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La noche de 30 lunas

viernes, 15 de febrero de 2008 Dejar un comentario Ir a comentarios

Dirección: David Slade. Intérpretes: Josh Hartnett, Melissa George, Danny Huston, Ben Foster, Mark Boone Junior, Mark Rendall, Manu Bennett, Megan Franich. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 113 minutos.

Nunca se debe despreciar una película si en su interior late al menos una idea, o un rasgo de ingenio, o un momento perfecto. Si le parece demasiado generosa esta afirmación, es que no frecuenta las salas de cine. El porcentaje de películas que se hacen sin nada en sus entrañas comienza a crecer de manera tan preocupante como en parecida proporción decrece el número de espectadores. No obstante, no cabe establecer entre ambas constataciones una relación de efecto-causa. En 30 días de oscuridad esa chispa -relativa- de ingenio se enciende en una curiosa perversión de la que el productor en la sombra, Sam Raimi, cineasta amigo de los Coen con quienes sostiene algunas equivalencias y algunas equidistancias, algo sabe.

30 días de oscuridad se apunta de lleno al subgénero del cine de vampiros acometido desde los fundamentos de la contemporaneidad. Tangencial al hacer del Rodriguez de Abierto hasta el amanecer y del Len Wiseman de Underworld , la originalidad del filme de Slade, arrancada del mundo del cómic, reside en situar la acción en un pueblo de Alaska en el que la noche dura 30 días.

O sea, para las víctimas acosadas en esa trampa, el amanecer que disuelva esa pesadilla no llegará en cuestión de horas, sino que deberán aguantar cuatro largas semanas. Un verdadero tour de force que se reconduce por el camino trillado de las películas de catástrofes. Es decir, la tensión narrativa se fía en el progresivo exterminio de los protagonistas y en el ¿quién sobrevivirá?

David Slade, cineasta que irrumpió con Hard Candy , una esquinada mirada al mundo del sexo infantil, Internet y la venganza, asume un tono ligero en esta excursión al mundo vampírico. Sus criaturas de la noche, de rasgos animalescos y comportamiento de secta, quedan reducidos a la encarnación de la muerte. Nada nuevo se aporta salvo esa ingeniosidad de la larga noche de 30 días. A falta de ideas, emerge el mito y a éste, poderoso e indestructible -ha sobrevivido a multitud de infames películas- no lo matará esta irrelevante película carne de videoclub. Queda, eso sí, la certeza de lo evidente, tras Hard Candy no había un gran autor, sino un eficaz publicista.

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