Uno de los nuestros

Es martes y…

«No me voy, estoy llegando. Me iré con el último aliento y donde esté, estaré por ti. Estaré contigo porque es la forma superior de estar con la vida. Gracias, querido pueblo».

El último discurso de José Mujica, como presidente del gobierno uruguayo, ha sido una nueva demostración de integridad y gratitud. Tan lejos de la norma que rodea la soberbia del alto mando, se marcha con la extraña sensación de que al mundo le impresiona la sencillez.

Voz de profundidad oceánica ha hecho de cada plática un poemario de vida, un alegato de sensatez. Liviano de equipaje echó a volar en busca de la felicidad elemental, apartada del rapaz consumismo que administra el planeta y abrazada al afecto más sincero. Cuando se gobierna desde el amor y a pie de calle se convierte en obligatoria la fraternidad y la empatía, se desnuda la emoción y se despejan las nubes que oscurecen cada día.

Entre el sombrío y amargo crepitar. Entre el debate converso a caja de truenos. Entre sus gritos es grato comprobar que, todavía, existen algunos hombres buenos.

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