Punk y furia.

Ante peores cosas de las que tratar, vuelvo a mi inseparable música. ¿Quién me iba a decir que a sólo siete años de editado compraría el Never Mind the Bollocks de los Sex Pistols?: sólo tenía 13 precoces primaveras a caballo entre el Heavy y el Punk. Pero entonces aquéllo era una eternidad: siete años. Sólo siete, hoy. La “velocidad” (en todos los sentidos) predominaba en la vida de uno. Un año, por cierto, repleto de atentados parapoliciales y etarras: el ambiente en la calle era insostenible. Y yo me vanagloriaba de la compra en la entonces denominada “zona nacional” (al tiempo, resulta, hay zonas nacionales y nacionalistas: igual de aburridas, pues).

Pero hoy celebro algo: se terminó el estrés por una temporada. Y con ello el recuerdo de un pasado con luces y sombras, como todos aquellos que no hayan estado enclaustrados en sinagogas, mezquitas, iglesias o peor aún, en casas: “Tú en tu casa, nosotros en la hoguera” cantaba no hace tanto una desgarrada extremeña voz (Extremoduros dixit).

Pero hablo de los Sex Pistols, no de la insulsa vida de quien tuviéramos no pocos como “modelo”: un lerdo llamado Sid Vicious que intentara competir sobre las tablas con el genial Johnny Rotten (John Lydon para los amigos). Algunos, no pocos, dicen que si éste fue la voz del Punk, el “Vicioso” sería la actitud. Me niego a ello. De primer fan del grupo abajo, en pleno síndrome londinense, le dio por desenchufarse de la vida, arriba. Su bajo, desenchufado, era ensordecedor. La sangre brotaba. Y una tonta yankee y yonki se encargaba de su final.

Un espléndido y típico cockney como Steve Jones: cleptómano declarado (algo diría de sus “desaparecidos” bafles si hubiera fumado menos el mismísimo Bob Marley), agresivo con el público, encarnaba mejor la actitud Punk de cuatro chavales que no habían salido de su Londres natal (Vicious sí, con la hippie de su madre vendió algo más que lechugas en ¡¡¡Ibiza!!!). ¿Qué fue el Punk sino un grito, un escupitajo contra todo/todos y contra nadie?. «Nosotros no odiábamos al pueblo inglés, lo queríamos. Por éso nos jodía que lo tomaran por idiota«, dice hoy Rotten.

Pero ya existía desde los 60 el denominado Punk-Rock en los EE.UU (geniales grupos por cierto). Y los Ramones en los 70 hacían de telón de fondo para la británica ínsula. Pero sólo un escupitajo así, podía hacerse insultante en un único sitio: Inglaterra. El desgarro económico y una juventud idiotizada aún con el final del hippismo y el orientalismo en su versión más inocua fueron buenas razones. El solidarizarse con huelgas de trabajadores en el norte y el desprecio a la hipocresía vigente en “la sociedad de clases” fueron sus armas: no hacía falta para ello tocar como los ángeles. Ni mucho menos. Pero Jones, es cierto, tocaba la guitarra con la rabia semi-contenida de los que considero sus precursores en cuanto a actitud: Pete Townshend era igual en los guitarrazos de los Who. La vida del «batería prodigio«: Keith Moon, no digamos. Destrozar el mobiliario (tanto musical como hotelero) fue su anticipación.

Pero su patético final fue el suicida trayecto estadounidense, «genial» idea de McLaren: el enfrentamiento con el público (“¡Eh, cowboys!” gritaban y ¡¡¡en pleno Dallas!!!), un Vicious convertido cada día más en un masoquista gilipollas: y el perro de Malcom McLaren que se divertía haciéndose rico a costa de los demás.

Un inteligente Rotten lo diría en Dallas tras entonar “No Fun”: “¿Cómo os sentís cuando sabéis que os han estafado?”. No hablaba sólo con el público. Pensaba en alto: estaba, estaban siendo estafados. Un manager codicioso y manipulador se encargaba de ello: McLaren de apellido.

Odio a los mártires del rock” cantaban los Def Con Dos: odio a Vicious. No al primer bajo del grupo: Gleen Matlock, ni a los Steve Jones, Paul Cook y Johnny Rotten (Juanito Podrido para los enemigos).

No, la justificadísima obra documental de Julien Temple: «La mugre y la furia«es digna de mención: hubo una orteguiana circunstancia. La hubo: el desgarrado contexto en que tal muestra de provocación, agresividad y odio se diera. Aunque Temple dirigiera también aquel bodrio inicial donde un bobo como McLaren se dedicaba a decir que “mis queridos raterillos, son mi obra pictórica lanzada contra la Monarquía” creyéndoselo además, se hace justicia a sí mismo con su nuevo documental donde todo un Johnny Rotten llora todavía por Sid Vicious, su amigo a pesar de todo.

Pero si los raterillos “movían la pana”, el único rata era manager de profesión: aún lo recuerdo en los ochenta intentando seguir haciendo caja con un “nuevo estilo de baile”. Se trataba de seguir practicando el cretinismo haciendo como si uno posara en una revista de moda. No voy a insultarle más, pobre, bastante tiene con soportarse.

Pero aquí, a algunos, los Sex Pistols nos sirvieron de excusa para hacer obscenas demostraciones contra la mojigatería oficial navarra, todavía vigente hoy en menor medida. Lo que en el Reino Unido fue la Monarquía, aquí lo fue la Religión encarnada en la Santa Madre Iglesia.

Infinidad de grupos de los que otro día trataré, se encargaron de sacar los colores a más de un vividor en estas forales tierras.

Amén.

Acerca de epicuro

Alumno de todo, maestro de nada...
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