“La prosperidad, o el atraso, no dependen de la voluntad de Dios, sino del resultado de las acciones del hombre”: no, hoy no invoco a ningún clásico (ya lo hizo para el tema que hoy trato Lucrecio); la frase es más que reciente. Pertenece a una mujer que admiro: Ayaan Hirsi Ali, escrito en un artículo recogido en su libro “Yo acuso”. ¡Y vaya que si acusa!: toda una batería dialéctica contra los nuevos “relativistas” que aquí, en occidente, no se dan cuenta que al pretender “respetar a una cultura”en aras del cacareado “multiculturalismo”, ayudan a dejar en el peor de los atrasos a la misma, en el caso que nos ocupa: la “cultura” musulmana.
Habría mucho que decir sobre el concepto “cultura” (recuérdese: enarbolado por los enemigos de la Ilustración y las luces primero; por el romanticismo después y por los nacionalismos decimonónicos herederos de aquél hasta hoy) y habría mucho que decir del concepto “multiculturalismo” (que se basa en conceptos de un filósofo idealista y romántico como Herder, donde tanto nacionalismo e idólatra de la “cultura” bebe).
Pero hoy sólo traigo a colación el libro, que vivamente recomiendo, de Hirsi Ali, para recordar una de las muchísimas injusticias que la religión musulmana provoca: los matrimonios concertados.
La propia Ayaan huyó de su Somalia natal a causa de dicho rito, ya que no pudo hacerlo del ancestral ritual (recuperado por el Islam en amplias zonas de África) de la ablación: no puede haber mujer ni hombre que defienda tal horror. Así, las organizaciones humanitarias que por allá actúan, llenan los pueblos con enormes pancartas en las que se lee “La ablación no es cultura”. De nuevo la palabra mágica, en este caso, empleada con buena intención.
Reconozco mi desconocimiento, hasta que leí “Yo acuso”, en cuanto al dichoso “matrimonio concertado” con respecto al Islam, aunque en El Corán haya varias referencias al respecto, así como de la “comprobación” de la virginidad de la mujer en el momento de contraer matrimonio. Que El Corán rezuma misoginia por todos lados, lo sabemos aquellos que nos hemos tomado la molestia –nunca mejor dicho- de leerlo. Ocurre lo mismo con los libros religiosos de los otros dos monoteísmos. Pero que algunos“relativistas” de nuevo cuño, como bien dice Hirsi Ali, quieran mirar hacia otro lado: es indignante. Tanto es así, que la buena de Ayaan debe, de nuevo, exiliarse. Y no por quien le amenaza (pues amenazadísima de muerte está: recuérdese el papelito dejado por el joven fascistilla que asesinó a Theo Van Gogh), sino por quien mira a otro lado. ¿Es peor el supersticioso, el despreciable maniático y neurótico teócrata que asesina, o quien “le deja hacer” mirando a otro lado o diciendo que Van Gogh “era un extremista”?
Recuerden a la hora de emitir la respuesta a esta pregunta no retórica lo que ahora, en el 50 aniversario de la muerte de Beltolt Brecht, tan oportunamente viene a colación: al final de tanto mirar egoístamente a otro lado, alguien se pone delante y la hipócrita vida se acaba ante el coherente fanático.
Así ha ocurrido en Italia a una muchacha que no quiso mirar a otro lado por muy musulmana que fuera: Hina Saleem representaba la Ilustración que, a veces cándidamente, tanto reclama Ayaan Hirsi Ali para el Islam. Hina Saleem representaba el más auténtico mestizaje: el que no entiende de bobadas “culturales” a respetar.
Hina Saleem era, porque el humano por definición es mestizo, bastante más humana que su padre: en todos los sentidos.
La superchería abotarga todavía el pequeñísimo cerebro de semejante neonazi sólo comparable a un Ahmadineyad: seguro que el papi se siente un héroe y dormirá tranquilo por tener esperando, después de muerto, a las uríes en el más allá, entre ríos de leche y miel.
Así es el humano: siglos de avances científicos no garantizan, ni mucho menos, avances morales.
El buen musulmán, antes que papá, degolló a la “impía” de su hija por estar viviendo con un chico italiano y católico: doble pecado. Si añadimos que ya tenía “apalabrado” a un muchachete muslim: triple pecado. Menos mal que el «salvador» de su niña tuvo la delicadeza de enterrarla en su jardín cara a La Meca, no vayamos a pensar que es un insensible.
La superstición sigue enfermizamente en las diminutas mentes de no pocos humanos…y algunos se obstinan en seguir mirando hacia otro lado.
Brecht , definitivamente, tenía razón.
Fotografía: Hina Saleem. Sirva este artículo como homenaje a quienes como ella luchan contra la superstición de la mejor manera posible: viviendo o, al menos, intentándolo.
Enlace de la noticia en la prensa italiana: http://www.corriere.it/Primo_Piano/Cronache/2006/08_Agosto/13/pachistana.shtml