Es algo que uno no puede evitar: esa sensación de que nada cambia. Lo estático es sinónimo de muerte. Sólo el movimiento es vida. Pero sí, es algo que no puedo evitar. Cómo será el hecho en sí que consigue animarme a escribir en este jardín un tanto maltrecho y descuidado. De nuevo el ambiente empalagoso. Sigo respetando, sinceramente, a quien disfrute de las navideñas festividades. Máxime a quien se haya dedicado a procrear la especie por darle más sentido a todo. Pero yo, tras unos largos paseos por la ciudad y por diferentes zonas, sigo opinando lo mismo. Veo tétricamente inmutable todo un año más. Otro año más (Tempus Fugit).
No me molesta el mercantilismo: esta época hace que se mueva “la pana” –aunque sea poco- y se creen algunos puestos de trabajo. Que el comercio tenga algo de movimiento no me parece mal. Vamos, que como soy así de especialito o que simplemente tengo una opinión propia, puedo estar más de acuerdo con quienes disfrutan estos días sin más pretensiones. No puedo estar tan de acuerdo, no obstante, con los quejicosos que nostálgicamente hablan de que un pretendido “espíritu navideño” se ha echado a perder por el mercantilismo.
No entiendo de “espíritus”. Mucho menos navideños. Sí entiendo lo que es mal gusto. Entiendo que encender menos lucecitas que no embellecen nada, sigue siendo un derroche. Que se haga menos, no quita para que haya tenido que ver, atónito, cómo un edificio institucional se ha “engalanado” de lucecitas. Un edificio que habita normalmente una casta política que ha dado un ejemplo vergonzoso en cualquiera de sus siglas.
No lo entiendo, sinceramente. Entiendo a los críos y su ilusión por ir en camello. Entiendo sus esperanzas, sus ilusiones. No entiendo la desfachatez que supone engalanar, a cargo del erario público, un edificio que ha representado una vergüenza tras otra durante demasiado tiempo.
Espero que estén pasando unas buenas fiestas. Algunos no tenemos mucho que celebrar: Que nada cambie con la que está cayendo, por ejemplo. Pásenlo bien…siento no acompañarles.