Como idiotas los hay en todas partes (la clase más internacionalista e interclasista que existe), a alguno que hacía gala y bandera de ello, le dio por decir hace unos años en el medio de comunicación en que trabajaba, que Primo Levi se había suicidado por motivos inconfesables que, por supuesto, el periodista-psicólogo en cuestión, desentrañaba.
Rápidamente fue respondido por otro compañero de profesión un pelín más honesto: los sufrimientos vividos por ser partisano italiano y, en mayor medida ¡qué duda cabe!, judío, el ser de los pocos supervivientes de Auschwitz, el tatuaje, el hambre, el hacinamiento vividos y la angustiosa y tétrica pregunta: “¿Por qué yo me salve y todos ellos no?”; todo aquello no tenía nada que ver en una mente atormentada. Había que buscar algo más morboso.
Hoy, pues, hace 21 años que no resistiera seguir viviendo con dicha tormentosa pregunta sin respuesta el físico y escritor: Primo Levi.
11 de abril de 1987: Levi tal vez encuentra la tregua que define en su obra del mismo título, tras ir saliendo de El Horror al que es capaz de llevar al ser humano el fanatismo más absoluto:
“Los meses que acababan de transcurrir, a pesar de su dureza, del vagabundaje por los márgenes de la civilización, se nos presentaban ahora como una tregua, un paréntesis de ilimitada disponibilidad, un don providencial pero irrepetible del destino”.
P. S.: Considero una buena y grata recomendación leer la indispensable trilogía de Levi:”Si esto es un hombre”, “La tregua” y “Los hundidos y los salvados”. Su lectura sería un buen homenaje.