ETA: sangrienta inercia.

Hasta Txomin Iturbe en su época y antes de su absurda muerte en Argelia, llegó a verlo claramente. El apoyo popular iría en detrimento por el aumento de las acciones indiscriminadas y la presión francesa, al alimón con la española, que harían asfixiar a ETA en cuanto a razones, economía y los mencionados apoyos “populares”. Todo ello, priorizaba la negociación en aquellos aciagos años ochenta. Así lo veía Iturbe.

En este viaje a ninguna parte, cuyo camino está plagado de muertos de todos los colores, hasta los propios fundadores de dicho grupo terrorista dan la razón a las reflexiones arriba mencionadas.

El joven escritor Santiago Roncagliolo, en su libro “La cuarta espada”, dedicada al otrora líder absoluto de Sendero Luminoso (una de las guerrillas, de tantas como hubo en América Latina, más locas y fanáticas, como así recuerda el filósofo Gabriel Albiac), se hace eco a su vez de otro libro: “Revolucionarios”, de Eric Hobsbawm, a través de un extracto que reproduzco textualmente:

La principal reserva de una guerrilla no es militar, y sin ella está indefensa:
debe tener la simpatía y el apoyo, activos y pasivos, de la población local
”. (Op. Cit. Págs. 122-123).

Premonitorio. Pocos son ya quienes comparten dicho apoyo “activo” o “pasivo”.

Sólo la inercia del asesinato cuando se tiene ocasión, lleva a estos salvapatrias a seguir dicho tétrico camino. Solos, muy solos en dicha inercia, por mucha banderola y muchos colorines en que se envuelvan. El fascismo, históricamente, cuando se ve acorralado y sin apoyos, amplía totalmente su abanico de enemigos: un guardaespaldas, cualquier político, dos guardias civiles, dos inmigrantes en un parking, da igual para ellos. Cuantos más enemigos, virtuales o no, más justificación para existir. Matando.

Ya prácticamente sin apoyos: quedan enemigos. Pura inercia. Sangrienta inercia.

Acerca de epicuro

Alumno de todo, maestro de nada...
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