Reflexiones en la cola del paro

Es martes y…

«Ella sonreirá, saldremos adelante. A pesar del tiempo, sigue siendo bella. La miro y recuerdo, no siempre los planes salen como sueñas, eternas promesas. Estoy cansado de tropezar siempre, del ‘ya le llamaremos’. Quizá, mañana cambie nuestra suerte y acabe este invierno».

Espero mi hora entre porteadores de mi mismo drama. Todos con la esperanza casi desgastada pero, sin embargo, todavía viva. Mientras, en la radio, escucho al presidente decir que en la calle ya no se habla del paro y que todo marcha bien. Apunto de llegar mi turno, pienso en la infinidad de trabajos que sería capaz de hacer. A la espera, tan solo, de una oportunidad. A la espera, de volver a nacer.

«Podría ser jardinero en Marte, médico de flores, poeta ambulante. Deshollinador volando en tejados, probador de espejos o un pirata honrado. Quisiera ser, hombre, al fin y al cabo. Podría ser cartero de Neruda, pescador de estrellas, navegando en la luna. Piloto de cometas, explorador de abismos, quizá recolector de gotas de rocío. Quisiera ser un hombre, es poco lo que pido».

Podría ser músico entre gritos, sombra de verano, fin de finiquitos. «Descompositor» de obras sin arte, entre consejeros de guerra, el descarte. Quisiera ser un hombre, sin ser contraparte. Podría ser carcelero, en sueños, de cada tristeza que busca su dueño. Catador de tomillo, fotógrafo en la noche, quizá subinspector de besos de tornillo. Quisiera ser un hombre, es bastante sencillo.

Podría ser suspiro de Picasso, borrador de datos de sabor fracaso. Un malversador de versos robados, militar con alma, niño no soldado. Quisiera ser, hombre sin candado. Podría ser acento en La Habana, resaca en las olas, sol en la mañana. Risa adolescente, luz en el pasado, brillo en el presente. Quisiera ser, hombre solamente.

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