República bananera

Así ponía en mi guía de viaje –cada vez mejores, por cierto- que nació (de nación, recuérdese) el apelativo dichoso: refiriéndose a ti, Guatemala. La denominación, como es bien sabido, adquiere tintes realmente despectivos. Ya no importan las 300 clases de bananos, sino la interminable lista de militares y dictadorzuelos varios que te han gobernado.

Hace ya ocho años que te visité: bananera república. Todavía están las cosas mucho peor que cuando tu extensísimo Petén, tu volcán Pacaya, tu fabulosa Antigua y demás mágicos lugares conocí: muchísimo peor. Entonces, parece ser, la cercanía de los acuerdos de paz del 29 de diciembre de 1.996 debían de hacer mella. También hizo mella tanta nueva carretera que facilitó el que te recorriera por entonces: la mitad andan destrozadas por los desprendimientos y aludes según me dicen. El reguero de dinero que se va perdiendo para cuando llega a quienes realizan la obra, puede ser más largo que la futura carretera.

Cuando por allí estuve con mi hermano y mi cuñada –expertos viajeros y avezados especialistas en ti- hacía un año del maldito huracán denominado por los humanos como “Mitch”: todavía era visible en el lago Amatitlán hasta dónde llego el agua. El agua con todo lo que arrastró, con todo lo que por tus pulmones recorrió, encharcándote.

Hace medio año de nuevo te asoló, especialmente en la zona del lago Atitlán y también en la región de Escuintla, otra denominación humana: “Stan”. El horror es más real cuando uno ve imágenes de zonas en las que ha estado. Así de cándido puede llegar a ser el humano. Hace falta que algo le dé a uno en las narices de vez en cuando.

Es verdad que la vida no siempre es tan valiosa como aquí. Algo que entonces era puntualmente visible, ahora se torna en cotidianidad: tus huracanes, sociales éstos, se multiplican: si no son las jodidas “maras” , son los asesinatos de chicas torturadas y violadas: ¿restos, tal vez, de grupos paramilitares aburridos acaso? ¿Falta de ideales grandilocuentes para niñatos armados, que prefieren seguir matando por una esquina, por un problema de circulación o por pura satisfacción en un país donde la impunidad se ha convertido en más madre tuya que el mismo istmo?; si no es todo ello, repito, es el hambre. Los frijoles ya no salvan siquiera a tus habitantes.

No, no es hora de lanzar mensajes llenos de inoperante retórica ni de mensajes empalagosos que algunas ONG’s, algunas puntualizo, emplean. Tampoco es hora de descubrir que el ser humano es lo que es: cualquier cosa menos un ente en el “mejor de los mundos posibles”. Ni este es el mejor de los mundos posibles, ni los humanos somos los mejores seres posibles. El obvio final del silogismo lo dejo como regalo al lector.

Pero todo va mucho peor en Guatemala. No descubrimos nada si decimos que en muchísimos países también. No hablemos de ese gran imperio armamentístico lleno de hambrunas y guerras tribales llamado “África”.

Pero hablo de ti por lo que de ti recibí como un regalo. Como un regalo, pues, te dedico estas líneas. Suscitar a alguien interés en ti es, de nuevo, pura retórica. La misma que hizo que todos aquéllos que más sufrieron con aquel neonazi pastor protestante llamado Ríos Montt – uno de los muchos que te maltrataron – le votasen mayoritariamente cuando ya sobrevolaba el Atlántico camino de la vieja y satisfecha Europa.

Si la contradicción es una característica típicamente humana: Guatemala no tiene otra.

No, no es momento de recordar a los amigos que en ti hice: amistades que en intensidad cuestan mucho por estos lares. ¡Qué le vamos a hacer! Somos así.

Si me alegro de haberte conocido, es porque le devuelves a uno a la realidad. Sabes que siempre que puedo intento saber de ti. Intento preocuparme por ti. Escribo a modo de homenaje, pues en este blog me puedo permitir tamaño lujo, que también ví lo mejor de ti: tu gente. Alguna gente: esa mayoría silenciosa y no tanto. La que intenta salir adelante en medio de un huracán de balas, robos, secuestros, sangre a borbotones e impunidad.

No, no descubro nada. Lo sé. Tampoco lo pretendo. Tal vez me baste con entender mejor a quienes te habitan recordando la novela de Javier Reverte, que sobre ti escribió, y el encabezado colocado por su autor y original de Miguel Ángel Asturias: “El trópico es el sexo de la tierra”. Desde luego es el imperio de lo sensitivo. En “El aroma del copal”, tal vez, se ve reconocido el carácter implícito de tus gentes, Guatemala, y ella es la manera de homenajearte recordando nuestro encuentro hace ya más de siete años:

– Eres un pesimista sin remedio. Doc.

No, amigo, soy centroamericano”.

Acerca de epicuro

Alumno de todo, maestro de nada...
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