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Archivo para marzo, 2009

Mucha actriz, poca compañía

viernes, 6 de marzo de 2009 Sin comentarios

Dirección: Erick Zonca. Intérpretes: Tilda Swinton, Saul Rubinek, Kate del Castillo, Aidan Gould, Jude Ciccolella, Bruno Bichir y Horacio García Rojas. Nacionalidad: EEUU, Francia. 2008. Duración: 144 minutos.

Hace nueve años Erick Zonca alumbró un filme intenso y extremo: La vida soñada de los ángeles . Con él arrasó en el mundo indie a golpe de espontaneidad, energía y dolor. Aquel debut desgranaba la historia de dos jóvenes interpretadas a tumba abierta por Elodie Bouchez y Natacha Régnier. Con ellas, enamoró en Cannes y triunfó en Europa. Meses después, Zonca reaparecía con El pequeño ladrón , otro golpe de rabia, otra incursión feliz en ese nuevo realismo europeo del que luego autores como los Dardenne, Cantet y compañía han amasado obras maestras.

Entre tanto Zonca permaneció en silencio. Nueve años largos ha pasado sin dar señales de vida. Nueve años absorbido y abducido por Julia . Durante este tiempo Zonca, que no quería rodar en Francia, se ha dado golpes contra el muro de la producción norteamericana. Empeñado en que su nueva película sólo podía transcurrir en EEUU, en la frontera mexicana, su guión asustaba al percibir en él el veneno de John Cassavetes, esa autenticidad que emana de las películas rodadas sin precaución, sin medida, sin componendas.

Tanto tiempo esperó Zonca que su Julia ahora aparece recargada hasta la zozobra, excesiva hasta incomodar, extrema hasta adentrarse en arenas movedizas. Esta Julia se sabe deudora del legado del autor de Gloria y con Gloria se le ha comparado. Pero sin negar esos ecos, no resulta descabellado percibir que en Julia sobrevive, en clave de sed alcohólica, una especie de Clint Eastwood femenina. Esa extraña mezcla da a luz a una sensual antiheroína angustiada por una herida abierta. Tilda Swinton secunda con fe la historia de un Zonca quien, a su vez, no duda en abandonarse a un relato que zigzaguea de manera suicida. La convicción puesta por Swinton, quien se desnuda por dentro y por fuera para hacer creíble a Julia , no encuentra réplica alguna ante la escasa identidad de sus oponentes masculinos. Zonca no es que no mire a los hombres, es que sólo ve a Julia /Tilda. Se trata de una Julia inmensa, conmovedora y terrible, pero su historia se antoja errática y su redención, el triunfo del instinto materno, una salida tan fácil como difícil resulta de creer lo que esta alcohólica hace con una pistola cerca.

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Berlín monogatari

viernes, 6 de marzo de 2009 Sin comentarios

Dirección y guión: Doris Dörrie. Intérpretes: Elmar Wepper, Hannelore Elsner, Aya Irizuki, Nadja Uhl, Maximilian Brückner, Birgit Minichmayr y Floriane Daniel. Nacionalidad: Alemania y Francia. 2008. Duración: 126 minutos.

Han pasado 24 años del debut como directora de Doris Dörrie con Hombres, hombres ; un filme que parecía forjar un eslabón entre la vieja guardia del Nuevo Cine Alemán (los nacidos durante la guerra) y la generación que debía despuntar al comienzo de los años 80. Pero aquello fue un espejismo. Lo que sobrevino tras el éxodo norteamericano de los Herzog, Wenders y compañía fue una larga travesía por el desierto. Por eso mismo, muchos de los espectadores que hoy ven Cerezos en flor, nada saben de Hombres, hombres , una comedia enrabietada y feminista (y por lo tanto, preocupada por los problemas de la masculinidad). En buena medida porque aquel comienzo fulgurante fue seguido por una trayectoria extraña y confusa, incompleta en nuestras carteleras y decepcionante en su calidad. Y fue así como Doris Dörrie se perdió en el olvido.

Pero hace ya un año, primero en Berlín 2008, luego en Cannes, que Doris Dörrie presentó Cerezos en flor , una frágil e inteligente puesta al día del mundo de los sentimientos visto desde el dolor de la enfermedad y la sentencia del tiempo. Cerezos en flor arranca como un sutil calco, con alguna modificación sustancial, de Cuentos de Tokio de Yasujiro Ozu. Al menos en su primera mitad. Dörrie, lejos del esperpento y el gran guiñol que con frecuencia ha aplicado a su cine, se mueve en este ejemplar filme por el camino de la sutileza y la contención desde el riesgo y el exceso. ¿En qué consiste esa conjugación de contrarios? En la incertidumbre que provoca dejarse llevar por esta película, romántica hasta el delirio, arriesgada hasta el ridículo. De hecho, hay en determinados pasajes, en esos puntos de sutura que enlaza los dos cuerpos de esta radical ofrenda a la cultura japonesa, instantes de zozobra y de vértigo. En algunos momentos, da la impresión de que su realizadora va a despeñarse en su obsesión, en otros, cuando sale indemne y sortea el charco en el que se mete, justo es admirar la inteligencia y la fuerza sentimental de su hermoso relato. Un relato que en su despegar plantea la ¿inutilidad? de los padres para sus hijos, o sea un Ozu literal, para en su desenlace, atreverse a construir, con los iconos nipones, un ensayo inequívocamente europeo y ambiciosamente universal.

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