Días de rebajas

Es martes y…

Me imagino entrando en un centro comercial, que ya es mucho imaginar, y sentirme desbordado por la cantidad de artículos y cachivaches a precios irrisorios. Supongo que es normal que en días así ocurran cosas como las que ocurren. Es la fiesta de las rebajas.

– Póngame uno de infanta en el banquillo con una pizca de fiscal agradecido.
– Del primero tengo uno, pero con el bolsillo un pelín rasgado y descosido.
– Usted tranquilo, de verdad, que no le importe. Y del segundo, ¿queda algo en buen estado?
– Sí, hijo, sí, de eso no falta en esta corte. El jefe dejó el pedido atado y bien atado.

Después de recorrer la galería entre empujones y tarjetas de crédito que no dan crédito a lo que ven, me detengo en otro mostrador que llama mi atención.

– Hola, ¿sería tan amable de atenderme? Es que ando despistado últimamente.
– Por supuesto caballero, muéstreme sus inquietudes y le ayudaré rápidamente.
– Quisiera una coalición de ideales distraídos invistiendo a lo de siempre.
– Justo hoy nos ha llegado una hecha a toda prisa que no existe quién la compre.
– Creo que me la voy a llevar, solo por ver al president aireando esa melena.
– En pelazo está mejor, pero el resto, no se engañe, es corteza de la misma leña.

Necesito huir hacia mi mismo, lejos del rebaño amaestrado. Necesito renegar del catecismo que han impuesto cuatro iluminados.

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