Principio de incertidumbre

Es martes y…

Pasan los años, los siglos, la vida. Cientos de mentes lúcidas nos regalan su ingenio para elevar nuestra existencia a un significado diferente y mejorado. Podríamos decir que hemos alcanzado, como colectivo, cotas de excelencia inabarcables tiempo atrás.

Sin embargo, ella, nunca ha abandonado su trono en el ático de la realidad. Según ha ido creciendo el muro del conocimiento, más alargada ha sido su sombra proyectada. Indestructible, agigantada, colosal, siempre presente. La duda.

Quizá seamos un capricho del creador, o quizá una casualidad evolutiva. Quizá algún día alcancemos el esplendor y la lucidez del punto de partida. Quizá estemos de sobra en esta esfera, quizá solo aportemos destrucción. Quizá nuestro deber en esta guerra, sea acariciarnos el corazón.

Quizá esté ya de camino el nuevo mesías, quizá sea modernamente apaleado. Con pelo largo y barba de veinte días. Quizá vuelva la historia del pasado. Quizá el futuro sea nuestra cura, quizá debamos despertarnos del letargo. Quizá el final de la leyenda oscura, sea un triunfo demasiado largo.

Quizá, tal vez, en algún momento, acaso, puede que la duda finja su fracaso.

Doña Carmen y los invisibles

Es martes y…

«Numantino sin Numancia, si los desahucia el banco este lunes quién hará lumbre con tus cimientos»

El ruido mediático que abanica diariamente a determinados privilegiados nos ha permitido conocer la dura y emotiva historia de Doña Carmen. Una digna representante de la silenciada vecindad del barrio de «Los Sintecho». Una condenada más por el tribunal de la usura y sus gobernantes. Una presa indefensa entre tantas, de hambrientas hienas al acecho. Una estrella de miles que, todavía, resisten brillantes.

La respuesta contundente de un barrio, que conserva intacto su carácter solidario, ha permitido edulcorar el feroz atropello y devolver a esta mujer el sueño robado. Mientras tanto, bajo el foco parpadeante de alguna farola y al calor de la acera, siguen latiendo infinitos cartones con vida.

Sumisos al amigo del amigo del banquero, expertos en sonreír al vomitar cada falacia, aduladores profesionales de cada buitrero, el caldero ya echa humo en nombre de la democracia. No habrá ni una lágrima que llegue a acariciar el suelo, siempre habrá una mano amiga en tu mejilla colectiva. Siempre habrá una lucha que te empuje hasta alcanzar el vuelo, porque ninguna derrota es la definitiva.

Sin tirana ni alcahuete

Es martes y…

Nos ha dejado huérfanos de referentes, «adoloridos del corazón». Nos ha soltado, así, de repente, que despega el trasero del butacón. Abandona la primera línea de fuego, la que edulcoró, siempre, con su sonrisa. Lo hace, después de jugar a un juego, dejando el tablero hecho trizas.

Primero fue el señor y, ahora, es la señora la que deja sus votos sin renovar. Sospecho que la meditada decisión no ha sido un ataque de cordura, ni un guiño a su compañero de fatigas. Más bien, barrunto un desapego de sus costaleros más fieles, inquietos ante el jaleo que recorre las calles. Sea como fuere, ningún adiós es doloroso si desgasta las cadenas.

La pareja que insufló, hace casi cuatro años, la inyección letal a la esperanza, se fuga al idílico escondite del retiro. Tras tantos encuentros y divergencias, acabaron por sangrar nuestros ojos, ciegos por voluntad, hastiados por desconsuelo y cansados de tanto ver. El calamitoso listado de sus condenas ha hecho pie en la ciénaga del disparate, anegada tras muchos años de tormentas sin descanso, tras muchos días sin poder intuir el sol.

Los unos por lo de siempre, y los otros por lo mismo. Su sostén de tiranía ya camina hacia el abismo. La función ya ha terminado, vayan recogiendo sus enseres. Nos aguarda en la sala de espera, cientos de nuevos amaneceres.

-Entradas anteriores relacionadas:
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Muros de la vergüenza

Es martes y…

Hace 25 años caía el Muro de Berlín, que, como todos los muros, estaba teñido de irracionalidad, cargado de temporalidad y saturado de su propia contradicción.

Con su derrumbe nos vendieron un arcoíris de bonanza y libertad, una revolución que devolvería a la vieja Europa todo el esplendor derrochado en propaganda ideológica. Con su destrucción moría la Guerra Fría, pero se helaron las mazas que lo echaron abajo.

Se levantaron otros muros de la vergüenza, presentados como panacea de la seguridad o, simplemente, silenciados a mayor gloria de sus instigadores. El megáfono de quienes hicieron de la caída del muro su bandera parece encasquillado desde ese día, apagado de cinismo y vanidad, asolado y sin pilas de recambio.

Triste humanidad que ahogas tus propios pulmones, triste humanidad que te escondes para no encontrarte. Triste humanidad que llenas Melilla de agresiones, Gaza de misiles y El Aaiún de puntos y aparte.

Sin más mañana que amanecer con vida, sin más futuro que el presente urgente. Somos espejismo y memoria abatida. «Enfermo de amnesia, pueblo emigrante».

La risa va a cambiar de bando

Es martes y…

Comenzaron el año entre carcajadas, con la mofa asomando por la comisura de sus labios. Resulta que unos tipos extrañamente formados y excesivamente normales saltaban a la palestra política desde un trampolín diminuto y con unas propuestas que, a su juicio, iban a acaparar el voto de una decena de indignados y un par de alumnos de la Complutense.

Según llegaron las elecciones europeas la sorna dio paso a una risa nerviosa que amenazaba con anegar las tertulias televisivas. Aún así, los incorruptibles del régimen daban por supuesto que era un leve toque de atención, esencialmente puntual y puntualmente irrelevante. Además, con esas pintas no se podía llegar a ninguna parte.

Pues bien, ahora la broma ya no les hace tanta gracia y cualquier nubarrón es bueno para hacer granizo. La búsqueda del sello repelente se les antoja indispensable, remueven el hocico por las hemerotecas en busca de carnaza haciendo, si cabe, más entretenida la tensa espera.

Llegan nuevas denominaciones en tarros de esencia perenne. En el baile de disfraces la señora ideología ha acudido con el antifaz de tierna ciudadanía. Todo suma y nada resta, porque somos mayoría.

Se acabó la hora de los desgobiernos, ahora somos la llama pujante. Mientras tanto, soñamos con ser eternos. «Todo está pasando justo en este instante».