Circo malo.

Hace tiempo sé que la política no es sino circo. Malo. Malísimo juego circense. “¿Por qué no te callas?”, se ha convertido en cancioncilla bailona y pegadiza en países limítrofes a la República Bolivariana de Venezuela. No me interesa, créanme: de la “escenita” repetida hasta la saciedad, nada me interesa. Ni si el monarca se saltó el protocolo esta vez de manera menos alegre, de si Zeta (antes ZP) hizo el ridículo intentando llevar hasta el final las teorías de Habermas sobre una “situación ideal de diálogo”, de si Bachelet hizo o no su trabajo, ni siquiera de si Chávez y Ortega estuvieron educados o no.

Lo realmente importante es que Chávez manda asesinar, mientras, a estudiantes díscolos con el descarado intento de modificación de “su” amada Constitución, para mayor honra de la perpetuidad en el poder “ad eternum” (valga el pleonasmo). Y lo hace a la mejor manera: el fascismo va en motocicleta y lleva –cuando hacen operaciones más descaradas- boinas rojas, amén de pistolones. Que haya parapoliciales grupitos de matones en las universidades, no debería ser algo que sorprenda por estos lares y menos a quienes rondan los cincuenta.

Las llamadas “Universidades del Pueblo”, creadas incluso en pisos privados, hace tiempo que se convirtieron en “Locales (“local” antítesis de “universal”, de donde viene “universidad”) de adoctrinamiento y atontamiento generalizados”.

Otro “Salvador” bastante malo como payaso, conocido como Ceaucescu, fue uno de los precursores del actual “Aló Presidente”, interminable, o los angustiosamente inacabables discursos de un payaso senil llamado Castro. A éste, la jubilación “forzosa” llama a su puerta, como a Caeaucescu le llegó en su momento, de diferente manera. Los tres bufones aquí tratados tienen en común su hortera espectáculo televisivo.

Circo. Circo malo. Malísimo: los payasos hacen llorar. Hace tiempo que pasaron de jugar con guitarras y sillas, para pasar a hacerlo con metralletas y asesinatos.

Acerca de epicuro

Alumno de todo, maestro de nada...
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