MAÑANA SÓLO CANTARÁ EL GALLO

Me da pena
esa paloma cu-culina
que canta en la
plaza.

Se ha quedado solita.

Desde que se despierta
hasta que se acuesta
emitiendo
su
cucu-lí-lí-cu-lí-lí.

Cambia de lugar en las alturas,
prueba en otros tejados,
en otros balcones,
pero nada.

No aparece paloma coja en el horizonte.

Emite su cucu-lí-lí-cu-lí-lí
y su
cucu-lí-lí-cu-lí-lí
se lo lleva el viento.

La primavera toca su fin.
Se puede sentir el calor del verano.

Por eso cu-culina decide plantarse
en el suelo y servir de
almuerzo a los
gatos.

¡Ciao cu-culina!

Mañana sólo cantará
el gallo.

EL DINERO DE LOS DEMÁS

Lo más natural en él,
las imágenes que no le dejaban dormir
y que poco a poco le iban volviendo
loco,
eran un montón de billetes del Monopoly
arrastrados por el
viento.

Cuando se levantaba de la cama
escuchaba todo el rato
el ruido de un montón de monedas de plástico
golpeando el techo.

Guardaba una lagartija de oro falso
en la despensa.
Y en su tazón de leche hundía
baratijas
en vez de cereales.

No le importaba el dinero de verdad,
el que huele a un montón
de manos.

Sólo le importaba un collar de perlas negras
hecho con migas de pan.

Sólo le importaba

el dinero dentro de su cabeza,
el dinero que no tenía,
el dinero de los
demás.