En Irlanda del Norte, de nuevo, se avivan fuegos apagados: un perpetuo desgajamiento del movimiento terrorista IRA así lo atestigua atendiendo a su historial. Grupo de orígenes decimonónicos, con Michael Collins a la cabeza consiguió un “Estado independiente” insuficiente para los maximalistas del lugar. Dicho grupo también fue la herramienta que empleara en una guerra civil Éamon de Valera, hasta conseguir aniquilar a Collins.
De Valera, viéndose ya en su ansiadísimo poder, consigue su añorada “República independiente” olvidando su reivindicación sobre los seis norteños condados, que seguirán bajo dominio británico. Pero llegados ya los 60, el IRA norteño (prohibido en la República) no hace sino hablar –como casi todos los grupos terroristas de la época- de la “lucha de clases”, de terminar con la “burguesía” promulgando incluso, la unión de trabajadores católicos y protestantes para conseguir dichos fines. Es el momento del primer gran desgajamiento: un ultranacionalista IRA Provisional (Provos) dan su coup d’etat asesinando incluso a antiguos conmilitones. Es la escisión más duradera, alimentada por el denominado e infame “Domingo Sangriento” que, por la torpeza de los paracaidistas británicos, hizo que el incipiente movimiento pacífico por los derechos civiles quedara arrinconado, en beneficio del reforzado y nuevo IRA. De ahí al “Viernes sangriento”: veintidós bombas en una sola noche sacudieron Belfast asesinando a nueve personas. Pero el IRA cambió lucha por compromisos en inteligentes y no poco aguerridos movimientos a mediados de los 90. No obstante y como en toda historia nacionalista, dos grupos nuevos disidentes: el CIRA (IRA de Continuidad) y el RIRA (Real-IRA o IRA Auténtico, como traducimos aquí), hacen su aparición. Grupúsculos extremistas que no entienden de negociaciones, pero sin apoyo popular e incluso con la hostilidad manifiesta de la comunidad nacionalista y católica. Si el antiguo INLA, una especie de Frente de Liberación Nacional de tinte irlandés, era acoquinado en sus propios pisos francos por sus vecinos pro IRA y Sinn Fein, estos nuevos hijos del IRA sufrieron lo propio.
Pero hace un año comenzaron nuevos atentados y yo entonces leía en un interesante reportaje que se había llegado a encontrar en un piso franco a “un decrépito terrorista” contando batallitas a críos ávidos de acción. Críos, hijos de la crisis que a todos nos atenaza, que no conocieron los años de plomo y cruces de atentados entre paramilitares y republicanos. A tan tierna edad se cree poder vencer la muerte o que ésta es un precioso tesoro guardado para los salvadores de la patria. En su mundo la dignidad individual no existe, sólo la colectividad manda. Hasta la muerte se imaginan, desfilando de victoria en victoria, hasta la derrota final. Es el grave problema que quiere, y todavía puede ser, la violencia en el Ulster: una auténtica guerra civil. Cabe recordar, para mentes obtusas dadas a ver westerns de buenos y malos, las enormes diferencias con lo que por aquí pueda suceder. Cabe recordar cuando se levantaban los diferentes muros para separar barrios enteros en Belfast y otras ciudades, los protestantes o los católicos que tenían que dejar una zona, lo hacían dejando las llaves del gas abiertas para sus nuevos moradores. Y eso lo dice todo un Gerry Adams en su autobiografía “Antes del Amanecer”.
Cabe recordar que por encima de dichos muros, volaban cócteles molotov arrojados por señoras con pinta de amas de casa. Caben recordar también, los comunicados del IRA llamando a la población republicano-católica a no provocar disturbios en los anacrónicos desfiles veraniegos de sus contrarios.
Pero las criaturas que montaron enormes algaradas el pasado año así como atentados contra militares pero, sobre todo, contra agentes católicos de la nueva policía del Ulster (PSNI), no entienden de buscar empleo. Los últimos policías asesinados eran católicos animados a emplearse por la nueva supuesta situación política, viendo cómo quedaba atrás la sectaria Policía Real del Ulster (RUC). Mas en Milltown Road, el pasado ocho de enero, Peader Heffron de 33 años, fue atacado con un explosivo por sus vecinos católicos. En uno de los últimos atentados del pasado año, en Craigavon, murió otro policía católico a manos de un crío de 17 años de un barrio cercano al suyo. Son, como digo, hijos de la crisis. Niñatos que se creen invencibles o, peor aún, mártires.
No sabiendo morir hacen buenas las palabras del filósofo rumano Emile Cioran: “Los antiguos sabían morir. Elevarse por encima de la muerte fue el ideal constante de su sabiduría”. Nadie cree ya en los antiguos, en el Ulster al menos. Y nadie sabe morir ni pensar en la muerte, algo tan obvio que no es propio de sabios, como defendía Epicuro.
Y todo el mundo piensa, teme, una palabra: Omagh. Muerte.
Imagen: Omagh, el Horror. ¿Es bueno tener memoria?
P.S.: Gracias a DIARIO DE NOTICIAS por su publicación en «papel»: http://noticiasdenavarra.com/2010/01/14/mundo/morir-en-el-ulster y al periódico del mismo grupo, NOTICIAS DE GIPUZKOA:[Enlace roto.]
Iñaki Oneca Agurruza.