Perdónenme, vaya por delante mi absoluta falta de rigor hablando de tal formato televisivo. De verdad, perdónenme. Pero siendo puro entretenimiento, al cual también tenemos derecho los humanos ante una vida vertiginosa y llena de preocupaciones, también es cierto que dicho producto es susceptible de ser intervenido por papá Estado. En Venezuela, perdón, en la República Bolivariana de Venezuela, así es. El Estado no deja margen a la intimidad, al individuo. Y ahora Chávez la toma con uno de los productos televisivos que más dinero mueve en su queridísima patria: las telenovelas (antaño culebrones, si mal no recuerdo). Y es que el sátrapa quiere que «las telenovelas sean más socialistas«, pontifica.
No pocos biempensantes ante mi escepticismo por sus proclamas paradójicamente anacrónicas sobre «el socialismo del siglo XXI«, que gritaba como un poseso al lado de una imagen de Jesucristo y de otra del Che Guevara; no pocos biempensantes (cándidos a la manera volteriana, más bien) dieron un giro comentándome su preocupación por querer conformar un partido único. Es decir, hacer del Movimiento Vª República de una coalición a un Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), es decir, un partido-Estado.
¿Pero tan poquito hemos aprendido de la pasada centuria?: era y es la consecución lógica. La perpetuación en el poder de un «tirano banderas» cualquiera pasa, por aquellos pagos, por hacer un partido único a la manera soviética pero con más gracia (el Caribe es el Caribe, señores). El resultado, igualmente, es la aniquilación total del individuo como tal. De su dignidad y de su libertad. Subsumiendo todo ello a la masa: patria o muerte. Amén.
Tras su asalto a los medios de comunicación opositores -mayoritarios- y la creación de «universidades del pueblo» que son pisos en donde se adoctrina al por mayor, lo siguiente estaba cantado: también la diversión será del Estado. Y la chica de vida disipada socializará sus relaciones sexuales con ricos y pobres por igual (pero más con éstos); el pérfido malo malísimo tendrá nombre y apellidos yanquis y un mote: «El pitiyanqui«; la mujer de la limpieza dará un golpe de Estado aniquilando mocho en mano a todo explotador que le diga que es una cotilla y el pícaro mayordomo que se acostaba con la señora de la casa de al lado a cambio de información, será castrado en plaza pública para mayor demostración de qué hacer con «los enemigos de clase». Falta -tampoco quiero dar ideas- cómo no, la vestimenta totalmente idéntica de todos los personajes: de uniformado rojo rojísimo (rojo sangre) y boina calada. Hasta cuando una despechada se dé a la bebida será una bebida del Estado, como el asqueroso vodka «de la victoria» que tuviera que beber Winston Smith en «1984«. A veces me pregunto si habrá leído Hugo Chávez dicha obra del bueno de Orwell: me temo que mi conclusión es afirmativa, pero no puede, no sabe leer la crítica a tan odioso sistema que todo lo invade.
Cámbiese «Victoria» por «Bolivariano» y las próximas telenovelas llevarán tal nombre al igual que el ron, los cigarrillos y los coches que en ellas aparezcan. Mientras, el Bolívar va a ser devaluado y la gente acude en desbandada a los comercios ante la subida de precios de un 50% y el país se ve mermado por la crisis capitalista que tanta barata y bravucona ironía produjo en este Tirano Banderas. Así, los miembros del PSUV se arroparán desfilando con más hambre y más conciencia de clase cantando aquella vieja canción republicana con tintes actuales: «a las barricadas revolucionarias, por el triunfo de la telenovela«.
Es, para desgracia de los venezolanos, el triunfo de quien quiere convertir su vida en una bolivariana telenovela a modo de nueva caverna platónica.
P.S.: De bien nacido es ser agradecido, gracias DIARIO DE NOTICIAS: http://www.noticiasdenavarra.com/2010/01/17/politica/a-las-barricadas-por-las-telenovelas
Iñaki Oneca Agurruza.