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El reproche gana a la propuesta

martes, 4 de marzo de 2008

Zapatero y Rajoy acudieron a los mismos o parecidos argumentos que hace siete días y convirtieron el partido de vuelta televisivo en un debate anclado en el pasado en el que no faltaron ni la niña del líder del PP ni el bonobús del presidente del Gobierno, y que giró demasiado en torno a la nimiedad de la primera pregunta de la legislatura de Rajoy al presidente en el Congreso. En el intercambio de argumentos volvieron a salir a la palestra otra vez los recurrentes Irak, ETA, regularización de inmigrates, varios cruces de cifras -en el bloque económico- casi ininteligibles para la gran mayoría de los ciudadanos y hasta la misma fotocopia de El Mundo sobre las conversaciones con ETA. Aunque los dos líderes estuvieron más guerreros, y ello contribuyó a la viveza y dinamismo del debate como espectáculo audiovisual, Zapatero se impuso en el campo de las propuestas (muchas de ellas demasiado efímeras) a un Rajoy con duras críticas a la gestión del Gobierno y utilizando argumentos derrotistas. El líder del PP buscó erosionar la credibilidad del presidente del Gobierno y estuvo enérgico y agresivo, rozando el ataque personal, pero a tenor de los sondeos convenció más la serenidad y las propuestas de futuro de Zapatero que la fogosidad de Rajoy. El líder del PP, más irónico e interrumpidor de su oponente, no demostró la altura ni la capacidad políticas suficientes para relevar a Zapatero porque llevó al debate pocas propuestas de futuro y abusó de la descalificación personal, que Zapatero capeó aunque pasara con fases de evidente nerviosismo. La suerte está echada. Pero seguramente ya lo estaba antes de esta revancha televisiva. Los meses de precampaña y los días de campaña no han gustado a la ciudadanía, que se muestra muy crítica con sus líderes políticos. Más de tres cuartas partes creen que los mensajes emitidos por los principales partidos les han sido poco o nada útiles. Zapatero, en su papel de estadista, concluyó apelando al compromiso, la confianza y la sensibilidad. Rajoy, a su niña. Esa dulce criatura que se quedará sin ver a su mentor en La Moncloa.

POR RAFA MARTÍN

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