Somos unos pobres ignorantes que, enorgulleciéndonos de ello, nos empecinamos en ver cosas donde no las hay: ahora, se descubren pueblos “indígenas” habiendo vivido de espaldas a “la civilización”.
Es cierto: la noticia es atractiva. Pero la intrahistoria, es decir: la molestia de leerse la noticia, lleva a ver cómo el gobierno de Brasil hace un llamamiento a preservar la amazonia. Honorable causa, claro. Pero utilizar para ello el hecho de que a antropólogos y demás investigadores se les hayan pasado hasta veinte puntos donde existen comunidades –recalcan- en donde no ha habido contacto con “la civilización” (el progreso, diríamos), al efecto de conseguir conmover conciencias a través de dicha causa protectora para el Amazonas, pulmón de pulmones, me parece amoral.
E inmoral me parece el hecho de que el mismo gobierno brasileño reconozca que dichas comunidades, fotografiadas lanzando desafiando a la ley de la gravedad lanzas y flechas, pintados de negro unos y de rojo otros (son diez nada más), son comunidades que “se vieron obligadas a refugiarse en la zona de la frontera entre el Perú y Brasil a causa de la violencia”, lleva a cualquier ser racional a pensar que sí tuvieron contacto con…”la civilización”.
En el caso que me ocupa: Sendero Luminoso en su guerra “reeducativa”, aniquiló lo suyo, el ejército también: unos 6.000 mil Asháninkas fallecieron y cerca de 5.000 personas estuvieron cautivas por Sendero Luminoso, además se calcula que durante los años del conflicto desaparecieron entre 30 y 40 comunidades Asháninka. La Comisión de la Verdad acusa al loco terrorismo maoísta de cuño latino de genocidio.
Ello no es óbice para que si las fotografías son auténticas –repito- si son auténticas, no dejen de ser sus protagonistas humanos que debieran recibir una atención, lo mismito que las tribus africanas ancladas en el pasado verbigracia grupos piadosos u ong’s, algo obvio no para todo el mundo, según el continente, pues hay quien idealiza inmoralmente los términos “indígena”, “civilización”, “Amazonas”, “Protección”, “Identidad” y demás platónicos universales.
Pero si las imágenes son auténticas y los diez personajes con taparrabos, enfundados en pinturas y con lanzas y flechas atacando a la avioneta que los fotografía son reales; nos darían la esencia, lo innato en el ser humano: reaccionamos con violencia –como cualquier otro animal- a lo que tememos.
Sea una avioneta, sea al distinto.
Es la muerte de Rousseau.
Es la muerte del «buen salvaje«.