Cohesión frente a participación. Un reto político para el S.XXI.

Es más fácil apoderarse del comandante en jefe de un ejército que despojar a un miserable de su libertad.

Confucio

Que las grandes organizaciones políticas de masas han pasado a la historia es un hecho fácilmente contrastable. Los partidos políticos o los sindicatos de hoy ya no se basan en una masa importante de afiliados y mucho menos se financian por esta vía. Las organizaciones políticas que hoy conocemos son mucho más parecidas a una máquina burocrática más preocupada por su “autoconservación” y “autoafirmación” que por crecimiento alguno.

De alguna manera se ha sacralizado la “organización” como garante de las esencias ideológicas y se ha profesionalizado la política convirtiendo valores complementarios como experiencia, conocimiento interno y fidelidad a las reglas en los valores de referencia, obviando otros como creatividad o innovación  que son considerados peligrosos y molestos olvidando que son estos el origen de cualquier movimiento político.

Hemos convertido la herramienta en el objetivo principal de la actividad política y somos incapaces de comprender que la herramienta solo es útil si sirve para alcanzar objetivos sociales y políticos. Y como la sociedad es cambiante, una magnífica herramienta puede ser una perfecta pieza de museo si no es capaz  de adaptarse a nuevas funcionalidades.

Así, los partidos políticos que son la herramienta de participación política de los ciudadanos han primado la cohesión ideológica, o mejor partidista, frente a la innovación o el cambio buscando la consolidación de espacios electorales propios en base a afinidades ideológicas que les permitan cuotas de representación estable y por consiguiente su propia supervivencia como organización, al albur de que esa masa indecisa les de el poder en función de elementos sociopolíticos coyunturales. La mayoría absoluta del PP en las últimas elecciones, con la estrategia de no hacer ni decir nada y esperando sencillamente que la coyuntura desangrase al adversario, es un ejemplo paradigmático de todo ello.

Más aun, y desde mi punto de vista navarro, lo es la propia existencia y permanencia en el poder de un movimiento político como UPN, nacido a la contra y sin ideología política de ningún tipo y que constituye el ejemplo perfecto de partido-aparato sustentado por una red clientelar.

Pero esta coyuntura, que ha podido ser eficaz durante buena parte del S. XX está pasando por una grave crisis de funcionamiento porque estaba basada en tres criterios obsoletos:

La democracia representativa y el voto como única cauce racional de encauzar la participación política.

La necesidad de élites preparadas y cualificadas para la acción política.

El control de la información por parte de los media y las oficinas de prensa.

Ninguno de estos tres pilares se tiene, hoy en día, en pié y solo la ceguera de la clase política profesionalizada le impide ver que han sido sustituidos por:

El trabajo político en red.

La extensión de la formación política y profesional.

La democratización e interacción de la información.

Ya no vale con cohesionar un cuerpo ideológico en torno a una organización política profesionalizada y cerrada para acceder a una base electoral sólida que en función de la coyuntura permita acceder a una u otra cuota de poder. En el mundo actual la política, como la sociedad, la información o la economía son volátiles y cambiantes y la única vía de permanencia es el crecimiento.

Y el crecimiento solo puede estar ligado a los nuevos paradigmas de la sociedad de la información; el trabajo en red y la extensión de la formación, la información y el conocimiento. En una palabra a abrir y utilizar los nuevos cauces de participación política.

Ander Muruzabal

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