Salgo de un céntrico piso envuelto en mil pieles grisáceas y húmedas que, no hace tantas horas, se veían teñidas de agua y nieve. Intento, lo juro, lo intento con todas mis ganas y por san Bertrand Russell que estás en mi biblioteca, no dejar que tal vestimenta incida en mi humor.
No, ya salí del trabajo. El gris, el viento polar, todo lo dejo ahí abajo, en la calle. Yo, a salvo, sonrío en mi queridísimo y tan pequeño como acogedor “Txoko”, donde la música es ahora la que me envuelve apaciblemente. Los libros hacen de su interminable papel un magnífico envoltorio para quien escribe un tanto cansado por madrugar.
Y precisamente por esas razones laborales, y porque uno ya nació así, echado en el suelo del salón de casa de mis padres leyendo a tierna edad el periódico de turno tamaño sábana, por todo ello: llego enfermo de actualidad.
¿De verdad que este invierno es tan frío como creen?: perdónenme el estar tan metafórico, creo que es una descortesía. Ahora bien, sinceramente, volviendo para mi hogar pensaba que más que invierno climatológico, en lo político es más bien un infierno falto de gracia y aburrido, pero que lleva al hastío y al cabreo en sus más altas cotas.
Un inane presidente del Gobierno pidiendo, exigiendo, un patriotismo a la oposición para hacer pactos en pro de la nación ante tan horrible crisis. El mismo patriotismo que negó a la misma oposición cuando a ésta se le ocurrió hablar de “crisis” y no de subterfugios como “desaceleración económica” y otras sandeces.
Y una oposición pacata, mojigata, que mira su rédito electoral y los estipendios sus espabilados que calientan poltrona.
Infierno político donde uno larga un aullido pidiendo, por favor, que al menos los políticos me mientan bien.
La que en muchas ocasiones he denominado como “dictadura silenciosa” sigue adelante: trabajadores de la construcción, del sector servicios, del periodismo, del servicio doméstico, de cualquier clase y género, mintiendo u omitiendo que se hallan en el paro o cobrando ignominiosas nóminas…o incluso trabajando sin cobrar.
El «qué dirán” nunca funcionó tanto malgastando energías físicas y psicológicas a quienes más débiles se hallan en el mercado laboral.
Pero ya estoy en el “Txoko”, con Voltaire, con Marx, con Platón y Aristóteles, con el enorme Epicuro y con Lucrecio…hace demasiada apatía hoy ahí afuera como para dejar a tan insignes señores y a mi compañera.
Quede fuera por tanto, sin dejarlo entrar por la “caja tonta” si quiera.
El infierno político.