Estado de golpes

Es martes y…

«Un día, sin darnos cuenta, el viejo, con sus historias, se consumió. Y en la memoria de su nieto solo una huella, un leve borrón, de aquella lejana batalla, donde pudo morir, en una guerra no ganada, donde luchó por ti».

80 años entre rejas, entre ruinas y tormentas. 80 años de vergüenza, de castigos y de afrentas.

Destrozaron la voluntad, el alambique de los sueños, el morado que ondeaba en la bandera por el viento nuevo. Machacaron el respeto, la historia restablecida. Rescataron la guadaña que rasgó, con saña, millones de vidas. Impusieron la miseria, el demonio del reproche, el pánico de las sombras que eternizaron la larga noche.

La raza de su moral resistió en famélica agonía, y después resucitó hasta gobernar mis tristes días. Y hoy imponen un silencio, un olvido obligatorio. Hoy se rompen las cunetas huecas del llanto de su velorio. Al calor de la cruzada santa callan destrucción y muerte. Hoy no sangran nuestros ojos, solo el roto de nuestro recuerdo inerte.

Todavía retumba el «¡No pasaran!» en este prado. No se pueden reabrir heridas cuando nunca se han cerrado.

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