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Chucherías

viernes, 7 de marzo de 2008

A todos nos gustan las chuches. Los chavales, si les dejamos, se hartan de ganchitos, patatas y azúcares de mil formas y colores. Muchos mayores, que no todos, logramos dejar este vicio para abrazar otros igualmente nocivos; pero hay un tipo de chuchería que nos encanta. ¿Quién rechaza un bolso, una gorra para el sol o una cajita de regalo? Yo cojo estos obsequios vengan de donde vengan, aunque, casi siempre, acaben arrinconados en casa sin utilidad alguna. Las cosas que conseguimos gratis no disgustan a nadie y, claro, los partidos políticos lo saben.

Por ello, en una campaña electoral te puedes hacer con un arsenal de detalles. Conforme al reportaje que este periódico publicaba hace unos días, las distintas formaciones ponen a disposición del que lo desee viseras, mecheros, condones, variadas insignias, imanes para el frigo, bolígrafos, caramelos, globos y mil titos más.

Aún recuerdo al popular Abel Matutes de visita en Pamplona antes de unos comicios al Parlamento Europeo. Su gente tenía preparado para los periodistas que acudimos a la rueda de prensa unos maletines como de corcho; en cuyo interior, además de variada papelería, iba un portafolios del mismo material, todo con claro aspecto ecológico . He usado aquellos objetos durante años, tal era su calidad y, de hecho, me desprendí del maletín hace pocas semanas.

¿Para qué o para quién hacen este gasto?, ¿tantos indecisos hay y tan relevante es su participación? Sé que me repito, pero somos muy mayorcitos para convencernos con chucherías y, en consecuencia, he de insistir en que los mítines, los debates o la aparición de candidatos en cualquier esquina de Pamplona no debieran cambiar el parecer de los electores, tengan pensado votar o no.

Pero, conforme llegamos al final de esta eterna campaña, flaqueo más en mis convicciones al ver que los representantes políticos siguen de charlas y las cuñas radiofónicas se multiplican. Va a ser que saben algo que yo desconozco. Eso será.

POR ANA BELASKO

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