Ingrid Betancourt.

Vivimos días en plena vorágine –que a uno empalaga, sinceramente- folcklórico-electoral. No estaría de más recordar a políticos que permanecen secuestrados por pensar…y hacerlo diferente a como sus dogmáticos secuestradores, claro. Se supone que existe un hermanamiento con la Pamplona colombiana: buena excusa para que quien suscribe recuerde la noticia.

John Frank Pinchao, un policía colombiano secuestrado por las estalinianas FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) desde hace nueve años: ha huido. 18 días selva a través no son pocos. Pocos aguantan, pocos sobreviven. En la fotografía que ante mí tengo, veo un chaval que no rellena el uniforme que apenas disimula un delgado cuerpo. Enseña, al lado de la que presumo su madre, un candado todavía colgando de su cuello: no es estética punk, obviamente. 1 de noviembre de 1998: en un ataque de dicha guerrilla es secuestrado junto a otros en la base policial de Mitú. Nueve años: no cualquiera lo aguanta. Y, después: la paradoja. La gigantesca paradoja en que Colombia se ha convertido durante las últimas décadas: a pesar de que la más conocida secuestrada, tal vez por su condición de colombiana y francesa (obsérvese el Hôtel de Ville parisino y su exigencia de libertad), y a pesar de que “Ingrid hace mucho ejercicio, escribe, escucha la radio y recorta las noticias de los periódicos” según dice su ahora ex-compañero de cautiverio, sus intentos de huida son ya cinco. Cinco. No cualquiera lo aguanta. La paradoja: el señalamiento geográfico que supone la huida y posterior encuentro de tal policía en una región limítrofe con Brasil: ¿beneficiará en algo a Betancourt y a los otros 56 secuestrados “canjeables”?. No es una pregunta retórica: la alegría da paso a la preocupación. El gigantesco paradigma: un inútil “Plan Colombia”; fumigaciones “anti coca” que sólo a seres humanos afectan; una narco-guerrilla cada día más degenerada y que está en pleno aniquilamiento de su “hermana”, la guevarista ELN (Ejército de Liberación Nacional) que negocia en Cuba con el Gobierno colombiano; un Estado que no deja de purgar y purgar a políticos cuyo abrazo cordial al narco-paramilitarismo es exagerado; remanentes de más de 5.000 “paras” que no quieren “desmovilizarse” cuando 33.000 compañeros lo han hecho ya, etcétera.

Ingrid Betancourt es secuestrada el 23 de febrero de la campaña electoral de 2002: todavía recuerdo las imágenes en un telediario de sus conversaciones anteriores con la plana mayor de las FARC, pidiendo que siguieran las conversaciones y que, por favor, hubiera canjes de secuestrados. ¿Por qué las autodenominadas “organizaciones revolucionarias” cuando rompen un diálogo o negociación, siempre, indefectiblemente siempre, la emprenden con quienes dialogaron? No importa si dichos secuestrados, aporreados o simplemente asesinados, no estuvieran “militar” ni ideológicamente enfrente. No importa. El sectarismo es así: ya pasan del centenar de muertos provocados por la lucha que dichos estalinistas militarizados llevan a cabo contra sus otrora “hermanos” del ELN en Arauca.

Si acabando el 2001, el filósofo francés Bernard-Henri Lévy contaba en “Reflexiones sobre la guerra, el mal y el fin de la historia” cómo en Quebrada Naín sus habitantes se preguntaban: “¿Quién mata más y mejor: un fascista o un guerrillero marxista?”, ahora, hoy, en muchos lugares de Arauca, tendrían que preguntarse qué marxista mata mejor: la población inerme sigue siendo la más perjudicada. La más desplazada: física y, por tanto, socialmente. Lévy se dormía, ya en el 2001, ante la perorata interminable del dirigente de las FARC Iván Ríos (¡que le den un púlpito al muchacho, por favor!): una letanía comunista-ortodoxa interminable. ¿Qué decir de Raúl Reyes, una máquina de expedir barbitúricos? Pero ya piensan ellos por Marulanda Vélez, “Tirofijo”, cada vez más “gagá” y máximo líder único que, como en una conferencia nos contó Camilo Gómez (a la sazón comisionado de paz del desastroso gobierno Pastrana) y quien le tratara durante largo tiempo, no pisa una ciudad desde 1975. La realidad socialista vive al margen de la realidad social: una paradoja tan grande como un país cuyo tamaño serían España y Francia juntas. Niños que nacen, crecen y se reproducen en el único mundo por ellos conocido: rifles, órdenes y uniformes con katiuskas. Paradójico.

La alegría y el asombro por la odisea de un joven policía, se trastoca rápidamente en inquietud por saber exactamente dónde están los secuestrados y la angustia por saber qué ocurrirá con ellos ahora. De saber que Ingrid, candidata por los Verdes colombianos (el partido que más daño haría a las FARC, perdóneseme la ironía), ha tenido el coraje de intentar escapar en cinco ocasiones. Resultado según cuenta Pinchao: no más radio, no más comida sin “racionar”, nada más: ¿qué no sin libertad? Y la desazón en las palabras del huido: «Ingrid fue duramente castigada por sus tentativas«. No cualquiera lo aguanta.

Acerca de epicuro

Alumno de todo, maestro de nada...
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3 respuestas a Ingrid Betancourt.

  1. Iñaki tu juro que me estremecí cuando el policia fugado pidio perdón a sus compañeros presos por las posibles represalias que su huida les podría acarrear. Vaya contradicción:L la libertad y las represalias a sus campañeros como comentas en el caso de Ingrid.

  2. Epicuro dijo:

    No me extraña nada el estremecimiento que sentiste: realmente hay veces que si no sitúas un poco el contexto general donde se da un caso así (véase en este caso el gran problema de Colombia), es difícil hablar de él asépticamente. Más bien imposible.

    La cuestión: ¿reinará la cordura en los narco-terroristas y en el gobierno Uribe? Y los puntos suspensivos dejan más suspense que nunca, abismal suspense…

  3. Epicuro dijo:

    Se leen noticias que permiten albergar cierta ilusión en el cacareado «canje». Aún así, los miles -miles- de secuestrados merecen un mejor destino que permanecer años y años de cautiverio.

    Un saludo a todos.

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