Horror, denuncia y divertimento

viernes, 11 de enero de 2008 Sin comentarios

Dirección y guión: Richard Shepard. Intérpretes: Richard Gere, Terrence Howard, Jesse Eisenberg, James Brolin, Ljubomir Kerekes, Kristina Krepela. Nacionalidad: EEUU, 2007. Duración: 96 minutos.

Matador , la anterior película de Richard Shepard, una mirada irónica sobre un asesino a sueldo, ya provocaba algo que La sombra del cazador eleva a su grado extremo: desconcierto. Shepard, en un ejercicio de confianza en el público, reclama del espectador un acto de distancia crítica al construir personajes y situaciones ambivalentes. En La sombra del cazador , un filme ambientado en las ruinas humeantes que quedaron tras la limpieza étnica acometida en la fragmentación de la antigua Yugoslavia, Shepard da una vuelta de tuerca al mezclar denuncia política con cine de aventura, al fundir el horror de lo que se percibe como verdadero con el rostro de Hollywood. El rostro principal lo pone Richard Gere, un actor homenajeado recientemente por el festival de Donostia con más motivos de los que algunos le quieren reconocer. Parece vulnerable, pero un repaso a su trabajo indica lo contrario.

En cuanto al horror, éste salpica el guión con datos que nos recuerdan que los criminales del conflicto balcánico no sólo siguen libres, sino que nada indica que algún día un tribunal justo llegue a juzgar sus delitos. De hecho, lo más escalofriante que encierra esta película surge en las notas explicativas sobre lo real que aparecen cuando comienzan los créditos.

El filme cuenta la vieja historia de los asesinos justificados, de los favores debidos y de los silencios culpables. De modo que La sombra del cazador sobrevuela por un territorio minado, un cenagal sobre el que todavía penden demasiadas renuncias. Pocas guerras resultaron tan desorientadoras y fueron tan desazonadoras para la opinión pública como la de los Balcanes. ¡Tan cercana en el tiempo y en el espacio y tan desterrada de la memoria! Quizá por ello, Shepard, consciente de que la herida sangra, decide añadir a su testimonio una sobredosis de suficiencia. El efecto es inquietante. Si por un lado el filme construye tipos y secuencias demoledores, por el otro desactiva su efectividad para reconducirlo todo por la senda del thriller y el guiño. De ese modo la verdad y la impostura interactúan en un juego malévolo que no carece de interés pero que acaba frustrado por el peso de una ironía impotente.

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Los caprichos de la naturaleza

viernes, 11 de enero de 2008 Sin comentarios

Dirección y guión: Lucía Puenzo. Intérpretes: Ricardo Darín, Inés Efron, Martín Piroyanski, Germán Palacios, Valeria Bertuccelli, Carolina Peleretti. Nacionalidad: Argentina, Francia y España, 2007. Duración: 91 minutos.

Primera sorpresa. Esta extraña y atípica película se ve transitada de parte a parte por un desconocido Ricardo Darín. Aquí no hay ningún tic que trate de reverdecer el hacer de El hijo de la novia y/o Nueve reinas . De hecho, aunque su personaje sea fundamental, ni Darín es el protagonista ni su rol se parece en nada a lo que hasta ahora había mostrado.

Segunda sorpresa. Aunque la directora se apellida Puenzo, y en efecto es hija del autor de La historia oficial , nada hay aquí de ese cine argentino tan reconocible y difundido en los últimos años. Más bien milita en ese movimiento renovador y periférico, seco y de filo herrumbroso, practicado por una nueva generación de realizadores que buscan diferenciarse de sus mayores. Es un cine con escaso eco en las carteleras pero muy prestigiado en los festivales de todo el mundo. De hecho, fue en Cannes donde Lucía Puenzo supo que su película era extraordinaria.

Convengamos en que XXY lo es. Desde su mismo título, un juego que nada dice a quien no ha visto el filme, todo aquí adquiere un aire escasamente convencional. Lucía Puenzo, con un paso intimista de planos equilibrados y tiempo detenido, derrocha algo caro en tiempos de cine sin enigma ni misterio. Lucía Puenzo se asoma al origen del género sexual y, con él, a la paradoja de la libertad. La Argentina que aquí se retrata no huele a costumbrismo. En XXY el drama no arranca del verbo. Aquí la miseria no guarda relación alguna con la política gubernamental y, por tanto, el horror no emana del ordeno y mando militar ni del amaso y especulo bancario.

Todo aquí se expone en ese instante decisivo en el que un cuerpo adolescente debe decidir hacia dónde quiere ir. Su contenido resuena extrañamente poético; aquí nada rima porque la voz no es lo único que se oye. Es película de gestos con los que se trasmite una emocionada lección de búsqueda de un lenguaje propio. Un lenguaje capaz de asumir lo que otros hicieron para reinventar viejas historias de ecos mitológicos, de saberes profundos que se propagan como si nunca antes nadie hubiera hablado de algo tan evidente como la biología y sus caprichos.

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Duelo entre señor narcotraficante y rey de la honestidad

viernes, 4 de enero de 2008 Sin comentarios

Dirección: Ridley Scott. Guión: Steven Zaillian. Intérpretes : Russell Crowe, Denzel Washington, Chiwetel Ejiofor , Cuba Gooding Jr. , Josh Brolin, Ted Levine y Armand Assante. Nacionalidad: EEUU, 2007. Duración: 157 minutos.

Zorro viejo, Ridley Scott sabe jugar -es decir sabe ganar- incluso sin cartas. De hecho, cuando realmente (con)vence es cuando se mueve en los territorios menos abonados por la denominada política de autor. De ahí que, para un sector de la crítica, sea el cineasta a derribar. A Scott no se le perdonan ni sus éxitos pasados (Blade Runner, Alien, Thelma y Louise, …) ni mucho menos su insolencia presente, una soberbia que, a sus 70 años, parece impropia de alguien prudente.

Publicista antes que cineasta, Scott pertenece a la estirpe de los directores mercenarios capaces de meterse en enredos laberínticos y de cumplir con ejemplar disciplina. Por eso su trayectoria se llena de obras de género y por eso, incluso pese a su privilegiada posición en la industria de Hollywood, acepta encargos como una secuela de Hannibal Lecter o la acartonada reconstrucción histórica de las aventuras de Cristóbal Colón. Indiferente al resultado, Scott acumula experiencias.

Maestro de la simulación, resulta ejemplar verle dirigir en directo para luego comparar lo que había delante de la cámara y lo que luego acaba apareciendo en la pantalla. En ese trasvase, Scott con un poco de humo y un mínimo desenfoque convierte decenas de extras en miles de figurantes. Con parecido entusiasmo y convicción, reconvierte argumentos convencionales en relatos simbólicos revestidos de una originalidad que tan solo reside en una variación mínima de los viejos entramados.

En American Gangster , obra aclamada en EEUU y zarandeada -en buena medida por eso- en Europa, Scott con la complicidad del guionista Steven Zaillian (La lista de Schindler, Gangs of New York, Hannibal, … ) se adentra en ese neoclasicismo del cine negro de gángsters establecido por Scorsese, Coppola e incluso, aunque con más heterodoxia, por Brian De Palma y Abel Ferrara. Análisis perezosos hablan de una especie de El padrino negro porque sustituye la mafia italiana por la afroamericana. Otros, más esforzados, han visto un paralelismo con El señor de la guerra y es por aquí y quizá por L.A. Confidencial por donde cabría escarbar para encontrar los materiales que Scott y Zaillian emplean.

Como en buena parte del cine de Scott, su núcleo argumental nace de una suerte de ying y yang. Un pulso de personajes que se enfrentan y se atraen, que se niegan y que se necesitan. Piensen en la mayor parte del cine de Scott; recuerden incluso a Ripley y Alien y revisen Los duelistas . ¿Acaso no es de eso, de un duelo, de lo que aquí se ocupa la cámara?

Aquí se trata de un mafioso negro llamado Frank Lucas (Denzel Washington) y un policía blanco y honesto, famoso por haber devuelto un millón de dólares, Richie Roberts (Russell Crowe). Aunque ambos personajes existen en la vida real, Scott los reinventa como dos personalidades contrapuestas. Ambos son extraños en sus respectivos ambientes y ambos arrastran su soledad en un mundo de gregarios significado por acatar las normas, no de la ley, sino de la mediocridad y la supervivencia.

Como dos torres gemelas y con las sombras negras de la guerra de Vietnam de fondo, Scott levanta los retratos de sus personajes para tender, en sus minutos finales, ese puente que los unirá abrasándoles. Tras él, la vida de los dos ya no será la misma. Tampoco tras la guerra de Vietnam y la plaga de la heroína, EEUU sería igual y eso es lo que plantea sin estridencias Scott.

La brillante banda sonora cohesiona esta obra irregular siempre lastrada por su deuda con lo real. Filmada con precisión e interpretada con fe, Scott cree que el cine es puro espectáculo y eso es su película.

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Escenas de una pareja detestable

viernes, 4 de enero de 2008 Sin comentarios

Dirección: Steve Buscemi. Guión: David Schechter y Steve Buscemi, según el guión de Theodor Holman para el filme de Theo Van Gogh. Intérpretes:Sienna Miller y Steve Buscemi. Nacionalidad: EEUU, 2007. Duración: 83 minutos.

De no ser porque Theo Van Gogh, sobrino-nieto del célebre pintor, fue asesinado a tiros, probablemente Steve Buscemi jamás hubiera rodado esta película. Pero un cortometraje contra el fundamentalismo dirigido por el combativo Van Gogh hizo que un descerebrado criminal lo asesinara. En reacción a su muerte, sus amigos y productores han llevado a cabo un viejo sueño suyo, re-hacer tres de sus más celebradas películas en un ambiente norteamericano. Interview es pues, la primera que se estrena.

Interview debe ser comprendida como un acto de reivindicación de la figura de Theo y en consecuencia Steve Buscemi, paradigma del cineasta indie, guionista, actor y director, debe ser visto como el maestro de ceremonias de este homenaje. Así, en un guiño hitchcockiano, Buscemi hace que el taxi en el que el personaje interpretado por él se aleja de Sienna Miller, sufra un accidente al chocar contra un camión rotulado con el nombre de Van Gogh. ¿Intuye Buscemi que se está dando un trompazo con esta historia? Sin duda, pero hay vida más allá de su lectura metafórica.

Así, gracias al golpe que recibe en la cabeza el personaje de Buscemi, se produce un reencuentro y el entrevistador es invitado a casa de la actriz para desarrollar, regado por el alcohol y la cocaína, un duelo perverso e histérico sobre la manipulación y la mentira. Interview es cine de cámara con pulsión teatral. En ella, un entrevistador y una actriz famosa, parecen impelidos a hacerse daño en un juego de súbitos cambios y de manipulaciones oscuras. Construida en ese cruce entre el filme originario de Van Gogh y la mirada recreadora de Buscemi, la historia acontece en Manhattan, en un loft de amplios espacios y múltiples trampas. Rodada en apenas semana y media, con tres cámaras y una enfermiza voluntad diseccionadora, los dos personajes resultan inquietantes y vacuos, a medio camino entre un Bergman epidérmico y un confundido LaBute. La pena es que, pese a que Buscemi y Miller se dejan la piel para sacar adelante sus diálogos, los bruscos cambios de humor resultan demasiado mecánicos, demasiado forzados como para implicar y emocionar plenamente a quien los mira.

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¿Precuela…, secuela…, remake?

viernes, 4 de enero de 2008 Sin comentarios

Dirección : Rob Zombie. Guión: Rob Zombie a partir del guión original de John Carpenter y Debra Hill. Intérpretes: Tyler Mane, Sheri Moon Zombie, Malcolm McDowell , Brad Dourif, Danny Trejo y Daeg Faerch. Nacionalidad: EEUU, 2007. Duración: 109 minutos.

EN 1978, John Carpenter realizó La noche de Halloween . Su pesadilla constituía, junto al hacer de gentes como Wes Craven y Tob Hopper, el germen fundacional de la ahora reconocida como edad dorada del American Gothic. Más cercano a Lovecraft que a Poe y más interesado por el giallo que por la escuela de Corman, treinta años después, Carpenter reconoce sentirse muy orgulloso de lo que La noche de Halloween es. Motivos no le faltan. Su psicótico protagonista, Michael Myers, ha protagonizado los siguientes filmes: Sanguinario, Season of the witch, El regreso de Michael Myers, La venganza de Michael Myers, La maldición de Michael Myers, Halloween H20 y Halloween Resurrection . O sea, ocho entregas, de las cuales, la mejor sigue siendo la primera.

Rob Zombie, director de Los renegados del diablo, y La casa de los 1000 cadáveres , ha sido el encargado de desenterrar el recuerdo de Michael Myers. A la vista de su estilo cruel, sanguinario, gore hasta cansar y tan hueco como las calabazas de Halloween, el espectador avisado sabe de antemano qué hay: un gran guiñol incompetente.

El interés extrafílmico de Halloween reside en su abusiva naturaleza. En tiempos de rapiña a los legados fílmicos con secuelas, precuelas y remakes, Rob Zombie aplica aquí una curiosa vuelta de tuerca. Su Halloween es todo. Si el filme de Carpenter pone los pelos de punta sin que prácticamente se derrame sangre durante sus dos terceras partes; Zombie se emborracha de cuchilladas, masacres y violencia. Si en Carpenter, bajo el disfraz del cine de terror, se apuntaba un inteligente discurso sobre el punto de vista y sobre la naturaleza de la cámara cinematográfica, aquí quien filma apenas ve lo que el objetivo encuadra.

Zombie, un encumbrado músico que hace del exceso su razón de vender, nada aporta al universo de Myers, un asesino en el que beben muchos de los serial-killers que inundan los bajos fondos de los videoclubs de sangre y caspa. Además, lo peor es que jamás inquieta. Los muertos se suceden, el desgraciado Myers se ahoga en su rabia y locura y el espectador, al menos el que esto suscribe, ve más autenticidad en el maquillaje de un payaso que en la esencia de esta película.

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De Charlton Heston a Will Smith

viernes, 28 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Francis Lawrence. Intérpretes: Will Smith, Alice Braga, Dash Mihok, Salli Richardson, Willow Smith y Charlie Tahan. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 101 minutos.

No cabe confundir a Indiana Jones y sus celebradas aventuras con lo que aquí protagoniza el señor Ben Gates y sus interminables búsquedas, por más que Nicolas Cage se considere tan atractivo como Harrison Ford. En tiempos de carteleras desbrujuladas e inanes, la primera entrega de La búsqueda halló cierto -y merecido- predicamento en audiencias ociosas que encuentran placentero comer sus chucherías con un filme que les entretenga sin esperar de ellos pensamiento alguno. Como a un considerable taquillazo le sucede una nueva entrega, Nicolas Cage, Jerry Bruckheimer y Jon Turteltaub vuelven a reunirse para prolongar la fórmula nada original de este filme.

Y es que lo que este Diario secreto alberga carece de singularidad alguna. Es la suya la naturaleza del sucedáneo, aquello que parece pero que no es, lo que imita pero sustituye las materias nobles de lo imitado por los recursos baratos de quien copia. Se ha citado a Indiana Jones pero poco, muy poco cabe reclamar aquí de una de las mejores aportaciones de Spielberg. Su argumento bebe del hacer de El código Da Vinci y de esa inclinación a medio camino entre el conocimiento google y la incultura absoluta. Consiste en partir de hechos probados para proyectar sobre los mismos conjeturas delirantes y así, con el pretexto de la casualidad y la ayuda de la ignorancia, formular ideas peregrinas con verbos solemnes.

Aquí se mezcla el asesinato de Lincoln con las crónicas de Cabeza de Vaca sobre una ciudad de oro de la América precolombina, hipótesis ante cuya propuesta no cabe objetar nada. Lo lamentable del hacer de Turteltaub es que dilapide por completo el pequeño prestigio que había alcanzado con su anterior entrega. Si en La búsqueda (2004) algunos detalles podían reclamar el testigo del buen cine de aventuras, aquí el director y los productores apuestan de manera burda por los fiascos consecutivos de las aventuras cinematográficas de Lara Croft. Aquí como allá, Jon Voight, el padre real de Angeline Jolie, pasea la sombra del actor que alguna vez pareció. El resto hace lo que puede. Cage sigue sin conocer la contención y Ed Harris parece bueno, incluso aunque participe en obras tan mediocres como ésta.

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El código Lincoln

viernes, 28 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Jon Turteltaub. Intérpretes: Nicolas Cage, Jon Voight , Harvey Keitel, Ed Harris, Diane Kruger, Justin Bartha, Bruce Greenwood y Helen Mirren. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 128 minutos.

No cabe confundir a Indiana Jones y sus celebradas aventuras con lo que aquí protagoniza el señor Ben Gates y sus interminables búsquedas, por más que Nicolas Cage se considere tan atractivo como Harrison Ford. En tiempos de carteleras desbrujuladas e inanes, la primera entrega de La búsqueda halló cierto -y merecido- predicamento en audiencias ociosas que encuentran placentero comer sus chucherías con un filme que les entretenga sin esperar de ellos pensamiento alguno. Como a un considerable taquillazo le sucede una nueva entrega, Nicolas Cage, Jerry Bruckheimer y Jon Turteltaub vuelven a reunirse para prolongar la fórmula nada original de este filme.

Y es que lo que este Diario secreto alberga carece de singularidad alguna. Es la suya la naturaleza del sucedáneo, aquello que parece pero que no es, lo que imita pero sustituye las materias nobles de lo imitado por los recursos baratos de quien copia. Se ha citado a Indiana Jones pero poco, muy poco cabe reclamar aquí de una de las mejores aportaciones de Spielberg. Su argumento bebe del hacer de El código Da Vinci y de esa inclinación a medio camino entre el conocimiento google y la incultura absoluta. Consiste en partir de hechos probados para proyectar sobre los mismos conjeturas delirantes y así, con el pretexto de la casualidad y la ayuda de la ignorancia, formular ideas peregrinas con verbos solemnes.

Aquí se mezcla el asesinato de Lincoln con las crónicas de Cabeza de Vaca sobre una ciudad de oro de la América precolombina, hipótesis ante cuya propuesta no cabe objetar nada. Lo lamentable del hacer de Turteltaub es que dilapide por completo el pequeño prestigio que había alcanzado con su anterior entrega. Si en La búsqueda (2004) algunos detalles podían reclamar el testigo del buen cine de aventuras, aquí el director y los productores apuestan de manera burda por los fiascos consecutivos de las aventuras cinematográficas de Lara Croft. Aquí como allá, Jon Voight, el padre real de Angeline Jolie, pasea la sombra del actor que alguna vez pareció. El resto hace lo que puede. Cage sigue sin conocer la contención y Ed Harris parece bueno, incluso aunque participe en obras tan mediocres como ésta.

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Del engaño, la traición y la mentira

viernes, 28 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Billy Ray. Guión: Billy Ray, Adam Mazer y William Rotko. Intérpretes: Chris Cooper, Ryan Phillippe, Laura Linney, Dennis Haysbert, Caroline Dhavernas y Gary Cole. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 110 minutos.


Hay una secuencia en El espía , cuando la película encara su último tercio, que insinúa lo que podía haber sido y no lo es: un inteligente ensayo sobre la mentira. Está resuelta en un par de minutos. En ella, Robert Hanssen (impecablemente encarnado por Chris Cooper) es traicionado por su subordinado Ryan, quien no duda en abrir el sobre que éste le ha entregado. Cuando, lleno de asombro, contempla lo que hay en su interior, irrumpe su novia quien, a su vez, se sirve de una argucia para quedarse sola en la casa y a su vez traicionar a su novio para ver qué es lo que éste le oculta, y que, en cierto modo, es la prueba de la vileza de su trabajo: engañar a quien se le confía. Para cerrar esta exaltación de la falsedad, lo que asombra a Ryan y descompone a su novia, no es sino una inexplicada traición de Hanssen que exhibe de manera gratuita su intimidad conyugal con su propia esposa.

Lamentablemente Billy Ray, director que antes fue guionista, se encuentra demasiado maniatado por el material de partida: el caso del último gran espía detenido hace 6 años y protagonista de un escándalo de grandes proporciones. Vuelve a ocurrir que la letra de lo real deja sin palabras al guionista de la ficción y lo que es peor, dada la escasa información que se tiene sobre la verdad, reduce todo a máscaras de cartón-piedra.

Es cierto que Ray se conduce con modélica austeridad. Su filme se desentiende de la acción para fijarse en la introspección pero ésta, sin apenas realidad que la sustente, se transforma en una hueca liturgia. Y es que hay demasiados silencios inexplicados en el perfil de Hanssen. Un fervoroso creyente católico, miembro del Opus Dei y uno de los pesos pesados del FBI, condenado a cadena perpetua por alta traición al entregar secretos y camaradas a la URSS. Con ello, se impone la sospecha de que el retrato de Hanssen ha sido prefabricado por aquellos a quienes traicionaba. Así, sus perversiones sexuales y su fervorosas creencias, tal y como aquí se muestran, chirrían y con ello disuelven su credibilidad ante un personaje que siempre aparece excesivamente maquillado. Como si Ryan, inconscientemente, subrayase ese tono de farsa en el que se ahoga su película.

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Ley y (des)orden en un lindo y ¿tranquilo? pueblecito

viernes, 7 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Dirección: Edgar Wright. Intérpretes: Simon Pegg, Nick Frost, Jim Broadbent, Timothy Dalton, Stuart Wilson, Olivia Coleman, Paddy Considine, Kevin Eldon. Nacionalidad: Gran Bretaña. 2007. Duración: 113 minutos.

Circula por los videoclubes una humilde película que no para de alquilarse. Se titula Zombies party. En ella, a la sombra del revival de los no muertos, se teje una corrosiva comedia llena de mala uva capaz de provocar risas como las de antes. Arma fatal también las cosecha. Porque Arma fatal es una especie de Buddy movie party y un más que digno heredero al trono de Aterriza como puedas . Y es que, tras la aparente insustancialidad de su humor, late un inteligente resucitador del mejor cine de carcajada y escalpelo.

¿De dónde surge este solvente equipo formado por el director Edgar Wright y el actor Simon Pegg, presentes en ambos títulos? De allí donde se exilian los mejores talentos del cine narrativo contemporáneo: de la televisión. Ya no es ningún secreto. Cada día crece el espacio que las tiendas especializadas dedican a las series de televisión. La mitad se venden por razones de blanda nostalgia; pero la otra mitad, porque en ellas late una libertad creativa y una pasión fabuladora como ya no es factible hallarlas en el cine de gran presupuesto.

El equipo formado por Wright y Pegg fue alumbrado en series como Spaced y Asylum ; y sus raíces saben cómo se siente siendo british . Por ello, desde los viejos aromas de la Comedia Ealing a los permanentemente revisitados restos del legado de los Gilliam, Palin, Jones, Cleese y compañía, el atildado y socarrón humor británico proyecta aquí su poderoso influjo. Pero sería reduccionista colocar Arma fatal sólo sobre estas dos columnas cuando por sus venas corre una enciclopédica revisión cinéfila llena de guiños, saqueos y caricaturas grotescas e inolvidables. Es medio cierto que su modelo de partida corresponda al subgénero de las buddy movies . Es decir, esas películas protagonizadas por dos compañeros a su pesar, a menudo policías y siempre de métodos antagónicos cuya razón de ser es que, conforme avanza la acción y surgen los roces, aprenderán el valor de la amistad. Y aunque aquí Simon Pegg se reencuentre con Nick Frost como ocurría en la citada Zombies party , es decir, sean dos protagonistas, su naturaleza no bebe únicamente de esa Arma letal que se insinúa en el título. Por eso sus autores la titularon Hot fuzz pero los distribuidores españoles prefieren apelar discutiblemente a la serie de Mel Gibson. Discutible porque, como afirmaba Edgar Wright, su filme puede definirse como un episodio de Miss Marple filmado por Tony Scott. Que traducido significa que recrea una vieja forma narrativa tras digerir los efectismos del lenguaje publicitario. ¿Cierto? Más o menos.

Como buen humorista, Wright esconde su verdadera jugada. Como un prestidigitador llama la atención sobre lo insustancial para disimular sus intenciones. Busca que sea el público quien crea descubrir por sí mismo el talento de una película airada e irreverente. Cosa que es de agradecer.

Aquí se cuentan las andanzas de un buen policía que cree en la ley y que está comprometido con la justicia y su cumplimiento. Su eficacia resulta insoportable para sus compañeros, su capacidad de trabajo los pone en evidencia, su honestidad los convierte en desalmados. ¿Quién necesita hombres justos en una sociedad de corruptelas y componendas? La respuesta es nadie. Tan letal como peligroso resulta un funcionario que desea trabajar de verdad en el corazón de la Administración y el sargento Angel es trasladado de Londres a un ¿apacible? pueblecito. Y ahí comienza de verdad esta desternillante película filmada como si Ken Loach y Mike Leigh, en lugar de divinizar a Marx y Trostky hubieran escuchado a los Clash y los Pistols y hubieran sido acogidos por los Monty Python.

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Escritor que bala, musa que pierde

viernes, 7 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Dirección y guión: Paul Auster. Intérpretes: David Thewlis, Irène Jacob, Michael Imperioli, Sophie Auster. Nacionalidad: Francia, España y Portugal. 2007. Duración: 93 minutos.


La obra de Paul Auster gira en torno a la idea del azar. En ella los encuentros improbables se hacen verosímiles, los elementos fantásticos no lo parecen y las situaciones singulares se impregnan de una cotidianeidad anclada en el sentido común por delirante que éste sea. Esto nos es servido con una prosa precisa, accesible y directa. Por eso Auster es de esos autores que cuando enganchan a un nuevo lector lo atrapan en su sentido literal. Hagan la prueba y pregunten, tal vez usted también sea uno de ellos. La cuestión es que quienes han leído algo suyo, rara vez se conformaron con una sola novela. Es decir, algo hay en su narrativa que, como la Coca-Cola, impele a seguir consumiéndola hasta que por exceso se provoca un rechazo o una indigestión. Pasado un tiempo, retorna de nuevo este fenómeno de la chispa de la vida que vuelve a atrapar. Carece de matices profundos pero funciona, arregla resacas y refresca.

Si el azar anuda su obra, el azar alumbró su segundo largometraje, un filme de bandera europea, reparto internacional y vocación sacrifical por la que el escritor ensaya un desnudo integral que le lleva a esbozar un inquietante discurso sobre la musa como inspiradora de la creación, o sea madre, y su propia hija en la vida real. ¿Un cruce chirriante entre el objeto intelectual y la obra biológica? Sin duda.

Hace unos años, con Lulu on the bridge , Auster debutó como cineasta con una extraña pieza de cronómetro dislocado y romance radical. Sin alcanzar la excelencia, Auster sorteaba la impericia del oficio con la brillantez del buen fabulador que lleva en su interior. En ese mismo interior se pierde ahora, cuando Paul Auster se olvida del relato con el pretexto de ahondar en el misterio de la escritura, en esa relación tiránica y experimental por la que el escritor se hace a sí mismo en su escritura. Tan sugerente ambición no encuentra al cineasta capaz de concretarla en imágenes. O más exactamente, el Auster director se defiende bien en los veinte minutos iniciales. Luego, cuando el ciclo de la repetición se insinúa, el Auster padre, que ya ha esbozado su inquietud, nos deja con su bella hija. Pero eso ya no es ni cine, ni literatura. Es sólo una bonita voz y una atractiva fotogenia.

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