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Amor, madurez y sacrificio

viernes, 7 de marzo de 2008 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: Roser Aguilar. Guión: Roser Aguilar y Oriol Capel. Intérpretes: Marian Álvarez, Juan Sanz, Lluís Homar, Alberto Jiménez, Marieta Orozco, Maife Gil y Carmen Machi. Nacionalidad: España. 2007. Duración: 78 minutos.

«Hace falta valor», repetía el estribillo de Escuela de calor, una de las mejores canciones de Radio Futura en el esplendor de los 80. Pues bien, a Roser Aguilar le sobra el valor y eso es algo insólito en la cinematografía española del siglo XXI. ¿Quién es Roser Aguilar? De momento, una de las mejores cineastas salidas de la ESCAC, la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya cuya existencia ha dado un vuelco sustancial al cine español. Los alumnos salidos de sus aulas aparecen en los créditos que salvan la honra de nuestro cine. Hablamos de El laberinto del fauno , El orfanato , REC … de películas todas ellas que han contado con profesionales emanados de este centro y que han sido capaces de equilibrar calidad con éxito, la adorada fórmula que persiguió toda su vida (a) Alfred Hitchcock.

Pero Lo mejor de mí representa un paso más respecto a todas las películas citadas. Es cine cien por cien surgido de la ESCAC. Desde Roser Aguilar (1971), a los responsables de la edición, fotografía, producción, sonido… todos han sabido y aprendido de la misma escuela. Todos están atravesados por una nueva manera de entender el hacer cinematográfico bruñida con frescura, talento, rigor y una sabia aplicación de medios, ambiciones y objetivos.

En este caso, Roser Aguilar se mueve con la humildad de los que saben mucho más de lo que proclaman y/o aparentan. Con Lo mejor de mí , por ejemplo, el festival de San Sebastián podía haberse apuntado un buen tanto, pero no lo hizo. Dos mujeres cineastas, Icíar Bollaín y Gracia Querejeta le cerraron el sitio a la debutante Roser Aguilar. Era una elección tan lógica como conservadora. No había riesgo y se perdió el mérito de haber respaldado este sólido y pequeño gozo narrativo.

En su lugar, Lo mejor de mí acudió a Locarno y allí, los franceses le abrieron todas sus puertas. Los premios a la mejor película y a la mejor actriz fueron un síntoma y una declaración. El reto ahora es ver si el público español será capaz de descubrir en esta historia directa, hecha de sutiles movimientos y de profundos sentimientos, el excelente cine que respira en su zona vertebral, allí donde la cámara desnuda de artificio una verdad esencial.

En menos de 80 minutos, no hace falta ni un segundo más, Aguilar forja un bello relato sobre una mujer y el amor. En tiempo de efectos especiales y de pornosentimentalismo, Lo mejor de mí representa una lección de sensibilidad y contención. Su protagonista es una joven enamorada que derrocha entusiasmo y generosidad. Su compañero, un atleta pasivo más atento a las marcas que a asumir el compromiso, se deja querer. Todo un feroz diagnóstico sobre las relaciones de género en un tiempo de madurez retardada por el confort de la despensa familiar. Todo un tratado para desenredar un ovillo sentimental que parece quebrarse con demasiada facilidad.

Aguilar saca oro de unos intérpretes creíbles que se conducen sin máscaras ni artificios. Comparte con La soledad del premiado Rosales, ese instinto sagaz para retratar lo cotidiano. A diferencia de propuestas como La línea recta , La influencia y la citada La soledad , Aguilar no se atrinchera en formulaciones narrativas que subrayan la presencia del autor. Aquí la autora está al servicio del relato. Con discreción, pero sin perder jamás la cara frente a la vieja y eterna historia de (des)amor, este título pone fácil su disfrute. Ahora bien, tras su apariencia de cine directo, cotidiano, nutrido por esas pequeñas cosas que encierran gestos extremos, se levanta una de las más redondas y mejor contadas películas españolas de los últimos años.

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