Desde hace unos años: una guerra dentro de otra. Eso, y no otra cosa, es el conflicto colombiano. Los marxistas ya no se quieren entre ellos. Nada les impide asesinarse –atrás quedó su manoseada “ética revolucionaria”-, sin necesidad alguna de debatir. Nada hay, pues, de qué tratar por parte de dos guerrillas podridas desde hace años.
Hace ya unas cuatro décadas que Manuel Marulanda Vélez, “Tirofijo”, fundara su guerrilla revolucionaria, soñándose algún día dirigente supremo de Colombia. Ahora, trastocado el sueño imaginándose máximo dirigente de la futura República Bolivariana de Colombia (el último nombre es susceptible de cambio, proviniendo del personaje histórico del cual proviene, por supuesto).
Mientras, también en la misma iniciática época para el anterior visionario y en otra zona de su misma patria, Nicolás Rodríguez Bautista, «Gabino”, se imaginaba como el nuevo Ché Guevara que cambiaría la realidad social de Colombia.
El primero funda sus Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. El segundo su Ejército de Liberación Nacional. Cualquier nombre vale.
Pero fue, precisamente, la realidad social, la que les acabó por cambiar a ambos. Así, ahora andan enzarzados en una cruenta pelea “inter-guerrillera” que no deja repercusión en los medios latinoamericanos, no digamos ya europeos, pero sí en la siempre inerme población civil. Unas fuentes hablan de más de 500 muertos. Las propias guerrillas hablan de 150: no contarán en sus matemáticas con los civiles asesinados, tal vez.

El supuesto inventor de la “guerra de guerrillas”, Mao Tsé Tung, sabría decirnos (de no estar desde hace tiempo intoxicando a los gusanos, más limpios que su cadáver debido a sus hábitos más bien guarros), que lo ocurrido, lo que ocurre y ocurrirá: está más que justificado.
Ya en 1927, dicho inventor de los métodos de los denominados “ejércitos irregulares”, presidía un tribunal en que en el estupendamente fundamentado y monumental libro del periodista Philip Short, se da cuenta de una de sus primeras purgas: cuatrocientos oficiales y soldados de su “Vigésimo Ejército” y varios centenares del “Trigésimo quinto”. Lo que en el ELN y en las FARC son “Frentes”, en el incipiente Ejército rojo de Mao, eran “Ejércitos”.
La misma táctica: las mismas purgas. Si las arrojadizas excusas en China eran: “trotskistas, derechistas, traidores”, etcétera; hoy, en Colombia: “traidores, paramilitares, narcotraficantes y mafiosos” vienen a ser lo mismo. Es el puro sectarismo siempre interesado.
Lo que en un principio era un medio: “intermediar” entre el productor de la coca y el narcotraficante, cobrando a éste un tanto por ciento a la mejor manera mafiosa; se convierte en un fin. Se echa a los “elenos” de los sitios donde más plantaciones de coca existen, mientras éstos se dedican a la pura inercia de un ejército privado de narcos.
Escuchen en el enlace que aquí pongo, los mensajes en audio, no nítidos auditivamente pero clarísimos en intenciones, de acabar con “los de las tres letras [ELN]”. Las FARC son implacables salvo en el feudo eleno de Arauca. Inmejorable artículo el que recoge dichas amenazas: léanlo por favor.
El país está abarrotado de coca gracias a una guerra con varios protagonistas: un Estado al que corroe «doña rata Corrupción» con mayúsculas, unas guerrillas no menos corruptas y dispuestas a aniquilarse y unos paramilitares que no quieren desmovilizarse por las mismas razones que los demás: los pingües beneficios que mover la coca reportan.
Poco importa el desastre que todo ello acarrea: exterminar a las clases sociales que se dicen defender; hacer de su amadísima patria un estado corrupto hasta el corvejón; denunciar «la falta de una voz política» chantajeando a alcaldes y senadores; empobrecer una machacada economía extorsionando no precisamente a los más poderosos…
Todo vale.
En Colombia ahora hay dos guerras: la de siempre, una. Y la que deja muertos con brazaletes de una u otra guerrilla, amén de civiles, la otra.
Es la guerra sorda de la que nadie habla.
La que está inserta en otra.
Un nuevo intento de asesinato. Una nueva bomba. Nada nuevo, pues. Si no se alcanza a matar a políticos (razón por la cuál la actual ETA-m criticó a la antigua ETA-pm), se intenta con sus guardaespaldas. Todo vale. Protestar por la no inclusión del “brazo político” en instituciones que antaño fueran tildadas despectivamente de “españolas”, también. Expulsar a Txema Montero o a Iñaki Esnaola por pedir la presencia en dichas instituciones, se trastoca por arte de birli-birloque con el tiempo, en que su no presencia en las mismas, sea motivo de queja desconsolada por parte del MLNV .
Comenta Savater en su “autobiografía razonada”, de título: “Mira por dónde”, que lo que más disfruta de un viaje: es el regreso. El saber que llega a su hogar. Siempre me ha interesado la acepción inglesa del término “home”, hogar. Siempre se me ha antojado mucho más amplio el concepto a nuestro habitual llegar a “casa”.
“Deseo fervientemente salir de ésta con vida, aunque sólo sea para escribir al respecto. Aquí no es fácil enterarse de lo que ocurre fuera del ámbito de la propia experiencia, pero incluso con estas limitaciones he visto muchas cosas que tienen para mí gran valor (…) Espero tener ocasión de escribir la verdad de lo que he visto. Lo que se publica en la prensa inglesa es casi todo una serie de mentiras atroces; no puedo decir más a causa de la censura” escribe Orwell a Víctor Gollancz después de “tres o cuatro días de combates callejeros en los que todos estuvimos más o menos involucrados; en realidad, fue prácticamente imposible mantenerse al margen”. Se refiere, obviamente, a “los sucesos revolucionarios del pasado mes de mayo” o la conocida “Batalla de la Telefónica”, en que anarquistas y poumistas se enfrentaron a los estalinistas del PSUC y a los guardias de asalto. Ése es el Orwell que nadie quiere conocer: “1984” y “Rebelión en la granja” son obras maestras de la ironía, en el caso de la segunda, y de la crítica social más acerada, en ambas.
Se perpetúa la tragedia épica en su mismo origen, en su mismo corazón, roto en casi 2.000 pedazos, como dice en “Corazón de Ulises” el escritor Javier Reverte. Casi dos mil islas. Cien de ellas habitadas: Eubea no se salva de la quema masiva. Es el fuego, no precisamente olímpico (aunque Olimpia se vea amenazada mientras escribo estas líneas), el que lo arrasa todo.
Mientras tú sudas en la playa: nosotros sudamos sangre (neuronal). Mientras vosotros os bañáis en un río rodeado de verdes montes: nosotros nos bañamos en nuestro jodido sudor entre montañas de libros. Mientras ellos debaten y debaten lo mal y lo bien que va todo en el Parlamento: nosotros nos decimos que tal vez algún día seremos mejores que tanto poltronero listillo.
Veía esta misma mañana –día ocioso que llevo- uno de los
Se cumplió de nuevo. No debo jurar. Juré que no volvería a hablar de política “floral”. Juré que no volvería a expresar, firmando, nada sobre la política que cuatro correveidiles hacen por estos pagos. Juré no sorprenderme ante la candidez de la gente. Juré y perjuré que nunca dejaría que la hilaridad me llevara a escribir. Juré no reírme de quien vota: da igual la sigla. Juré no volver a beber: cerveza, vino, gin-tonic (bendito invento inglés), cubatas de garrafón, agua, brebajes isotónicos… Juré no volver a pasar nunca una resaca…de nuevo. Juré no ver la televisión. Juré no creerme nada de lo que en ella dijeran. Juré no jurar como el pitufo gruñón: “odio odiar”. Juré que me arrepentiría si cumpliera todos mis juramentos: y aquí estoy. Aquí y así me hallo: incumpliéndolo todo sin ningún remordimiento de conciencia.
Ridículo. Patético. Lamentable: un juez con apellido de árbol se dedica a “secuestrar” la revista que en este mismo blog critiqué ante su falta de solidaridad con sus “hermanas” europeas, respecto de las amenazas recibidas. Charlie Hebdó encabezó una valiente hazaña: dar un par de zarpazos en el hocico de los sensibles y “heridos” teócratas caraduras y sus volterianos “Cándidos” defensores (Pangloss tiene seguidores: se dicen defensores del buen rollito entre “culturas” sin saber cuán idealizado tienen dicho concepto dejándolo sin una definición clara).
