Veníamos hoy del Botxo mi compañera y yo, cuando todavía permanecían frescas en nuestras mentes las imágenes de lo visto: la «visión» del dictador iluminado -el pueblo a sus pies- mientras su mirada compasiva ejercía de “padre de todos los pueblos”: me refiero a la exposición “ ¡Rusia! ” que hasta el próximo septiembre se muestra en el Guggenheim.
Recomiendo vivamente su visita a quien por dicho país sienta interés: de la iconografía ortodoxo-cristiana se pasa por un breve período de pintura zarista de influencia francesa, para dar paso de nuevo a otra iconográfica “iluminación”. ¡Qué pronto pasó la Revolución Rusa a ser comandada por tipejos que ejercían de Dios en Tierra! A fin de cuentas: ¿quién sino Él se podía permitir el derecho de vida de sus súbditos y no digamos de libertad? La nueva “cultura comunista” fue estudiada brillantemente por Freud en “El malestar en la cultura”:
“Pero nos preguntamos, preocupados, qué harán los soviets una vez que hayan exterminado totalmente a sus burgueses. Si la cultura impone tan pesados sacrificios (…) comprenderemos mejor por qué al hombre le resulta tan difícil alcanzar en ella su felicidad”.
De ello se hace eco la exposición en la parte más contemporánea, en un habitáculo infernal que, espero, les haga reflexionar.
¿Cómo pudo una cultura autodenominada “Realismo Socialista” idealizar de tamaña manera a tanto asesino? En uno de los cuadros aparece el famoso bolchevique Kirov, supuesto amigo de Stalin, hasta que, como en el cuadro se refleja, empezó a ser un líder para las masas. Es entonces cuando el dictador georgiano hace matar, a través del no menos asesino Yagoda, a dicho dirigente. Consecuencias: la excusa para dar comienzo a las primeras purgas que acabarán devorando al mismo Yagoda y a tantos otros miembros de la congregación.
También, Freud, en temprana época, avisó de que después de tantos años de guerras de fanatismo religioso en Europa, sus habitantes acabarían reavivando el mismo fanatismo, el mismo odio iluminado -el mismo- en forma de luchas intestinas en un Estado supuestamente ateo. Bertrand Russell también habló en “Por qué no soy cristiano”, tras su visita a la incipiente URSS y siendo de los primeros occidentales en entrevistar a Lenin, que allá no faltaba de nada: si Marx era Dios, Lenin el San Pablo de la nueva Iglesia: el Partido. Lo malo es que el papado de Stalin salió muy caro.
Y entre iluminados cristianos y comunistas (Nietzsche supo muy bien que una religión llevaba a la otra: ¿cuántos ex seminaristas hubo en la Revolución del 17?: cuéntenlos y verán, empiecen por el propio Stalin) volvíamos –decía- de Bilbao. Al escuchar un parte en la radio, no nos sorprendió la noticia: “Desconocidos arrasan, incendiándola, una ferretería en Barañaín (sic) propiedad de un concejal de UPN”.
El iluminado no sabe de razones: actúa por pulsiones. El iluminado no sabe defender ni siquiera su propia “causa”. Dan igual iluminados políticos o religiosos: créanme si les digo que he conocido ambos casos y son idénticos hasta la fusión.
Pero el iluminado es peligroso: hace sangre. Es entonces cuando deja de ser una ruinosa caricatura del ser humano:
«La sangre es el peor testigo de la verdad: la sangre envenena incluso la doctrina más pura, convirtiéndola en delirio y en odio de los corazones«.
(Friedrich Nietzsche “Aforismos”)
si resulta que el incendio del concejal del partido de derechas navarro es fruto de su relación con la mafia y solo es un asunto de ajuste de cuentas…..
«La desinformación es el peor testigo de la verdad.
la desinformación envenena hasta la doctrina mas pura
convirtiendo a los hombres en odio y en piedra sus corazones»
¡Qué fácil es hablar sin saber y juzgar sin datos!.
Lo mismo le pasó a Aznar el 11M, el que aseguró que detrás del atentado estaba ETA. Todo lo que les pase a los de UPN y allegados es causado por los asesinos de ETA.
Hecha la ley, hecha la trampa y los juicios sin pruebas. 😉
[quote:044b6add6d=»Anonymous»]¡Qué fácil es hablar sin saber y juzgar sin datos!.
Lo mismo le pasó a Aznar el 11M, el que aseguró que detrás del atentado estaba ETA. Todo lo que les pase a los de UPN y allegados es causado por los asesinos de ETA.
Hecha la ley, hecha la trampa y los juicios sin pruebas. :wink:[/quote]
Bien, supongamos como han dicho algunos, que el ataque fue realizado por «incontrolados de la extrema derecha» para acabar/romper con el «proceso de paz»: ¿no sería igualmente válido lo que en el artículo digo, en cuanto a que son unos «iluminados»? Recuerde que no especifico -conscientemente- quiénes pueden ser los autores…
La frase de Nietzsche sigue vigente y yo sigo sin especificar quiénes fueron, aunque tengo mi teoría. Ahora bien, que dicho ataque tiene una intencionalidad política, sea de un lado o de otro, es evidente.
Gracias por su comentario.
Epicuro, soy lector habitual de tu blog y he escrito algún comentario a artículos anteriores. Por si necesitas ánimo para continuar (que no creo) te diré que creo que este rincón es una absoluta excepción de raciocinio en un océano de vísceras. No siempre estoy de acuerdo con lo que dices, pero sí casi siempre. Osea, que por mí que sigas.
Al parecer es difícil analizar las cosas «en sí» y sin contaminación emocional ninguna. Es simplemente cierto que los síntomas del incendio de la ferretería de Barañáin indican en la dirección tradicional, acreditada durante los últimos quinquenios: «izquierdistas abertzales» (valga la contradicción) atacan a quienes se manifiestan discrepantes con sus ideas. Obviamente eso es tan cierto como que cualquiera ha podido hacerlo para cargar la responsabilidad a quienes tradicionalmente ejercían de «activistas».
A partir de ahí, quien elija una de las dos opciones y la defienda como cierta simplemente está proyectando su manera de entender el momento político y tratando de imponer su pensamiento.
Es por completo indiferente para la valoración ética del hecho que los autores sean los que solían ser o los que quieren que parezca que son los que solían, que estén organizados militarmente o fuera de control.
Quien esté detrás de eso simplemente es un ente dañino y altamente peligroso. Y la sociedad tiene que hacer lo posible para que nada parecido pueda suceder. Sin complejos porque nos jugamos la libertad presente y futura.
Sin embargo, cambiando de enfoque, también creo que nos equivocamos cuando creemos que es posible una sociedad sin violencia. Lamentablemente la violencia forma parte del comportamiento de los seres humanos (y de los monos, por cierto. Este argumento se lo regalo a los defensores del proyecto Gran Simio). También forman parte de la psicología humana el ansia de propiedad y de acumulación, la envidia, y otros vicios de toda índole. Obviamente también sus contrarios están presentes, pero siempre vivimos en ese magma que es mezcla de lo vil con lo sublime (y grandes dósis de cotidianidad mediocre y neutra).
Quiero decir que ni en el mejor de los mundos posibles estaríamos a salvo de que un descerebrado, solo o en compañía de otros, quemara la ferretería del barrio con nosotros dentro, o pusiera arsénico en los yogures o qué sé yo.
Aspirar al imperio de la razón, de la cortesía, de la generosidad, del respeto… es simplemente una ingenuidad.
Ya siento transmitir un mensaje tan poco «positivo», pero creo que vale más buscar la verdad que ninguna otra cosa.
Lo dicho, mantén este blog vivo que algunos lo agradecemos.
Primeramente déjeme calificar su comentario de infinitamente mejor que el artículo que lo pudo provocar. El hecho de que no esté de acuerdo con todo lo que uno escribe no dice sino en su favor.
Creo, no obstante, al igual que Vd., que el mal, la maldad (avaricia, ansia de poder, etcétera) son características inherentes e innatas al ser humano. Las arcadias felices nunca me interesan porque acaban, comenzando de una supuesta filantropía maravillosa, a los peores genocidios que sin ir más lejos nos ha «regalado» el pasado siglo.
Su captación de lo que en el artículo pretendo reflejar puede llevar a la reflexión a quien, como un resorte, salta sin tener en cuenta que tal vez: se delate a sí mismo.
Sus ánimos son necesarios y además muy apreciados.
Muchas gracias por tomarse la molestia de leerme.