Tal vez esta Europa tenga solución a pesar de sus mensajes auto-consolatorios dedicados al multiculturalismo (equívoco concepto que nos sirve en bandeja un horrendo puzzle donde se fomenta la guetización: eso y no otra cosa es el multiculturalismo, antítesis del mestizaje en aras de la idealización del concepto del que tanto renegara Epicuro: la cultura). En ese París que en mí evoca la cordura por sus bulevares bien delineados y, cómo no, por sus Jardines de Luxemburgo de cuyo Palacio fueron expulsados los títeres nacional-socialistas, en ese París, decía, el Tribunal Correccional de la ciudad ha absuelto a Philippe Val, director de la satírica revista Charlie Hebdo. Mientras salían las caricaturas del profeta Mahoma en unas cuantas publicaciones europeas a modo de solidaridad –iniciadas en Dinamarca– con la ya amenazada revista gala, aquí, la revista satírica par excellence, literalmente se “cagaba” de miedo en su portada. La misma revista que hiciera, a quien estas humildes letras escribe, pasar una adolescencia más crítica con la educación recibida y momentos de grato escape ante la mojigatería, donde el Ente cristiano era caricaturizado inmisericordemente. La misma. La cosa cambia con el multiculturalismo: no vayamos a ofender a las “otras” religiones (culturas) que tienen unos sentimientos “muy fuertes” entre sus creyentes. Pero tanto la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia (UOIF) como la Gran Mezquita de París, van a tener que tragar con el laicismo galo que hace de la libertad de expresión saber reírse del integrismo. Repito, mejor dicho, repite el Tribunal: “del integrismo”…
Decía Marx en “La cuestión judía” que “la religión es cabalmente, el reconocimiento del hombre dando un rodeo, a través de un mediador”. ¿Por qué no reírnos algunos a costa del mediador? No hay coacción ni amedrentamiento en dicho proceder. Algunos, el Tribunal de París, lo llaman “legítimo derecho a la libertad de expresión”. Yo, también. El gran problema que nos venden diariamente en los medios de comunicación, sobretodo en la televisión, es el que Guy Debord denunciaba en “La sociedad del espectáculo”: “La alienación del espectador a favor del objeto contemplado (que es el resultado de su propia actividad inconsciente) se expresa de este modo: cuanto más contempla, menos vive; cuanto más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de la necesidad, menos comprende su propia existencia y su propio deseo (…) sus propios gestos dejan de ser suyos, para convertirse en los gestos de otro que los representa para él.” Así, toda la morralla políticamente correcta nos lleva a reírnos de todo, menos de lo políticamente correcto. Se nos olvida que antes “herimos sensibilidades” (como la cristiana) que nos traen al pairo mientras nos cuidamos muy mucho de hacerlo con las “nuevas sensibilidades”: incluso algunos, por dicha incomprensión de la propia existencia que diría Debord, creen ser culpables por haber provocado la irritabilidad de dichas “sensibilidades”: se lo dijo la caja tonta, “los occidentales somos muy malos”. El miedo a que le llamen a quien piense por cuenta propia y con la cabeza fría “racista, xenófobo” o vaya a saber Vd., pende cual espada de Damocles sobre sus testas. Sólo insulta quien no argumenta y el fanático –también el de lo políticamente correcto- no tiene ganas de sufrir: sólo de reflejar freudianamente sus frustaciones en “el otro”, el que piensa diferente. Suicida forma de pensar. Tras una cortina de intereses no siempre altruistas, no pocos intelectuales y mass-media se dedican a triturar a quien cree en una progresiva integración. “Donde fueres haz lo que vieres” debiera ser un buen principio. La idealizada “cultura” no debiera ser el comodín, el pim-pam-pum de todos los acomplejados por la caja tonta, que encima haga respetar lo inmoral. Cualquier Sancho Panza sería más cuerdo que a quienes denuncia Debord.
Por mi parte, siempre tendré para mí –sospecho- como a una gran amalgama simbólica, eso que algunos llaman religión. Sé que todas no son iguales. Lo sé. Sé que nos sabemos pocos, los ateos, los agnósticos, los panteístas, politeístas, etcétera. Y también sé que tampoco somos iguales. Ni mucho menos. Lo sé. Pero también sé que así como Voltaire fue un creyente cabal, hoy, en su Francia natal, reina la cordura. Son días de cordura republicana. Que nunca se vayan.
Imagen: el situacionista Guy Debord, un infatigable luchador contra lo política y culturalmente correcto, imperio que todo lo impregna hoy.
Cual traicionero chorizo a la sidra en una ruidosa noche de Caldera, lo sé, me repito. Mis referentes culturales y mis citas son más mundanas que las del compadre Epicuro, pero, qué demonios, en ocasiones como ésta están más que a la altura:
El cromosoma
Hace tiempo que me importa un comino,
que el último jalón de mi camino
caiga lejos de Roma.
Hace tiempo que no juego al acertijo,
tan esdrújulo de un padre y un hijo,
y una blanca paloma.
Y lo cierto es que no me desespero,
desde el día en que al célebre madero
lo comió la carcoma.
Pero si me preguntan y lo digo
aparte de algún que otro íntimo amigo
todos creen que es broma.
Y como con eso no se bromea,
esperan que Dios me dé con la tea
de churruscar Sodoma,
o que al menos diga yo, reconfortante,
que me he hecho mahometano o protestante,
hablamos otro idioma.
Pues nada más que eso me faltaba
que tuviera que asirme a la chilaba
del profeta Mahoma,
ni a tripa de Lutero ni aún de Buda.
Prefiero caminar con una duda
que con un mal axioma.
Porque dudo que la final de este asunto,
la cosa no se acabe con un punto
sino con punto y coma,
y no espero un cielo o un infierno.
Lo más confío en que seré algo eterno
gracias al cromosoma.
Tranquilo puedo vivirme mi historia
sabiendo que a las puertas de la gloria,
mi nariz no se asoma.
La muerte no me llena de tristeza,
las flores que saldrán por mi cabeza
algo darán de aroma.
Javier Krahe
Sólamente puedo añadir: amén.
Como siempre: grande ese Krahe, amigo Antístenes, grande…más que cualquiera de los «entes» mencionados…al menos, más apegado a lo mundano: lo único que poseemos.
Un saludo amigo, nos vemos en el Cynosarges. 😉
Totalmente de acuerdo con tu artículo. Sólo quería hacer una puntualización, no a tí, sino al pensamiento débil de estos tiempos.
La cultura es una y sus manifestaciones, pensamiento, cine, literatura, no son distintos en cualquier punto del globo. Los árabes del siglo XV manejaban la cultura clásica como cosa propia. Si vemos una película china, sus temas son los propios de la humanidad y sólo nos puede llamar la atención el atuendo y los escenarios si se desarrolla en tiempos pasados.
Otra cosa son las costumbres que pueden ser ligeramente distintas. E insisto en lo de ligeramente. Hablar de que hay choques culturales entre los inmigrantes y los analfabetos autóctonos es un escarnio a la razón. ¿Sobre que tema filosófico, científico, literario no se ponen de acuerdo? No serán sus costumbres las que colisionan y, más aún, sus intereses.
En resumen, más que de multiculturalismo se debería hablar de multicostumbrismo, puro folklore. Pero a confusiones de este tipo ya nos tienen acostumbrados los medios de comunicación en los que a una idea, generalmente mala, se le llama filosofía. Cuantas veces hemos podido escuchar de los labios de un empresario o de un entrenador de futbol: nuestra filosofía es tal o cual.
Totalmente de acuerdo amigo Catón y tomo nota de su concepto: «multicostumbrismo». La reflexión que desarrolla es sumamente interesante.
Hace un tiempo, sirva sólo como pequeñísimo aderezo a su amable contestación, vi un reportaje en el cual allá por Suráfrica y por la parte norteña nigeriana, se ponía por parte de bienintencionadas ONG’s pancartas con aquello de que «La ablación NO ES CULTURA«…
No deja de ser representativo: una costumbre -como bien apunta Vd.- animista y anterior al Islam, es absorvida por éste en dichos pagos. ¿Interés?: seguir sometiendo a la mujer en el ejemplo que expongo.
Realmente eran pocas las madres que entregaban sus cercenantes y castrantes cuchillos (roñosos donde los haya), pero algunas lo llegaban a hacer y sin moverse de su país de origen.
Sirva -me temo haberme extendido en demasía- para ejemplificar lo que tanto Vd. como yo pretendemos decir sin caer en frivolidades: hay más intereses en el reduccionismo a uno mismo con los suyos y costumbres por brutales e inadecuadas que sean, que otra cosa.
Un afectuoso saludo.