Y lo olvidamos: está en nuestra condición. La misma que tanto han explotado, y explotan, las diversas cosmovisiones que convenimos en llamar “religiones”. La condición humana – título de tantos venerables libros como el de Hannah Arendt– es cruelmente contradictoria.
Freud supo teorizar los comienzos de tamaña sospecha: nos engañamos las más de las veces, nos controlamos, también. La ética, humana creación, es la disciplina a la que nos agarramos para no ser lo que no queremos: un monstruo.
El monstruo que todos llevamos dentro (Freud llegó a la conclusión de que todos somos descendientes de caníbales) se llama, hoy, en la prensa mundial: Fritzl, en Austria. Pero los ha habido de todos los colores y lugares: Stalin, Pol Pot, Hitler, Mussolini, Franco, y tantos otros con la excusa de diversas religiones políticas. ¿Hay que recordar a Paul Schaefer, aliado de Pinochet , pedófilo y nazi entre otras lindezas, arrestado allá por el 2005 en Argentina?
Está en nosotros: la decisión. Única responsabilidad: la nuestra. Justicia: no deja de ser otra convención nuestra institucionalizada que, en quien ella trabaja, bien sabe, o cree, qué es la injusticia. No pocas veces hija ésta de la primera, todo hay que decirlo.
Está en nosotros, pues: la elección. Ser libres es elegir: también elegir no ser unos monstruos es algo muy nuestro. Matar, violar, forzar, secuestrar, torturar, exterminar y todos los peyorativos verbos que se les puedan ocurrir, son, han sido y me temo, serán, teorizados e incluso justificados por el único animal que puede hacerlo: el humano.
Fritzl es humano: y ello nos avergüenza. ¡Cómo no! Pero ello no debe hacernos caer del guindo que tan laboriosamente nos hemos fabricado: es humano aunque sea un monstruo. Nos guste o no. No son pocos los “humanos” que en el sureste asiático, en el caribe y en tantos lugares del planeta se dedican al llamado “turismo sexual”: sólo a un ser tan complejo y contradictorio se le ocurriría algo así y, encima, ponerle semejante nombre.
Que el “humanismo” mal entendido no nos haga caer en errores: Hitler dicen que era encantador en las distancias cortas y Pol Pot sonreía simpáticamente a todo el que se le ponía delante. Ello para nada les hacía ser menos hijos de perra.
Lo importante: la elección está en nosotros, ergo nuestro es el problema.
Lo odioso: todos los nombrados eran, son, humanos. Demasiado humanos.
POST SCRIPTUM: Agradezco, sinceramente, la publicación del presente artículo en «papel» hoy, día 7 de mayo de 2008, a Diario de Noticias de Navarra , concretamente en su sección «Cartas al Director«.
Imagen: Toda una demostración de cuán peligroso – y marcial- puede llegar a ser el humano.