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Defender la alegría

lunes, 25 de febrero de 2008

Me gusta el poema Defensa de la alegría de Mario Benedetti, aunque no se encuentre entre mis predilectos. Tampoco tengo nada que objetar a la música que le puso Serrat para convertirlo en canción, sobre todo porque no la he oído. Ignoro igualmente si estará mejor o peor la versión (Defender la alegría ) que han interpretado a coro las estrellas de la SGAE y Joaquín Sabina, unidos por fin en fraternal abrazo en apoyo a la candidatura de Rodríguez Zapatero. He hecho lo posible por eludirla, hasta ahora con éxito.

Puesto a no polemizar, tampoco pienso entrar a discutir sobre la trastienda de intereses que suelen tener este tipo de iniciativas político-artístico-intelectuales. Alguien tiene que compensar lo que no hace el ministro del Interior: yo atribuiré a todos los protagonistas de la cosa, sin excepción, la presunción de inocencia.

Lo único que me desagrada de la idea de este spot de respaldo a la candidatura de Zapatero es que, Benedetti mediante, atribuya al Gobierno español algunas características que no le cuadran ni poco ni mucho. No acabo yo viendo a Zapatero defendiéndonos de los escándalos, de la rutina, de los neutrones, de los canallas, de los homicidas, del agobio, del oportunismo y hasta de la obligación de estar alegres, según se lee en el poema del uruguayo.

Den la cara por el candidato del PSOE, si les place, pero no olviden -ustedes, gente informada- que Zapatero es fiel aliado de los EEUU, y de Mohamed VI, y del FMI, y de las multinacionales que mangonean en América Latina, y que su Gobierno sigue siendo de los que menos dinero dedican a gasto social dentro de la Europa más próspera, y que la derecha gobierna en Navarra gracias a su concurso, y que fue él quien ni siquiera aceptó admitir a trámite el proyecto de Estatuto aprobado por el Parlamento vasco, y también él quien «pasó el cepillo» al Estatut catalán, y el que se lleva a partir un piñón con Emilio Botín… Etcétera, etcétera.

Si cantaran «¡Pues peor es Acebes!», hasta les haría palmas. Pero esto de la alegría, la verdad es que me da como cosa.

POR JAVIER ORTIZ

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