Todos los de mi quinta recordarán aquella canción de los Cicatriz del mismo título que este artículo en que quedaba claro que “es la pasta la que manda…”
Las guerrillas: las FARC y el ELN, no son sino grupos de guerrilleros y, sobre todo en el caso de las FARC, guerrilleras (que suponen un 40% según reconocen en su web), provenientes de ámbitos rurales alejados en los que se vivió, en los 70, del cultivo de marihuana y a partir de los 80: de la omnipresente hoja de coca.
Los jefes militares de Colombia no paran de avisar que EE.UU y Europa, indiscutibles primeros receptores del lucrativo negocio de lo ilícito, deben asumir responsabilidades.
El círculo es más vicioso que nunca: las guerrillas se retroalimentan haciendo de “intermediación” –como gustan decir- entre el productor (un pobre campesino que gana cuatro veces más por una cosecha que plantando, por ejemplo, yuca) y el siempre siniestro comprador: en dicho tejemaneje no quedan exentas de componentes siniestros las guerrillas. Por descontado, por número y armamento, las FARC con diferencia.
Al estilo Hezbollá, se dedicaban también los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) a “humanitarias” obras, dando objetos de labranza y dinero a sus propios “productores” de tan preciada hoja. Así, la guerra llegó a ser pura y dura masacre, tanto de las FARC como de los “elenos” (pues al menos un comando de éstos se halla involucrado en el “negocio”) en que asesinaban en grupos a campesinos que plantaban la dichosa hoja para mayor gloria de Carlos Castaño Gil y sus “paras”. Sobra decir que la violencia era recíproca. Y todavía peor con quien sólo había ofrecido –obligado las más de las veces- a dar cobijo o alimento a uno u otro bando.
Pero hay una diferencia:
Primero, que las autodenominadas Autodefensas Unidas de Colombia no tuvieron ningún empacho en ser las más sanguinarias, incluso con sus propios jefes (véase el asesinato de su no tan antaño líder supremo por orden de su propio hermano: pura mafia) a sabiendas de la clamorosa protección recibida del ejército y de no pocos politicastros.
Segundo, también es cierto que han tenido más fácil su desarme (que ha sorprendido en cifras a todo el mundo, pues de 18.000 combatientes que se esperaban ya van “desmilitarizados” 33.000) por sus clarísimas conexiones con “el establecimiento”, como allá dicen. O sea, con el Estado.
Tercero, no obstante lo anterior y aunque sea “desarme” a cambio de “prebendas penitenciarias”, el paso está dado.
Ahí tenemos en cambio las negociaciones del ELN con enviados del gobierno colombiano en Cuba (país donde la democracia brilla por la ausencia del ancianito en cama: pensarán ingenuos varios) que, como era de esperar, no llevan a ninguna parte hasta el momento: todos los “curas armados” del ELN parece que no ceden.
El tema de las FARC es, realmente, más complicado. Su lucha incluye a un número asfixiante de menores de edad que, como en las otras partes implicadas en esta “guerra irregular”, fueron obligados a “alistarse”.
Si no tenían bastante ya los colombianos de a pie: sean éstos de la ciudad o del campo, con tanto agravio (los desplazados se amontonan en torno a las grandes ciudades), ahora resulta que un grupito de militares no tuvieron mejor cosa que hacer que dedicarse a poner un “carro bomba” justo antes de las pasadas elecciones y endiñárselo a las FARC que, conste en acta, andaban aniquilando soldados y campesinos a trote y moche por aquellos días.
Todo lo pudre: lo ilícito. En Colombia, como hace dos años nos recordaba en un curso el doctor Camilo Gómez, antiguo comisionado de paz en las negociaciones con las FARC con el gobierno de Pastrana, no representan a ninguna “mayoría” ninguno de los «agentes» referidos: ni guerrillas izquierdistas, ni matones de ultraderecha, ni militares corrompidos hasta las cejas. Ninguno.
Pero a todos les une lo ilícito: paga las armas, los celulares, los jeeps…las purgas entre hermanos. Recuerden que a las FARC les dejaron incluso una extensión de terreno para ellos solitos como toda Extremadura (créanme: Extremadura no es pequeña). Su genial idea fue seguir la “guerra” fuera de dicha extensión y volver rápidamente a la llamada, eufemísticamente, “zona desmilitarizada”, para conseguir su inmunidad. Fue una de las razones de la ruptura de negociaciones por parte del Gobierno.
Una de las cosas encontradas cuando aquél proceso acabó, es un pequeño ¡submarino!…en plena selva habían construido un submarino para mejor transporte de cargamento ilícito.
La producción de dicha sustancia, tiene mucha más tela aún si cabe: los ríos colombianos se están pudriendo. ¡Y qué no con ellos!: estamos hablando de uno de los mayores pulmones del mundo “regado” por venas de permanganato, ácidos y otros productos con que se elabora la cocaína.
Definitivamente algunos creemos cada día más en ciertas medidas racionalmente legalizadoras: a muchos se les acabaría el discurso anacrónico y pretendidamente marxista; a muchos se les acabaría el “chollo” inmoral de luchar a favor de la patria contra los terroristas de cualquier manera y masacrando civiles; a muchos se les acabarían los puestos en suntuosos despachos; también se acabaría –como lo está haciendo- el dichoso “Plan Colombia” del gobierno Uribe y los EE.UU., del cual decía un reportero de nuestra televisión pública allá destinado: “al final, el plan de fumigar las plantaciones de coca es comparable a la fumigación de viñedos en la región de Borgogna ”, atinadamente.
“Hay guerra en Colombia,
esnifan pegamento,
los futuros sicarios,
por dinero sanguinarios.
Cambiando armas por coca,
vendemos pegamento,
no somos inocentes,
no oimos sus lamentos”.
Los niños de las ciudades esnifan pegamento, pero en realidad
“Es la pasta la que manda,
y ahora todos a tragar.
¡¡Guerra!! Guerra en Colombia…”
(Cicatriz: “ en «Colgado por ti”)
“La guerra de todos es padre, de todos rey; a los unos los designa como dioses, a los otros, como hombres; a los unos los hace esclavos, a los otros, libres.” (Heráclito de Éfeso).
Imagen arriba a la izqda.: la inutilidad de la fumigaciones de las plantaciones de hoja de coca.
Imagen de la derecha: también se planta la amapola de opio a muy corta edad.
Abajo a la izqda.: alguien que sabía lo que se decía, Heráclito de Éfeso.
Hola Iñaki espero poder seguir leyendo tu blog,seguro que sacarás tiempo para continuar. A mi personalmente me gusta tu manera de escribir y expresar tus opiniones.Este escrito sobre Guerra en Colombia me ha gustado mucho.Como soy socia de Amnistia Internacional,estoy preocupada por la situación de Colombia,y de la actuación del Gobierno contra los defensores de los derechos humanos en Colombia.Voy a escribir sobre ese tema.Los activistas están siendo perseguidos y difamados por parte del Gobierno como subversivos.Se están llevando acabo detenciones y hay desapariciones de activistas.
Saludos de una lectora tuya y compañera de blog
Maika 🙂 🙂
Muchas gracias por tus palabras Maika : me abruman.
Sobre Colombia, sinceramente, vería bien al gobierno de Uribe si éste no hubiera tenido la falta de valentía de, a la vez de su lucha contra la barbarie de las guerrillas, inutilizar ciertos elementos del Estado tan siniestros como aquéllas, que son culpables de dichas desapariciones (hay alcaldes que más que representar a partidos representan directamente al «narco» de turno: ¿cómo ver con buenos ojos a gente que intenta una intermediación o la mejora de vida de comunidades de, por ejemplo, desplazados?).
Un saludo Maika. 🙂
Tan sólo dos líneas para poner un enlace reciente sobre el tema tratado y la dificultad de la búsqueda de desaparecidos en Colombia:
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_5343000/5343452.stm
Saludos.