Al fin, sólo así puede relacionarse lo mío con la política: genérico concepto que suena a universal platónico. Demasiado nominalista para aceptarlo: hablo de políticos, más que de partidos. Hablo de personas, más que de ideologías. Por eso, y no otra cosa, algo superior a mis fuerzas me impide votar, respetando la opción –»opción”: pues de un derecho se trata- contraria a la mía. Por supuesto.
Lo mío recuerda cada vez más a aquel lírico poeta llamado Arquíloco ( Άρχίλοχος) de Paros: esa seca ínsula que tuve la suerte de conocer llena de ocultos encantos. En ella lo leí, por vez primera, hace ya seis años, que ahora se me antojan lejanísimos.
No tiene dios, la vid de su amado Dioniso no entiende de fronteras, no tiene patria (no se le deja vivir en su Paros natal por no poseer herencia) y así, “Yo me gano mi pan con mi lanza, y vino de Ismaro, con mi lanza; y duermo apoyado en mi lanza”. Convertido en un soldado de la lanza: dialéctica en mi caso. Sólo eso nos queda a los que, desencantados de una praxis política, vemos y nos fiamos –sí, aún- de las personas decentes, aunque detenten un cargo público.
Arquíloco sólo tiene amigos en el combate: “Un mercenario es amigo, Glauco, mientras combate”. Sólo así quien combate, tiene mi aprecio, piense o no como yo, mientras tenga una nítida visión de qué es inadmisible hoy en día.
Arquíloco, un atrabiliario personaje muy por encima de la política, demasiado libre para atarse a tal ambición eternamente insatisfecha. Un apátrida, al fin: “Un tracio es quien lleva ufano mi escudo, lo eché sin querer junto a un arbusto, al buen arnés sin reproche, pero yo me salvé ¿qué me importa a mí aquel escudo? ¡Bah! Lo vuelvo a comprar que no sea peor”.
Es el siglo VII a.C. y un poeta-guerrero se ríe del estandarte que pueda defender: todo le ha obligado a lo que no pocos en fenomenología llaman un exilio interior. Eso es lo que a él me une: salirme de mi propia “cultura”. Idealizado concepto: ¿cómo tomarlo en serio cuando ha sido endiosado por los humanos siendo en un principio nada más que una técnica? Cultura: el “cultus” latino, forma de supino del verbo “colere”, “cultivar”. De ahí términos como “piscicultura” o “viticultura”…sólo alguien tan sumamente idiota como el humano podía hacer de aquella técnica algo por lo que matar o morir. En todos lados hay algo decente y respetable: no endiosemos de manera etnocéntrica nada. Pues nada somos sin los defectos y aciertos de quienes no hablan nuestra misma lengua, que no deja de ser una herramienta de comunicación: nada más. Con cuantos más nos comuniquemos, mejor. Las patrias para aquellos de entre nosotros que no deseen pensar. Su problema no es el nuestro: no debe serlo.
Arquíloco, llevado por sus circunstancias, lo sabía bien: nada ni nadie le iba a hacer verse como mejor o peor que los demás. “Nadie, de honor y fama, una vez muerto goza entre sus convecinos…el muerto lo peor de todo siempre y en todas partes sufre”.
Y, sin embargo, sabe de qué habla. Vive la guerra como hija de la política (Clausewitz sabía lo que se decía). Sabe de ambas y de su íntima relación. Y, sin embargo, vive. Sobrevive. A ambas.
Una relación de amor-odio, al fin.
Imágenes: arriba la eterna Paros. Abajo: uno de los últimos papiros encontrados y atribuidos a mi querido Arquíloco de Paros (siglos VIII y VII a. C.).
Fresco paraje el de paros que alivia la vista veraniega del lector, como siempre brillante la visión de nuestro señor Oneca.
Ceo que un tal Churchil dijo un día que la democracia es la forma de gobierno menos mala. Cualquier promesa es buena en esta carrera desesperada por contentar a un pueblo siempre inconformista. Tarea dificil, la derecha, la izquierda, arriba, abajo, al centro, «pa dentro» 😀 … Pueblo partícipe de este hormigueo de papeletas en sobres blancos y sepias. Sepia, ese color que solo aparece cuando hay que votar, color ocre moluscoide y rico al limón, de un senado siempre con buen paladar de aperitivos «por la cara».
Las urnas reflejan el espíritu masivo de la participación, dicen que el peor enemigo de la democracia es la abstención… justo resultado o injusto es algo incierto porque simplemente es la expresión de la mayoría, una mayoría muchas veces temida. Ya lo decía Platón, temeroso de las grandes masas no comprendía cómo era, el pueblo ignorante, el que otorgaba una u otra forma de gobierno. Yo, como también formo parte de ella, (me refiero a la ignorancia) también voto… creo que no tengo otra opción. Creo que en el más absoluto sentido político soy judío, me refiero a que todavía espero la llegada de un «mesías» medático que me haga vivir mejor… si llega en forma de bono-loto bienvenido sea… 😀
Un abrazo–
Como siempre, el amigo Marco haciendo más honor que este humilde ignorante (yo también lo soy of course) al título que da nombre a este blog.
En una cosa discrepo -obviamente- y es lo que hace infinitamente más sana las dudas que me plantean verbigracia, entre otros, el amigo Marco. No creo que el abstencionismo sea el mayor enemigo de la democracia, creo que lo son las actitudes totalitarias (Platón y su «República» son un buen ejemplo) y sí creo, como bien dices citando a Churchill, que la democracia es el sistema menos malo.
Pero el abstenerse de votar es una opción tan legítima (y lícita) como la de votar aquí o acullá. Precisamente la libertad, cimentada y encauzada pero expresada en la democracia, hace que sea la elección, la opción, la que personifique la libertad. Sólo en una dictadura no hay elección, ni opción.
¡Ay, si nos preguntaran más a menudo el por qué nos abstenemos de votar a algunos! Mi caso es paradigmático y, también hay que reconocerlo: encaja en este Jardín de dudas. Mi caso: no encuentro el actual sistema electoral vigente como acertado ni de lejos. Prefiero mil veces un sistema de circunscripciones como el british o uno a segunda vuelta como el francés: con sorpresas añadidas en que un gobierno puede ser una macedonia de tendencias (si se me permite la expresión…).
Porque algunos no entendemos de ideologías salvo para repudiarlas como dogmas: de ello sabía bastante Platón. Hay que reconocer que el hombre tenía mejores cosas que su Filosofía Política plasmada en «La República«: libro de cabecera de gentes que no apreciaban la democracia, precisamente. Los primeros en la pasada centuria que en él se inspiraran serían los irónicos (y algo peor) creadores de las «democracias populares«: eufemismo que tendría gracia…si no la tuviera…¡Maldito siglo XX!
Los hay que no encajamos, Marco, en un ideario -algo que debería estar ya superado: el Credo Político– que se nos presenta en forma de siglas donde no se votan a las personas (sistema de «listas abiertas»), si no a las siglas. Corporaciones. «Superestructuras» alejadas muchas veces de la realidad (que diría Marx).
Pero la democracia no es nada sin alguien que como yo, opta por no votar (con razones fundadas: nunca por pereza), como la opción razonada de Marco: siempre ejemplarmente razonada, huelga decirlo.
Tal vez acabe uno siendo un poco judío como tú, Marco, pero veo únicamente en la maldita bono-loto al «mesías»… 😆 (ahí sí que tengo delito por limitar mi opción por mi mala cabeza: si no juegas, no ganas. Me quejo y no juego: no olvidaré mi contradicción esta semana 😆 )
Un abrazo Marco.
Hola Iñaki. Que estimulantes esa fota de Paros pero para mi desgracia desconozco grecia y los infinitos tesoros de belleza y sabiduría que encierran cada una de sus islas. Por recomendación de su traductor RAmón Irigoyen al que entreviste en Madrid leí hace años a Cavafis y durante un tiempo su un libro de referencia para mí así que es un placer oir nombres de escritores y de lugares griegos que nunca leí pero que forman parte de mi no sé si a través de la cultura o de esas gotas de mediterráneo de las que estamos también hechos.
Preciosa metáfora Javier: verídica al menos para mí. Estamos hechos de gotas del Mediterráneo.
Una recomendación literaria «ligera»: «Corazón de Ulises» de Javier Reverte, donde Grecia es comparada con un corazón roto en más 2.000 pedazos (sus islas). Otra metáfora: es la tragedia griega.
Un saludo.