La oposición mantiene su visión catastrofista de Navarra, aunque ello a veces le suponga caer en la contradicción, o que se le vean las mentirijillas
No es que sea algo nuevo. Entre otras cosas porque una de las gracias de la política moderna es ver al Gobierno y a la oposición tirarse los trastos en su interpretación de una realidad que, por lo general, suele estar bastante alejada de las visiones de parte. Y claro, Navarra no iba a ser menos. Aquí además se aliña todo con su correspondiente dosis diaria dramatismo. Que hay que mantener la esperanza catastrofista hasta el final, no vaya a ser que alguno piense que esto de que Navarra iba a desaparecer era solo de mentirijillas.
El problema que cuatro años se hacen muy largos y no es fácil estirar el chicle para que llegue a 2019. Sobre todo porque salvo el PSN, que lleva ya unos cuantos años haciendo la del perro del hortelano, la oposición en Navarra es nueva en esto de profetizar el cataclismo, y a veces se le va la mano.
Le pasó a la concejala de UPN en Pamplona, Ana Elizalde, que en toda una muestra de sensibilidad y de respeto calificó el homenaje que el Gobierno de Navarra dedicó a las víctimas del terrorismo como “el numerito de las flores”. Un “numerito” en el que participaron varias víctimas directas de ETA, con su dolor y su memoria, pero que por lo visto no hay que tenerlas muy en cuenta porque no están por la causa prioritaria en este momento, que no es otra que la vuelta de UPN al poder.
Que se lo digan si no al presidente de la AVT, que le ha caído la del pulpo por decir que en Navarra se estaba utilizando a las víctimas para hacer política. Tú que sabrás, vete a tu casa, cállate le han soltado entre unos y otros como si lo hubiera dicho en euskera. Que no es que lo hayan presionado como a los comerciantes de lo viejo, pero claro, visto el percal, como para volver por aquí en un tiempo.
Ocurre que en Navarra el poder es una cosa nominal, que se hereda como la sangre azul. Ya lo dijo el PSN, Navarra vive una “realidad política coyuntural”. Así que mejor que los nuevos no toquen nada que esto es nuestro y volvemos enseguida. “La mayoría del Parlamento no representa a la mayoría de la sociedad”, concluye el PP, que incluso considera que Barkos “no tiene legitimidad” para gobernar. UPN incluso ha encontrado la muletilla para definir todo lo que no le gusta: “Imposición”.
A partir de ahí, todo es posible. Se puede defender lo mismo y lo contrario porque, recuerden, aquí la razón es propiedad privada. “Algunos no entienden lo que es la libertad. Pero nadie nos va a intimidar y a echar de la calle en aquellos lugares donde entendemos que debemos estar”, decía Carlos García Adanero esta semana, molesto porque en la manifestación por unas pensiones dignas habían abucheado a miembros de UPN. “El Gobierno de Navarra se debería preguntar por qué se le pide que se vayan del acto. Tendrá que ver con las políticas que está llevando a cabo”, justificaba Javier Esparza cuando a quienes se expulsaban de un acto público en recuerdo a una víctima de ETA eran miembros del Gobierno.
No es que sea una incoherencia, es simplemente que en Navarra la oposición juega con una moneda con dos caras iguales. De esta forma, el PSN puede decir que al Gobierno foral “no le interesa completar el autogobierno de Navarra” porque no ha pedido las competencias pendientes, y al mismo tiempo denunciar el “nacionalismo” y la “demagogia” del Gobierno por pedir la gestión de las pensiones. O afirmar que el Ejecutivo de Barkos “no es de izquierdas” y luego poner de ejemplo la política fiscal pactada a iniciativa del PP en Euskadi. Hasta UPN puede pedir en un mismo día menos impuestos y más gasto, y reclamar en Madrid un aumento del 1,1% para las pensiones mínimas y criticar que en Navarra “solo” hayan subido un 1,8%.
EL PARTIDO DE LOS VALIENTES Al final, esto de la coherencia en política viene a ser como lo de cantar en un karaoke. Al principio da un poco de vergüenza, pero una vez que le coges el truco no hay manera de parar. Aunque cantes mal, o directamente des el cante. Que es lo que les pasa a los dos parlamentarios del PP, que se han subido al escenario y ahí andan peleándose por el micrófono a ver a quién se lo oye más. Y la cosa empieza ya a dar dentera.
Porque hace falta cuajo, o directamente un máster en la Universidad Rey Juan Carlos I, para salir esta semana a cuestionar la interinidad de los empleados públicos en la sanidad navarra. “Es una irresponsabilidad del consejero el alto nivel de temporalidad”, criticaba el viernes Javier García, que incluso pedía al Gobierno foral “una OPE suficiente y en condiciones”. A ver michico, ¡que es el PP el que ha prohibido sacar oposiciones los últimos seis años!
No queda claro si el tipo no sabe bien de lo que habla o es que simplemente suelta lo primero que se le ocurre. Porque este mismo parlamentario decía el lunes que a ver, que eso de separar los niños y niñas en escuelas diferentes “no es segregación”, que “la segregación es lo que se hace con los alumnos de euskera y castellano”.
Lo que tiene mérito es hacerlo además con esa dignidad y sin el menor signo de vergüenza, que para eso ya está la ajena. Así, por la mañana se denuncia “la reforma fiscal sanguinaria” y por la tarde se propone una ley para dar “1.200 euros por hijo” a las “madres trabajadoras”. Un porrón de millones que sabe Dios de dónde van a salir, y que además es para ellas. Que está muy bien eso de la igualdad pero los niños con su madre, que ya lo dice la ley divina.
Porque al final lo que importa es el ruido. Ir al Parlamento y hacerse el indignado. Y si es con el euskera, mejor. “Aquí no se entiende nada”, denunciaba Ana Beltrán en el Parlamento, molesta porque los formularios de matriculación escolar se han redactado en euskera y en castellano, y claro, así cualquiera se aclara. “Primero va el euskera y luego el castellano. No se entiende nada. Pone deitura, que es apellido. Lo sé porque está debajo. Es una auténtica ofensa”, afirmó Beltrán, mientras agitaba los papeles como si tuvieran gas sarín. Pero no, era mucho peor que eso. Iba escrito primero en euskera. Y eso, para el PP, “es la prueba de que el Gobierno lo impone en todo”.
Todo, por supuesto, con sus aspavientos, sus descalificativos y su soberbia habitual, que son también parte del show. Al principio llamaban la atención, luego pasaron a ser divertidos, ahora empiezan a aburrir. Posiblemente pronto ya nadie les hará caso. De hecho, la ultima encuesta les deja fuera del Parlamento. Suerte que en su lugar vendrán los ciudadanos de bien a animar la política foral. Que salvo por lo de acabar con el régimen foral y quitar el Convenio, con ellos Navarra no estará en riesgo. Solo hay que mirarlo con perspectiva.