The Artist: «No es antigua, es vintage»

La gran favorita para los Oscars 2012 sin duda atesora un buen puñado de cualidades para estar nominada, pero a riesgo de llevar la contraria, no está entre mis películas preferidas del último año. La historia de una estrella del cine mudo (Jean Dujardin) que debe enfrentarse a la llegada del sonido, cuenta con momentos visuales impecables, pero se apoya en una historia simple y de escasa profundidad.

Muchos han aplaudido la audacia de rodar una película muda en estos tiempos en los que el cine parece abrazar el artificio y el espectáculo como antídoto para mantener a los espectadores en las salas. No se le puede negar a Michael Hazanavicious su capacidad para transmitir con la exclusiva herramienta de las imágenes, pero como amante de las grandes historias, me pregunto qué sentido tiene realizar una película limitando los recursos actuales que ofrece el cine. ¿Por qué hacer un “remake” de una película muda o de un tipo de cine que ya alcanzó su máximo esplendor? ¿Qué nos aporta «The Artist» en nuestro actual contexto cultural? Si algo se puede decir de gran parte de las malas películas que se estrenan una y otra vez, es que la mayoría fallan en sus guiones. Pocos directores consagrados tropiezan en la técnica de la dirección o en su capacidad para transmitir con imágenes. Más bien, lo que sucede es que las películas se construyen sobre historias débiles o poco trabajadas. Por tanto, la lección que pretende traernos “The Artist” se me antoja poco oportuna en estos tiempos en los que la imagen está alcanzando su máximo desarrollo.

Quizá el sonido no tenga el mismo prestigio que su compañera la imagen, pero los directores saben que es el 50% de una buena película. The Artist deslumbra por sus elocuentes imágenes, de igual modo que Avatar puede hacerlo con sus planos en 3D. ¿Por qué entonces el “metacine” de The Artist es mejor que la cinta de James Cameron si ambas fallan en sus guiones? Sencillamente porque el cine mudo, como cualquier estado primigenio de una forma de arte, goza de gran prestigio.

Tras ver “The Artist” recordé una frase de “La piel que habito” que suele levantar risas en las salas: “No es antiguo, es vintage”. Se la dice una sastre a un aprendiz cuando valoran una prenda de los 70. Viene a ser algo así como una denuncia del eufemismo y lo “políticamente correcto” y me parece aplicable a los piropos que recibe “The Artist”, especialmente en los círculos más cinéfilos. Al fin y al cabo, la película de Hazanavicious no es más que algo antiguo beneficiado por una perspectiva revisada o moderna, sirviéndose también del prestigio del cine mudo. En otras palabras, lo que podría llamarse un filme vintage.

En mi opinión, lo mejor, dentro de la sencillez de “The Artist”, son los números musicales y el mensaje optimista que contagia al espectador al terminar la película. Una dosis de “buen rollo” que puede ser tremendamente terapeútica en los tiempos que corren.

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