Soy joven. Pero ello no tiene mucho que ver con la continua cadena de aconteceres que a cualquiera que tenga la dignidad de llamarse a sí mismo ser humano, le suceden. Las cicatrices, visibles o no físicamente, existen. Máxime en un primer mundo donde la elección (la libertad por tanto) está al alcance de uno, con sus limitaciones, pero al alcance de su mano.
El próximo día 29 está de cumpleaños este blog, también su dueño. Nunca lo inicié por ser el día de tan modesta efeméride, créanme. No sé porqué. Realmente es otro de esos eslabones que hacen que la vida tenga, como la novela, principio, nudo y desenlace. Dejemos el desenlace para más adelante: sigamos en el nudo gordiano.
Cuando Julien Green hablaba en el prefacio de su libro sobre cómo quería describir su querido, desaparecido y natal París, no se quedaba en tales delimitaciones: estoy convencido de ello. La vida es un paseo, pero un largo paseo sin objetivo alguno: “uno de esos paseos en los que uno no encuentra nada de lo que buscaba, sino buen número de cosas que no buscaba”. ¿Qué es la vida sino un paseo lleno de “encontronazos”? El tiempo únicamente pone fronteras a dicha denominación: la vida.
Pero la vida se hace objetivo viviéndola, lo saben los fenomenólogos, así, yo también la vivo: la definición de Green sirve para alguien que, como quien suscribe a su atención, perdiera hace tiempo el interés por los políticos y se aviniera a convenir con Voltaire que hay que captar el “espíritu de los tiempos”, pues “es él quien dirige los grandes acontecimientos del mundo”.
¿Se puede despreciar a los políticos –casi a todos, no todos- sin tener en cuenta su religiosa doctrina materializada en unas patéticas siglas y amar la o las teorías que hicieron a tales botarates tener dichas ideas y poltronas donde sentarse?: sí. Un rotundo sí. Claro que sí. ¿Qué haría aquí yo después de casi un año escribiendo si no? ¿Se debe uno a sus lectores-visitantes?: a los únicos, por supuesto.
Así, creo, puedo reclamar sin tener la verdad absoluta (horrendo concepto éste último adorado por fanáticos y supersticiosos: absoluto), la libertad de pensar contra fanáticos y supersticiosos.
Voltaire, mi querido François-Marie Arouete, no tuvo una ejemplar vida que digamos: moralmente hablando al menos. Pero sus palabras retumban en este blog como una premisa mayor de un silogismo aristotélico: “El supersticioso es su propio verdugo: lo es también de quien no piensa como él”. Así el supersticioso trastocado en fanático es capaz “llevado por su celo (…) de todos los crímenes en nombre del Señor”. Da igual si éste se llama Dios, Yavhé o Alá.
Si algo aprende uno con el tiempo es a no dejar de aprender.
Afortunadamente, todavía muchos que no han escrito grandes obras hacen de su comprensión y relativa complicidad mi causa.
Gracias.
Imagen: mi manera de dar las gracias con la fotografía del exquisito escritor Julien Green.
Holita vecino Iñaki. Felicidades anticipadas por tu cumple y por el aniversario de tu blog nos llevamos mes y medio. Ahora bien me has dejado un poco preocupado con Julien Green porque ahora tengo la sensación de que debería leerle algo suyo pero todavía recuerdo un libro suyo que era un diario o alga así que me costo un año y no tengo claro que lo terminara. Bueno ya sabes que puedes contar con mi complicidad. Salud.
Querido Javier:
Sobre Julien Green, si compartes conmigo cierto apasionamiento por la «ciudad de las luces«, te recomendaría «París» -libro que cito en el artículo- que ha sido publicado en 2005 en la editorial «Pre-textos» por un precio asequible (si hay algo asequible hoy en día con esto del dichoso Euro y el redondeo: ¡qué precios en los libros!). En ella hay fotografías que el propio Green fue sacando en sus parisinos paseos.
En el prefacio, una bonita cita de Baudelaire: «(…) la forma de una ciudad cambia con mayor rapidez, ¡ay!, que el corazón de un mortal…»
Y gracias por partida doble: las más importantes, por tu complicidad.