello no dejo de reprocharme (y mi cerebro se encarga de ello) el hecho de no saber apagar el dichoso artefacto cada vez que hay un debate. ¿Qué me lleva a ello? ¿Masoquismo? ¿Ganas de perder tiempo o de dedicarme al noble arte de la ociosidad, que diría Bertrand Russell?

Bien es cierto que comienzo a dar visos de “curación”: ya no acabo ninguno de los debates que comienzo…me puede la sensación de hartazgo. Ver a una serie de supuestos seres racionales, de seres que en no pocas ocasiones lucen un bagaje intelectual no baladí, enmarañándose en trifulcas dialécticas (a las irracionales tortas no llegan verbigracia a menesterosas –sobre todo- moderadoras), me produce un efecto de “ambivalencia”: por seguir con el lenguaje freudiano.

Mi única respuesta a tal embrollo es la que sigue: la ideología es perversa. Vivimos en un país con una democracia de baja calidad, por ser eminentemente partitocrática. Los tertulianos piensan antes de hablar –los hay que ni eso- si lo que van a decir va acorde con la “línea editorial” de su medio, en el caso de periodistas; o del ideario del partido, si son políticos (obsérvese que a veces no hay diferencia alguna entre los argumentos defendidos por unos y otros). Eso es la ideología, y no otra cosa: un pensamiento apriorístico que sirve de marco para la realidad que verbalmente se quiere expresar. Y todo ello – intuyo, pues desde mi más pura subjetividad escribo hoy – llevándose estupendamente a nivel personal no pocos de dichos tertulianos. Por lo que uno no puede evitar el sospechar que hablando de temas políticos (repelentes pero que nos afectan a todos), muchas veces pudieran estar más cerca los distintos contendientes de lo que pudiera parecer. Así queda el debate planteado como dos escuadras –mayormente de ahí no pasan en número- enfrentadas a muerte: dialécticamente, of course.

¿Tienen Vds., apreciadísimos paseantes de este Jardín, las mismas percepciones que uno? ¿Acaso no ocurre lo mismo en la mayor de las tertulias políticas: el debate sobre el estado de la nación?

Sean los amables paseantes-visitantes de este Jardín que en un momento de quietud, tal vez entre juerga y juerga, entre resaca y resaca, quienes planteen sus inquietudes o me aclaren mi terrible confusión.

Y que disfruten de las fiestas…sin debates: no hay mejor receta.

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Epicuro Vs. el fanatismo.

Sólo unas líneas que materialicen mi necesario desahogo: tocaba de nuevo a mi querida Londres en esta ruleta rusa del terror. No hace tanto dormía a una manzana de la calle Haymarket y compraba unos bocadillos en Park Lane, donde un segundo «regalito» no consiguió su fin. Tocaba también a mi querida Escocia: Glasgow, donde tantos amigos tengo gracias a mi compañera. Allá donde puede siempre, el fanatismo más estúpido, aberrante y teócrata que sobrevive de la superstición cerril de un mejor y más auténtico “más allá”, hace su aparición. Cuando puede. Donde puede. También antaño lo hizo en mi querida Madrid, en mi querida –todavía platónicamente- Nueva York y en tantos otros lugares: es la globalización del terror.

Todo por un “más allá” de virginales uríes. El “más allá” en que todo está explicado porque todo tiene sentido: el “martirio” (suicidio) asesinando a todo bicho viviente, es lo primero que recibe explicación en forma de “premio”.

Nacemos una sola vez, pues dos veces no es posible, y no podemos vivir eternamente” decía el siempre lúcido Epicuro.

Epicuro Vs. el fanatismo.

Y en ésas andamos: dos mil trescientos años después.

Nada más: no dar pábulo a semejantes imbéciles peligrosos se me antoja ya obligado.

Prefiero seguir leyendo al viejo y querido Epicuro.

Es difícil que el que comete injusticia pase inadvertido; que consiga la confianza de pasar inadvertido, imposible”.

Imagen: el infatigable buscador de la ataraxia, el genial Epicuro.

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Amor-odio.

Al fin, sólo así puede relacionarse lo mío con la política: genérico concepto que suena a universal platónico. Demasiado nominalista para aceptarlo: hablo de políticos, más que de partidos. Hablo de personas, más que de ideologías. Por eso, y no otra cosa, algo superior a mis fuerzas me impide votar, respetando la opción –»opción”: pues de un derecho se trata- contraria a la mía. Por supuesto.

Lo mío recuerda cada vez más a aquel lírico poeta llamado Arquíloco ( Άρχίλοχος) de Paros: esa seca ínsula que tuve la suerte de conocer llena de ocultos encantos. En ella lo leí, por vez primera, hace ya seis años, que ahora se me antojan lejanísimos.

No tiene dios, la vid de su amado Dioniso no entiende de fronteras, no tiene patria (no se le deja vivir en su Paros natal por no poseer herencia) y así, “Yo me gano mi pan con mi lanza, y vino de Ismaro, con mi lanza; y duermo apoyado en mi lanza”. Convertido en un soldado de la lanza: dialéctica en mi caso. Sólo eso nos queda a los que, desencantados de una praxis política, vemos y nos fiamos –sí, aún- de las personas decentes, aunque detenten un cargo público.

Arquíloco sólo tiene amigos en el combate: “Un mercenario es amigo, Glauco, mientras combate”. Sólo así quien combate, tiene mi aprecio, piense o no como yo, mientras tenga una nítida visión de qué es inadmisible hoy en día.

Arquíloco, un atrabiliario personaje muy por encima de la política, demasiado libre para atarse a tal ambición eternamente insatisfecha. Un apátrida, al fin: “Un tracio es quien lleva ufano mi escudo, lo eché sin querer junto a un arbusto, al buen arnés sin reproche, pero yo me salvé ¿qué me importa a mí aquel escudo? ¡Bah! Lo vuelvo a comprar que no sea peor”.

Es el siglo VII a.C. y un poeta-guerrero se ríe del estandarte que pueda defender: todo le ha obligado a lo que no pocos en fenomenología llaman un exilio interior. Eso es lo que a él me une: salirme de mi propia “cultura”. Idealizado concepto: ¿cómo tomarlo en serio cuando ha sido endiosado por los humanos siendo en un principio nada más que una técnica? Cultura: el “cultus” latino, forma de supino del verbo “colere”, “cultivar”. De ahí términos como “piscicultura” o “viticultura”…sólo alguien tan sumamente idiota como el humano podía hacer de aquella técnica algo por lo que matar o morir. En todos lados hay algo decente y respetable: no endiosemos de manera etnocéntrica nada. Pues nada somos sin los defectos y aciertos de quienes no hablan nuestra misma lengua, que no deja de ser una herramienta de comunicación: nada más. Con cuantos más nos comuniquemos, mejor. Las patrias para aquellos de entre nosotros que no deseen pensar. Su problema no es el nuestro: no debe serlo.

Arquíloco, llevado por sus circunstancias, lo sabía bien: nada ni nadie le iba a hacer verse como mejor o peor que los demás. “Nadie, de honor y fama, una vez muerto goza entre sus convecinos…el muerto lo peor de todo siempre y en todas partes sufre”.

Y, sin embargo, sabe de qué habla. Vive la guerra como hija de la política (Clausewitz sabía lo que se decía). Sabe de ambas y de su íntima relación. Y, sin embargo, vive. Sobrevive. A ambas.

Una relación de amor-odio, al fin.

Imágenes: arriba la eterna Paros. Abajo: uno de los últimos papiros encontrados y atribuidos a mi querido Arquíloco de Paros (siglos VIII y VII a. C.).

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Círculo palestino.

El día 31 de enero de 2.004, este periódico tuvo la deferencia de publicar “en papel” un artículo de quien suscribe titulado: “Jerusalén y el círculo vicioso” en la sección: “Mundo”.

Desazona enormemente que algunas de las cosas que en aquel artículo uno dijera, se fueran cumpliendo: créanme que en problemas como el palestino-israelí uno no quisiera tener la razón nunca, sobre todo cuando advierte cierto temor a futuros desmanes.

La segunda Intifada (provocada al unísono por Sharon y por los Mártires de Al-Aksa, grupo armado de Al-Fatah, partido del fallecido Arafat en la O.L.P. y preparadísimos para la ocasión) nada tiene que ver con la primera. ¿Factor decisivo?: aparición de además de la elitista Yihad Islámica, también de Hamás y sus brazos ejecutores: los Batallones de Azedín al Kasem, que acaban de ocupar a limpio tiro varias comisarías y cuarteles de sus rivales de Al-Fatah.

Y comentaba uno en el que ahora se torna lejano 2.004, cómo ya era hora de que la Liga Árabe, aproximadamente un año anterior, había reconocido el derecho a la existencia de Israel junto a un futuro estado palestino (algo que las resoluciones de 1947 y 1948 de la O.N.U. ya dicen y fueron respondidas con cinco guerras por parte de todos los limítrofes estados árabes para “expulsar a los judíos al mar”: el resultado, cinco guerras perdidas).

Pero habiendo dos “palomas” como Barak en Israel y Clinton en los Estados Unidos, habiendo recibido Arafat la oferta de tener en sus manos: un Estado palestino independiente en un 98% de sus reclamaciones; el control aduanero de la carretera que atraviesa todo Israel; los pozos, tierras y demás reclamaciones, tuvo la grosería de decir a sus lugartenientes -posteriormente por él defenestrados- que aquello no lo podía firmar.

Shlomo Ben-Amí –inteligencia de facto de Barak- no daba crédito a ello. La segunda Intifada se preparaba.

Después, al que yo calificaba como “capo barbudo con chilaba”, ahora asesinado por el ejército israelí, el mismo viejecito, Yassin de nombre, que ordenara a un montón de niñatos educados en sus financiadas escuelas coránicas suicidarse matando a todo «judío» vivo, se envalentonaba.

La respuesta de Arafat a los Acuerdos de Camp David fue no querer firmarlos. Abrazarse al jeque Yassin, lo siguiente, bajo la excusa de no querer una guerra civil palestina.

Estaba más que previsto: una vez muertos ambos, la corrupción con dinero europeo de la O.L.P. fue la excusa para los islamistas. Ahora, lo que nadie con un mínimo de buenas intenciones en querer ver arreglados los problemas de Oriente Próximo quisiera ver: es. Una guerra civil interpalestina se une al lanzamiento de cohetes sobre la ciudad israelí Sderot por parte de la Yihad Islámica, que dice que a ella ni la va ni le vienen tantos «hermanos» asesinados en Gaza…

No, los palestinos no se merecen ésto.

No, a veces uno no quisiera tener la razón…

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Punk y furia.

Ante peores cosas de las que tratar, vuelvo a mi inseparable música. ¿Quién me iba a decir que a sólo siete años de editado compraría el Never Mind the Bollocks de los Sex Pistols?: sólo tenía 13 precoces primaveras a caballo entre el Heavy y el Punk. Pero entonces aquéllo era una eternidad: siete años. Sólo siete, hoy. La “velocidad” (en todos los sentidos) predominaba en la vida de uno. Un año, por cierto, repleto de atentados parapoliciales y etarras: el ambiente en la calle era insostenible. Y yo me vanagloriaba de la compra en la entonces denominada “zona nacional” (al tiempo, resulta, hay zonas nacionales y nacionalistas: igual de aburridas, pues).

Pero hoy celebro algo: se terminó el estrés por una temporada. Y con ello el recuerdo de un pasado con luces y sombras, como todos aquellos que no hayan estado enclaustrados en sinagogas, mezquitas, iglesias o peor aún, en casas: “Tú en tu casa, nosotros en la hoguera” cantaba no hace tanto una desgarrada extremeña voz (Extremoduros dixit).

Pero hablo de los Sex Pistols, no de la insulsa vida de quien tuviéramos no pocos como “modelo”: un lerdo llamado Sid Vicious que intentara competir sobre las tablas con el genial Johnny Rotten (John Lydon para los amigos). Algunos, no pocos, dicen que si éste fue la voz del Punk, el “Vicioso” sería la actitud. Me niego a ello. De primer fan del grupo abajo, en pleno síndrome londinense, le dio por desenchufarse de la vida, arriba. Su bajo, desenchufado, era ensordecedor. La sangre brotaba. Y una tonta yankee y yonki se encargaba de su final.

Un espléndido y típico cockney como Steve Jones: cleptómano declarado (algo diría de sus “desaparecidos” bafles si hubiera fumado menos el mismísimo Bob Marley), agresivo con el público, encarnaba mejor la actitud Punk de cuatro chavales que no habían salido de su Londres natal (Vicious sí, con la hippie de su madre vendió algo más que lechugas en ¡¡¡Ibiza!!!). ¿Qué fue el Punk sino un grito, un escupitajo contra todo/todos y contra nadie?. «Nosotros no odiábamos al pueblo inglés, lo queríamos. Por éso nos jodía que lo tomaran por idiota«, dice hoy Rotten.

Pero ya existía desde los 60 el denominado Punk-Rock en los EE.UU (geniales grupos por cierto). Y los Ramones en los 70 hacían de telón de fondo para la británica ínsula. Pero sólo un escupitajo así, podía hacerse insultante en un único sitio: Inglaterra. El desgarro económico y una juventud idiotizada aún con el final del hippismo y el orientalismo en su versión más inocua fueron buenas razones. El solidarizarse con huelgas de trabajadores en el norte y el desprecio a la hipocresía vigente en “la sociedad de clases” fueron sus armas: no hacía falta para ello tocar como los ángeles. Ni mucho menos. Pero Jones, es cierto, tocaba la guitarra con la rabia semi-contenida de los que considero sus precursores en cuanto a actitud: Pete Townshend era igual en los guitarrazos de los Who. La vida del «batería prodigio«: Keith Moon, no digamos. Destrozar el mobiliario (tanto musical como hotelero) fue su anticipación.

Pero su patético final fue el suicida trayecto estadounidense, «genial» idea de McLaren: el enfrentamiento con el público (“¡Eh, cowboys!” gritaban y ¡¡¡en pleno Dallas!!!), un Vicious convertido cada día más en un masoquista gilipollas: y el perro de Malcom McLaren que se divertía haciéndose rico a costa de los demás.

Un inteligente Rotten lo diría en Dallas tras entonar “No Fun”: “¿Cómo os sentís cuando sabéis que os han estafado?”. No hablaba sólo con el público. Pensaba en alto: estaba, estaban siendo estafados. Un manager codicioso y manipulador se encargaba de ello: McLaren de apellido.

Odio a los mártires del rock” cantaban los Def Con Dos: odio a Vicious. No al primer bajo del grupo: Gleen Matlock, ni a los Steve Jones, Paul Cook y Johnny Rotten (Juanito Podrido para los enemigos).

No, la justificadísima obra documental de Julien Temple: «La mugre y la furia«es digna de mención: hubo una orteguiana circunstancia. La hubo: el desgarrado contexto en que tal muestra de provocación, agresividad y odio se diera. Aunque Temple dirigiera también aquel bodrio inicial donde un bobo como McLaren se dedicaba a decir que “mis queridos raterillos, son mi obra pictórica lanzada contra la Monarquía” creyéndoselo además, se hace justicia a sí mismo con su nuevo documental donde todo un Johnny Rotten llora todavía por Sid Vicious, su amigo a pesar de todo.

Pero si los raterillos “movían la pana”, el único rata era manager de profesión: aún lo recuerdo en los ochenta intentando seguir haciendo caja con un “nuevo estilo de baile”. Se trataba de seguir practicando el cretinismo haciendo como si uno posara en una revista de moda. No voy a insultarle más, pobre, bastante tiene con soportarse.

Pero aquí, a algunos, los Sex Pistols nos sirvieron de excusa para hacer obscenas demostraciones contra la mojigatería oficial navarra, todavía vigente hoy en menor medida. Lo que en el Reino Unido fue la Monarquía, aquí lo fue la Religión encarnada en la Santa Madre Iglesia.

Infinidad de grupos de los que otro día trataré, se encargaron de sacar los colores a más de un vividor en estas forales tierras.

Amén.

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Rememorando el terror.

Mientras hoy este periódico ha tenido el acierto de recordar el asesinato de la ecologista Gladys del Estal; hoy, de nuevo, otros salvapatrias (españoles de gris antaño, vascos con pasamontañas y txapela hoy: ¿importa algo cuando hay asesinatos?) se dedican a recordarnos a algunos, que vuelven a matar.

Y siento decirlo: algunos, no pocos en verdad, vivimos – afortunadamente como espectadores que perdían un simple vuelo a Pamplona – con temblores en los suelos de la Terminal-4 bajo nuestros pies y aquel olor a chamusquina que tan hondo cala (percepción que más hondamente actúa en la memoria: el olor) el final de la supuesta ¿»tregua«?: «En una guerra, suspensión temporal de los combates entre los contendientes«. Dar patadas al diccionario es típico de fanáticos y de crédulos Cándidos. Voltaire tenía razón.

Diego Armando Estacio Civizapa y Carlos Alonso Palate no tuvieron esa suerte: el socialismo armado mata dos pobres que se buscan la vida en este país. Bonito socialismo: manda en él la nación. Ya sabemos de qué hablamos: en Alemania sufrieron una ideología similar pero en dimensiones más dramáticas: la shoá fue cuestión de muy poco tiempo.

Socialismo nacionalista: pero, hete aquí, que también han asesinado a trabajadores en su país… “Nacionalismo revolucionario”: concepción antitética para todo aquél que le interese en algo la Filosofía Política y la Teoría de las Ideas Políticas, será el nuevo concepto-gurú con que justificar lo no justificable por mentes podridas.

Nada más que decir: rememorando el frío asesinato de Gladys, uno llega al 30 de diciembre de 2006. La alegría de un largo viaje por lejanas tierras mayas se trastocó en rabia al ver la gigantesca columna de humo y la jeta, tan grande como aquélla, de un dirigente político (hoy no pienso hablar de partidos) con cara de susto. Ya lo dije en este mismo blog: no negociaban/hablaban o lo que fuere con terroristas pirotécnicos…no, vuelven los fuegos.

Y muchos sabemos que nada tienen de artificiales.

Imágenes: Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate, los «daños colaterales» que algún depravado dirá.

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Ingrid Betancourt.

Vivimos días en plena vorágine –que a uno empalaga, sinceramente- folcklórico-electoral. No estaría de más recordar a políticos que permanecen secuestrados por pensar…y hacerlo diferente a como sus dogmáticos secuestradores, claro. Se supone que existe un hermanamiento con la Pamplona colombiana: buena excusa para que quien suscribe recuerde la noticia.

John Frank Pinchao, un policía colombiano secuestrado por las estalinianas FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) desde hace nueve años: ha huido. 18 días selva a través no son pocos. Pocos aguantan, pocos sobreviven. En la fotografía que ante mí tengo, veo un chaval que no rellena el uniforme que apenas disimula un delgado cuerpo. Enseña, al lado de la que presumo su madre, un candado todavía colgando de su cuello: no es estética punk, obviamente. 1 de noviembre de 1998: en un ataque de dicha guerrilla es secuestrado junto a otros en la base policial de Mitú. Nueve años: no cualquiera lo aguanta. Y, después: la paradoja. La gigantesca paradoja en que Colombia se ha convertido durante las últimas décadas: a pesar de que la más conocida secuestrada, tal vez por su condición de colombiana y francesa (obsérvese el Hôtel de Ville parisino y su exigencia de libertad), y a pesar de que “Ingrid hace mucho ejercicio, escribe, escucha la radio y recorta las noticias de los periódicos” según dice su ahora ex-compañero de cautiverio, sus intentos de huida son ya cinco. Cinco. No cualquiera lo aguanta. La paradoja: el señalamiento geográfico que supone la huida y posterior encuentro de tal policía en una región limítrofe con Brasil: ¿beneficiará en algo a Betancourt y a los otros 56 secuestrados “canjeables”?. No es una pregunta retórica: la alegría da paso a la preocupación. El gigantesco paradigma: un inútil “Plan Colombia”; fumigaciones “anti coca” que sólo a seres humanos afectan; una narco-guerrilla cada día más degenerada y que está en pleno aniquilamiento de su “hermana”, la guevarista ELN (Ejército de Liberación Nacional) que negocia en Cuba con el Gobierno colombiano; un Estado que no deja de purgar y purgar a políticos cuyo abrazo cordial al narco-paramilitarismo es exagerado; remanentes de más de 5.000 “paras” que no quieren “desmovilizarse” cuando 33.000 compañeros lo han hecho ya, etcétera.

Ingrid Betancourt es secuestrada el 23 de febrero de la campaña electoral de 2002: todavía recuerdo las imágenes en un telediario de sus conversaciones anteriores con la plana mayor de las FARC, pidiendo que siguieran las conversaciones y que, por favor, hubiera canjes de secuestrados. ¿Por qué las autodenominadas “organizaciones revolucionarias” cuando rompen un diálogo o negociación, siempre, indefectiblemente siempre, la emprenden con quienes dialogaron? No importa si dichos secuestrados, aporreados o simplemente asesinados, no estuvieran “militar” ni ideológicamente enfrente. No importa. El sectarismo es así: ya pasan del centenar de muertos provocados por la lucha que dichos estalinistas militarizados llevan a cabo contra sus otrora “hermanos” del ELN en Arauca.

Si acabando el 2001, el filósofo francés Bernard-Henri Lévy contaba en “Reflexiones sobre la guerra, el mal y el fin de la historia” cómo en Quebrada Naín sus habitantes se preguntaban: “¿Quién mata más y mejor: un fascista o un guerrillero marxista?”, ahora, hoy, en muchos lugares de Arauca, tendrían que preguntarse qué marxista mata mejor: la población inerme sigue siendo la más perjudicada. La más desplazada: física y, por tanto, socialmente. Lévy se dormía, ya en el 2001, ante la perorata interminable del dirigente de las FARC Iván Ríos (¡que le den un púlpito al muchacho, por favor!): una letanía comunista-ortodoxa interminable. ¿Qué decir de Raúl Reyes, una máquina de expedir barbitúricos? Pero ya piensan ellos por Marulanda Vélez, “Tirofijo”, cada vez más “gagá” y máximo líder único que, como en una conferencia nos contó Camilo Gómez (a la sazón comisionado de paz del desastroso gobierno Pastrana) y quien le tratara durante largo tiempo, no pisa una ciudad desde 1975. La realidad socialista vive al margen de la realidad social: una paradoja tan grande como un país cuyo tamaño serían España y Francia juntas. Niños que nacen, crecen y se reproducen en el único mundo por ellos conocido: rifles, órdenes y uniformes con katiuskas. Paradójico.

La alegría y el asombro por la odisea de un joven policía, se trastoca rápidamente en inquietud por saber exactamente dónde están los secuestrados y la angustia por saber qué ocurrirá con ellos ahora. De saber que Ingrid, candidata por los Verdes colombianos (el partido que más daño haría a las FARC, perdóneseme la ironía), ha tenido el coraje de intentar escapar en cinco ocasiones. Resultado según cuenta Pinchao: no más radio, no más comida sin “racionar”, nada más: ¿qué no sin libertad? Y la desazón en las palabras del huido: «Ingrid fue duramente castigada por sus tentativas«. No cualquiera lo aguanta.

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Días lluviosos.

La nostalgia, cuando aparece, todo lo invade. No es malo. Más bien al contrario: únicamente una persona “enferma de melancolía” (depresión decimos hoy) puede verla como algo peyorativo. ¿Qué mayor nostalgia que por melancólicos días de lluvia que, como decía el bueno de Anthony Hopkins interpretando al escritor C. S. Lewis en “Tierras de penumbra”, a uno le parecen “la antesala del mundo”?Sí, es la nostalgia de lo melancólico que todo lo inunda como lluvia atravesando nuestras vidas.

Son días alegres: la vida en colores. Y, sin embargo, uno intentando ver en los partes meteorológicos días que me lleven a pensar el estar en dicha “antesala del mundo”. Claro que el C. S. Lewis que así pensaba se hallaba enamorado, sin saberlo sabiéndolo, de una mujer al otro lado del Atlántico. Demasiado lejos. Demasiados habitáculos tras la antesala para llegar al “mundo real”.

No es mi caso: afortunado soy. Mi caso es el de una nostalgia nada metafísica: días de lluvia que dejen de lado, aunque sea sólo por un maldito momento, el polen y el bullicio del cual no puedo ser parte. Nada más. Puede ser egoísta, pero sólo desde la subjetividad de mi “doxa” puedo escribir lo que escribo.

Días en que el gris de un cielo que se desploma y un verde fecundado por aquél, se funden con el mar en un eterno cuadro del más paisajístico Monet.

Días de lluvia: días ocupados. Recuerdos. Los hay más y menos intensos: recuerdos y días de lluvia. Todos son uno.

El papel se moja con lo que parece una gota de mi imaginación y no dejan de ser gotas del rojo más natural después del que riega nuestro biológico cuerpo: es el vino de mi copa.

Miro a través suyo y veo un día de París: la «Calle Saint-Honoré después del mediodía » y su genial efecto de lluvia, milimétrico en su desorden ordenado. Era el final del siglo XIX pero no el de un Pissarro anarquista hasta la médula. Admirar dicho cuadro en el Museo Thyssen-Bornemisza en la Villa y Corte, es casi como imaginármelo en el fondo de la copa del rico Rioja que ante mí tengo.

Descanso. Un poso de sosiego en el fondo de mi copa: hoy no me podría permitir el alarido y la realidad genialmente retorcida de Van Gogh…hoy tengo que descansar: de todo. De una semana. De un mes.

Y lo hago así: pensando que tal vez tenía razón quejándose el Bertrand Russell del “Elogio de la ociosidad” de que el saber, se está conviertiendo en una mera “preparación técnica” y no se ve ya como un bien en sí mismo, que amplía horizontes, como quien nada sin preocupaciones en el mar de Monet.

Así, ahora, nado yo en mi copa de vino. Mi ración de descanso semanal: mi oceánica copa. Y en ella nado. Me sumerjo. Pero es la antesala del mundo.

Hasta mañana.

Imagen: «Camille Pissarro pintando en un jardín «(1.874). Retrato «informal» de Lidovic Piette.

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A medianoche.

Bucólico título: el tema lo desmerece. Tanto, que la algarabía primaveral materializada en el omnipresente polen que tan mal llevamos algunos; en la ligereza de ropajes y sonrisas entre las gentes por caminos rodeados de verdes árboles; en los luminosísimos días que no van a la zaga de cualquier tarde de caluroso estío; en los gritos de los críos haciendo carreras en bici; todo queda relegado a un segundo plano de nuestras vidas. A medianoche.

El “Navarra siempre p’adelante” cutre, hortera, paleto y etnocéntrico, es sustituido por un «Porque lo llevas dentro, tu voto construye Navarra», no menos carcamal y ridículo. Por primera vez – o tal vez de las primeras – voy a estar de acuerdo, aunque sea en algo, con Izquierda Unida (aunque sea IUN o Izquierda Unida de Navarra) y su protesta: el texto institucional (pues del Gobierno de Navarra es) que clama tan apasionado mensaje está destinado “a influir en los sentimientos de identidad de los electores con la Comunidad Foral”. Y, apuntan bien: es una «apelación emocional o sentimental de los electores en su identificación con Navarra». Totalmente de acuerdo: nacionalismo o regionalismo, cualquiera de ambos, debiera darse por aludido.

Y es cierto, lo identitario es eso, y no otra cosa: sentimiento. El sentimiento es movido por la retórica (ejercicio gimnástico-dialéctico que veremos hasta la arcada en estos días de campaña). ¿Y qué más puede agitar “conciencias” que a través de tan venenoso ejercicio, el retórico, sino enardecer a las masas con el sentimiento identitario? ¿Qué está en juego?: quién es mejor… navarro.

Navarrísimos todos, escuchen a un pobre descreído: yo, dentro de mí, no albergo más que una cosa: entrañas. Poco más. Dentro mía no encontrarán un voto (¡qué más quisiera más de uno que volviera a cometer la torpeza de ceder mi representación como ciudadano al botarate de turno para que pacte vaya Vd. a saber con quién!), ni tampoco encontrarán entre mis intestinos a Navarra.

Es cierto -quien quiera reprochármelo- el hecho de que únicamente en un sistema estatal donde existan partidos políticos pueden existir atisbos de libertad. Atisbos de democracia. Bien es cierto que los que renunciamos a un derecho, tenemos derecho a hablar y criticar de política tanto como que nos critiquen. Pero es un derecho, a la postre: con las obligaciones vamos más que servidos señoritos. Para un derecho que delegamos a la bendita abstención: ¡no nos den Vds. la paliza diciéndonos de qué podemos quejarnos, hablar y de qué no! ¿No es ese el principio de algunos que no saben qué es la Democracia y sí la Partitocracia?: les entrego mi desprecio. Gratis total.

Partidos políticos que se ven empeñados hasta las cachas por Bancos que anticipan enormes cantidades de euros para que sigan endeudados políticos “profesionales”. El círculo vicioso en que hoy se ha convertido el tinglado político. No digamos el sindical.

Hoy, a medianoche, me acordaré de todos los descreídos de muchas cosas en esta tierra donde hasta para miccionar, tienes que demostrar ser más navarro que nadie: escriba Vd. con los líquidos sobrantes el nombre de su pueblo, barrio, valle…o “sensibilidad” política. Ésa sería una buena campaña electoral. Un pelín sucia, tal vez.

Hoy, a medianoche, me acordaré de ateos que ven nítidamente cómo muchos cambiaron religión por política o, peor, combinaron ambas en aras de una mejor convivencia con sus propias conciencias a la hora de recibir subvenciones…también.

Hoy, a medianoche, recordaré que la campaña ya empezó con la imposibilidad de publicar un artículo para muchos si no se firma con la coletilla: “Militante del Partido de los Enajenados”, “Representante del Colectivo sado-maso-poltroneril”; “Coordinador de la Asociación pro-derechos de ciudadanía de los Saltimbanquis chusqueros”, etcétera. Es algo que ya lo sabía hasta la “kale borroka”: oficiosamente la campaña lleva tiempo.

Hoy, vuelve la pesadilla de colorines y banderolas. Se jodió la primavera.

Hoy, a medianoche.

Quien no se atreve a fiarse del entendimiento intenta hacerlo sospechoso. Los hombres de sentimiento.Nietzsche dixit.
(Fragmento póstumo. 1878)

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