Un intruso en las Cortes

Es martes y…

«Dé la vuelta al ruedo recogiendo la ovación, que en la esquina de mi calle encuentro uno mejor. De niño pijo a sueldo fijo, un carrerón».

El pasado 13 de enero se constituyeron las nuevas Cortes Generales emanadas de la voluntad ciudadana y su eterno letargo. Los representantes del populacho hacían presencia, tanto en el Senado como en el Congreso, como si fuera el primer día de colegio. Entre tanto, un intruso se coló en la fiesta.

Las corbatas van menguando, ya cotizan a la baja. Entre rasta y rasta, tened cuenta por si sacan la navaja. No los nuevos residentes sino los de antes, los que visten fino su esqueleto de mangantes. Y aunque aparenten calma, llevan perfume de nerviosismo. Han visto temblar su silla, hecha papilla por el seísmo.

En la villa de los lobos, la desazón se propaga: «A ver si van a prohibirnos jugar al Candy Crush Saga». Y ante la que se viene y sin que sirva de consuelo: «Si quieren que les miremos, que se laven, un poco, el pelo». Y es que piojos ya hay bastantes: «No nos hagan competencia, que, aunque somos liberales, no pagamos penitencia».

El fisgón de la mañana, el intruso de la juerga. No era el hijo de Bescansa, era Gómez de la Serna.

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