Sólo un niñato –o no- es capaz de cometer la mayor de las burradas éticas: matar a quien como él no piensa, hacer desgraciada a una familia extraña (la del asesinado), así como a la propia (la del terrorista).
Es todo tan manido que no me siento cómodo escribiendo hoy: ¿cómo hacerlo tras tener razón? ¿Soy soberbio? Tranquilos: no tengo abuelas. Perdónenme por tener razón. ¿Recuerdan cómo el que suscribe hablaba ya hace un tiempo de cómo las llamadas “organizaciones revolucionarias” acababan matando o secuestrando a aquéllos que habían estado negociando con dichas organizaciones?
Ingrid Betancourt es un claro ejemplo: mujer que representaba a los Verdes en la convulsa Colombia, participó de manera activa en las negociaciones de paz con las estalinistas F.A.R.C. Se acaban las negociaciones: se acaba la paz (en entredicho, pues las FARC siguieron masacrando al pueblo que dicen defender, sólo que teniendo una zona de “distensión” como cuatro Navarras, en donde sus comandos o “Frentes” después de asesinar se refugiaban). Se acaban las negociaciones: matemos a los negociadores.
Es la ilógica lógica de dichas anacrónicas “organizaciones”.
No voy a sermonearles, tranquilos: escribo de manera inmisericorde porque si no, uno no consigue atraer la atención del lector. Aparte de ello: ni intento ni quiero pontificar. Que me crea el que quiera.
Hagan con su voto lo que deseen: excluida esta vez la sana abstención. Que los ciudadanos nos sintamos individualísimamente sujetos de derechos y deberes, es la libertad. Anteponer a ello conceptos como “pueblo”, “patria” o “clase”, se me antojan engañuflas para –como diría Ortega y Gasset– “hombres-masa”.
Hagan lo que deban.
P.S.: Vaya por la familia de Isaías Carrasco, especialmente para su hija Sandra. Y sirva también para Mondra-Arrasate, pueblo que bien conozco, de homenaje la imagen: ¿seguiré teniendo amigos y amigas de antaño en dicho industrioso pueblo?: sólo estas líneas lo provocarán en una localidad tan mojigatamente polarizada.