El debate del siglo…

Inmaduro“Días de mucho, vísperas de nada”

Refranero

La verdad es que el debate entre Adolfo Araiz, candidato de EH Bildu a la presidencia de Navarra, y José Javier Esparza, su homónimo por UPN, a escasos tres días del comienzo de la campaña electoral había despertado cierta expectación, no tanto por lo que ambos tuvieran que decir sino por el hecho de que lo hicieran que no es poco en esta tierra de excusiones y sectarismos.

¿Pero que es lo que llevó a ambos políticos y sus partidos a aceptar un debate en el que, desde un punto de vista de comunicación electoral poco o nada tenían que ganar?

Dejando al margen que todo pudiera deberse a un calentón en Twitter, red social en la que se produjo el desafío y posterior aceptación, parece claro que para ambos este debate solo tenía una ventaja y era dar la imagen de un irreal enfrentamiento entre EH Bildu y UPN como únicas opciones de gobierno, único escenario en el que de alguna manera UPN puede paliar la debacle que le pronostican las encuestas y EH Bildu capitalizar un cambio que en este momento no lidera, encuestas mediante.

Para ambos también había una ventaja y un riesgo. La ventaja para UPN era el historial de Araiz y el inconveniente dar una imagen normalizada, legitimada y presidenciable del candidato de EH Bildu, imagen que Araiz no esta en condiciones de dar a poco que uno investigue su biografía en Google.

A contrario sensu la ventaja para EH Bildu de un debate de este tipo era la legitimación de su candidato y el riesgo la mochila de este. Todo ello sin contar que la mochila de gestión del candidato Esparza tiene tan difícil defensa como la de Araiz, aunque evidentemente con otros “matices”.

Así las cosas, ayer asistimos a un espectáculo de frenopático donde el candidato de la oposición intento defender esa imagen presidenciable a base de moderación, olvidando incluso el discurso de su propia formación, una mala idea dado que no es en ese terreno ajeno donde se desenvuelve bien, mientras que el candidato gubernamental se erigió en opositor dando una auténtica lección de malos modos y falta de educación, recurriendo a todo tipo de tópicos, lugares comunes y un discurso completamente alejado de la realidad.

Y, lo que es todavía más grave, ninguno de los dos puso una sola propuesta de futuro encima de la mesa, más allá de cuantificar sus propuestas, ciento y pico uno y más de seiscientas el otro, que permanecerán en el arcano del programa electoral que como es lógico solo se leerán sus propios equipos de campaña.

Es de primero de comunicación electoral que un debate de este tipo no se hace para contentar a los propios sino para acercar voto indeciso, pero afín, al molino propio. Ambos equipos de campaña cometieron un error de libro y es sobrevalorar las ventajas y menospreciar los inconvenientes acuciados por sus propias urgencias electorales y confundir el nicho partidista con el electoral.

El resultado, previsible, es que muy probablemente hoy los votantes decididos de ambas formaciones estén festejando el triunfo de su candidato mientras que ni uno solo de los votos indecisos que en un determinado momento pudieran haberse decantado por ellos piense otra cosa que “que pase el siguiente” a ver si tiene un poco más de credibilidad. Y el problema para ambos es que el siguiente tiene un nicho electoral mucho más amplio, aunque no lo sea el partidista, y carece de la mochila de uno y otro. Con lo que muy probablemente hoy se sienta la ganadora absoluta del debate sin haberse tomado siquiera la molestia de pasarse por el set de Navarra TV.

La conclusión pues, desde un punto de vista de comunicación electoral, aunque reconozco que yo también tengo mis preferencias previas y que mi simpatía no iba precisamente con ninguno de los dos, es que el resultado del debate es un empate, pero un empate a errores. Ambos quedaron con sus miserias al descubierto y ninguno de los dos supo aprovechar la ventaja con la que partía, uno por exceso y el otro por defecto.

Así las cosas yo también espero “Que pase el siguiente”…

Ander Muruzabal

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