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Cuento indio, director blanco

viernes, 20 de febrero de 2009 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: Danny Boyle. Guión: Simon Beaufoy; basado en la novela ‘Q & A’ de Vikas Swarup. Intérpretes: Dev Patel, Freida Pinto, Madhur Mittal, Anil Kapoor, Irrfan Khan. Nacionalidad: Reino Unido. 2008. Duración: 120 minutos.

Leamos el título: Slumdog millionaire ; o sea, vagabundo millonario. Estamos ante una asociación de ideas contrarias, una fusión de realidades que se niegan. Con ellas Boyle nos introduce en un proceso dialéctico que esboza una síntesis imposible. Pero el título no es gratuito. Todo en este oscarizable filme crece en torno a una confrontación imposible. Hollywood-Bollywood; Oriente-Occidente y honradez en medio del crimen organizado.

Incluso la propia peripecia comercial de Slumdog millionaire sabe de esa dualidad de extremos contrarios. Por ejemplo, hubo un tiempo en el que ni siquiera tenía distribución. Ahora genera un manantial de beneficios. ¿Por qué? La respuesta se halla en el público masivo que aplaude entusiasmado su contenido. ¿Qué aplauden? ¿Qué les gusta? Diseccionemos.

Slumdog millionaire empieza como Ciudad de Dios , extiende su red al estilo de Sospechososhabituales y acaba con aires de musical romántico con curry dulce. En el camino, aparece la mecánica del concurso universal ¿Quiere ser millonario? Un puñado de preguntas, cuya respuesta se inscribe en la biografía de un concursante sospechoso de hacer trampas.

En realidad se trata de un cuento moral, de un canto épico a la bondad y al amor a través de la historia de dos hermanos y una mujer. Éso le basta a este descendiente de Kipling para retratar desde la mirada fascinada y distante el laberinto y la miseria de las cloacas de Bombay. Boyle, como hizo en Trainspotting, envuelve con celofán la miseria, hace risa de lo escatológico, suelta algunos mazazos con la pornografía del dolor y cuece con ritmo aquello que sólo sabe de la muerte y lo crudo. Y todo esto lo hace eficaz.

De esa manera, para la gran mayoría del público, Slumdog millionaire resulta reconfortante, plausible e incluso reivindicativa. ¿Lo es? Tanto como parezca soportable la grosería de sus espurios entresijos, o inocentes esas manos blancas que no se manchan en su diagnóstico. Mezclar mutilaciones de niños, prostitución infantil y pobreza organizada con una exaltación rosa tipo San Valentín, resulta tan decadente como entretenido. ¿Es ése el futuro que nos aguarda?

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