Muerte del ídolo.

No soy revolucionario, ni socialista, ni nada parecido. Es algo que no va para nada conmigo. Políticamente creo en la individualidad. Todos los partidos políticos que conozco sobre la faz de la tierra parecen empeñarse en suprimir la individualidad. Necesitan colectivos que voten en bloque. Necesitan grupos. Lo que buscan es la homogeneidad de las masas (…). Odio todos los grupúsculos y cualquier tipo de asociación porque destruyen la personalidad y la individualidad. Quizá una habitación llena de gente con ideas muy distintas sea caótica, pero es un caos maravilloso, con altas dosis de diversión y muy didáctico”.

Quien así se describe en su autobiografía no podía ser tan idiota como aquél que veneráramos algunos en nuestra adolescencia: Sid Vicious.

Institucionalmente conocido como John Simon Ritchie, vuelve a estar en la prensa: una película-documental hablará sobre si tal vez no fuera él quien matara a su novia groupie y yonqui.

Da igual: los dos estaban ya muertos en vida. La dama blanca se había apoderado de la repelente Nancy Spungen antes que del propio Sid: ¿importa si Vicious estaba colocado con más de treinta barbitúricos y no pudo matar a su chica en el Hotel Chelsea de Nueva York y sí, tal vez, un camello que encima les robó?

Johnny Rotten (John Lydon) no era tan llamativo para chavales de 14 ó 15 años. Vicious sí. Como no existía ni Internet ni demasiadas revistas especializadas sobre el tema, muchos creyeron que había un ataque cornúpeta por medio para tamaño homicida final.

Rotten es inteligente: para él la heroína, como el dogma político o religioso, es necesariamente autodestructivo. Crea en vida muertos y asesinos.

¿Importa realmente si fue Vicious?

2 de febrero de 1979: hace treinta años, después de salir bajo fianza de la cárcel en la que se intentó suicidar y donde fue violado, John Ritchie, Sid Vicious, muere tras la cena que su mamá hippie le hizo a base de pasta a la boloñesa culminado con una dosis pura de heroína.

Rotten tiene inteligencia.

Vicious tenía pose: muerte. Nada.

Son tiempos lo suficientemente jodidos como para acabar ya con los falsos ídolos.

Imagen de arriba a la izquierda: el histriónicamente inteligente John Lydon (antaño Johnny Rotten) a día de hoy.

Imagen de la derecha: el maleable Sid Vicious, la pose, la estulticia, la muerte: nada.

Acerca de epicuro

Alumno de todo, maestro de nada...
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4 respuestas a Muerte del ídolo.

  1. Maika dijo:

    Iñaki que pena que las drogas y la fama destruyan la vida de una persona.
    Posiblemente John Simon Ritchie no hubiera acabado así, sino hubiera sido famoso, aunque eso no lo podemos saber verdad?. El caso es que Sid no está aquí…murió un ídolo de la adolescencia por culpa de las drogas, eso si lo sabemos.
    La fama puede arruinar la vida de una persona si ésta no tiene los pies en el suelo.Desgraciadamente fama y drogas van muy unidas…
    Espero amigo Iñaki que tu problema del trabajo se vaya solucionando.Aunque me imagino que con las listas que hay del paro, no se como se va a solucionar esto la verdad…
    Abrazos de tu amiga
    Maika

  2. Epicuro dijo:

    Tienes razón Maika: el despegarse de la realidad pura y siempre dura, es algo fatal pero muy común, excesivamente común, cuando la fama repentina llama a la puerta de gente tan joven.

    Gracias por tu preocupación, la verdad es que aunque estudio no sé muy bien para qué y busco trabajo todos los días (ya que ni siquiera me dejan hacer cursos formativos), es duro verte convertido en estadística todos los días. De momento uno aguanta con la punta de los dedos gracias a no vivir solo, pero ¿hasta cuándo? 🙁

  3. marco dijo:

    Ánimo amigo Epicuro, por compresión laboral y status intelectual que creo ambos compartimos (me refiero a la inquietud del conocimiento) te recomiendo una peli que vi precisamente ayer, «ahora o nunca» muy recomendable amigo, muy recomendable y es que carpe diem porque tempus fugit. Un abrazo enorme

  4. Epicuro dijo:

    Tomo nota de la película y de todo lo dicho, puesto que ¡no es cualquiera quien me recomienda la película!

    Un abrazo amigo Marco, Carpe Diem

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