Desluciendo el oficio

Es martes y…

» – No estás escribiendo.
– Estoy jugando con mi tren, ¿te gusta? Lo acabo de comprar.
-¿Y desde cuándo no escribes nada?
– Desde que estuve de viaje.
– Quizá ya no tengas nada que decir. Mira, aquí te marqué varios trabajos posibles.
– No necesito que me busques trabajo, estoy bien así, soy poeta.
– ¿Qué oficio es ser poeta? Dónde pone aquí: «se busca poeta, buena remuneración»».
El lado oscuro del corazón

Si me toca describir lo increíble, seré cronista de la imaginación. Un proselitista de invisibles, un artificiero de la abnegación. Un recolector de plumas sin motor, un tintero entero en cabestrillo. Un vocal del verso del dolor, una gota réquiem de su azucarillo.

Si me toca interpretar su desafío, seré pianista a las afueras de Varsovia. Un abrazo en el invierno más frío, una nota que agota miedos y fobias. Un creador de suspiros en la niebla, un silencio en el ojo del huracán. Un compositor que huye de las tinieblas, un metrónomo en la boca del caimán.

Si me toca reinventar colores, seré retratista de una casa irreal. Un inventor de sonrisas de auditores, un lunático en la aurora boreal. Un acuarelista de murallas que no existen, un vaciador del agua roja del mar. Un ingeniero de pueblos que se miren, un sellador de fusiles de los de matar.

Soy poeta porque no podría no serlo, no me perdonaría quedarme callado. Soy poeta, porque si no lo fuera, estaría preso en mi propio acorazado.

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