Patética y mísera sucesión de escenas en la política con minúsculas cada vez más justificadas. Tal vez en el reciente cumpleaños de este jardín así como de su humilde dueño el pasado día 29 de marzo, tal vez, digo, por ello no he podido escribir tanto como antaño: todos, de una u otra manera, nos vemos asfixiados.
La prensa ha pasado a ser el necesario pepito grillo de todo este “cafarnaún”, que graciosamente decía el periodista y escritor catalán Josep Pla.
Todo este caos ecónomico-financiero ya no se trata de la manida macroeconomía. No sólo al menos. Todos en la no menos manida “microeconomía” lo notamos: nos mandan al paro y la corrupción campa a sus anchas. La “fiesta” económica de los años 90 o 2.000 pasa factura a quienes menos hemos derrochado: es una especie de resaca injustificada. Los “mass media” se hacen eco de un elenco de nombres propios: Grecia, la eterna Grecia, Chipre, España, Italia, Portugal…nombres todos que parecieran pertenecer a fichas de un tenebrosísimo dominó.
Este jardín comenzó a florecer un bonito 29 de marzo de 2006. Desde entonces –el lector lo puede comprobar en la pestaña de la columna derecha con el nombre de «Archivos«- este humilde “juntaletras” ha escrito sobre y de todo. Hay temas (incluidos personales) sobre Política –ésta sí con mayúsculas- porque a uno, de las pocas cosas que ya le van apasionando, es la Filosofía Política. No así los políticos. La casta política. Pero como se puede intuir por lo dicho más arriba: nunca pensé que dicha “casta” llegara hasta estos límites en un momento tristemente histórico.
Todo está disparado, vivimos en una especie de “dictadura fiscal gobernada por una pantalla de plasma” como otro periodista y escritor, Arturo Pérez-Reverte, atinó justificadamente a definir a través de Twitter.
Los políticos, esos insanos e insensatos personajillos, se dedican a no hacer caso de uno de nuestros grandes sabios: Baltasar Gracián. Y retumba en mí, desde que he amanecido hoy, sus sabias palabras: “No se puede ser tan de los otros que uno no sea de sí mismo”. Descripción perfecta de los parámetros psicológicos que reinan en los políticos no sólo nacionales, europeos en general también.
Yo no soy de los otros, soy de mí mismo: déjenme robar, porque yo lo valgo y se me debe. Amén. Así parecen pensar algunos.
Bien es cierto que la lectura correcta del apartado 33 de su Manual del Arte de la prudencia cuyo título es “Saber apartarse” es que uno no puede perder su individualidad en aras de ser “tan de los otros” (léase para el caso: como el resto del partido). Y a eso, precisamente, es a lo que se dedican los políticos mientras todo, y digo todo, se está viniendo a pique. Se dedican al infantil reproche del “y tú más” mientras el barco está más jodido que el Titanic. No hemos chocado con un iceberg, hemos chocado con todo un continente.
Imagen: nuestro gran Baltasar Gracián, atinado siempre. Admirado por nada menos que La Rochefoucauld, Schopenhauer y Nietzsche.