UNA SOCIEDAD DEL MIEDO_CATASTROFISMOS

Extracto de un artículo de Jose Ramón Ubieto*

Nunca una sociedad estuvo tan protegida como la nuestra, y sin embargo somos presas cada vez más, de nuestros propios miedos. La sociedad del riesgo a la que se refería el sociólogo alemán Ulrich Beck, es ya hoy una sociedad del miedo en la que la inseguridad se ha vuelto el mal absoluto.

La alarma que ha suscitado la actual gripe porcina se suma a una serie en la que encontramos otros temores vinculados a la salud, las catástrofes naturales o el terrorismo. En todas ellas, más que la gravedad real, el fantasma de la muerte planea sobre cada uno.

Los historiadores dan fe de la presencia del miedo colectivo en las diversas épocas y de las reacciones que generaron. Para enfrentarlo el sujeto ha supuesto siempre una causa, tradicionalmente ligada al castigo divino por los vicios humanos.¿Qué tiene de novedoso el miedo actual?

La ciencia y su progreso técnico nos liberó de esa teoría para hacernos mánagers de nuestro destino y prever así los obstáculos de nuestro camino. La fe y la confianza en ese progreso nos liberó hasta bien entrado el siglo XX del temor irracional, al precio de tecnificar nuestra vida, incluido el más mínimo detalle

La prevención generalizada, que forma parte hoy de lo cotidiano pretende asegurarnos la longevidad, la elección a la carta de la descendencia y su educación, el moldeamiento del cuerpo saludable, el evitamiento de trastornos mentales detectados precozmente etc

Paradójicamente hoy somos una sociedad donde la confianza se ha vuelto contraproducente. La idolatría de la gestión y la ideología revestidas de pseudociencia descubren sus falsas promesas de seguridad. Una buena parte de sus cálculos financieros, políticos y sanitarios están seriamente cuestionados por la realidad misma.

Por supuesto no se trata de demonizar los avances tecnológicos en todo aquello que facilita nuestra existencia, sino de reconocer los límites propios de toda ciencia en los asuntos humanos. La técnica, entendida aquí como la monitorización protocolarizada de la vida, en la que la palabra y la elección del individuo apenas cuenta, nos ha hecho más vulnerables.

Derrocamos al Dios de la providencia, y ahora vemos como los charlatanes pseudocientíficos nos reducen a un cálculo, una cifra o un factor de riesgo a tratrar estadísticamente.

La pasión por el bienestar y la seguridad como valores absolutos nos hacen consentir a una sociedad anestésica que propugna el olvido como solución. Una sociedad que no quiere saber nada de las razones de cada uno respecto a su sufrimiento estandarizándolo, y que prefiere como salida las respuestas aditivas ( hipermercado, drogas, comida etc)

Todo ello aumenta sin duda la inseguridad porque es una fórmula que renuncia a hacerse cargo de los propios miedos, profundamente humanos y por eso tan extimos.

* Jose Ramón Ubieto es miembro de la AMP

CATASTROFISMOS

“El culto a la felicidad engendra el reino del miedo….. el soberano bien es el bienestar…..Lo que domina es el deseo de cada uno de ponerse al abrigo….esos miedos multiformes lo que expresan y camuflan es una angustia social cuyo objeto está velado.”

Son palabras de J.A. Miller que nos pueden ayudar a reflexionar la pregunta de una lectora sobre la relación entre las explicaciones catastróficas y la gran audiencia que producen. Hoy tenemos la gripe porcina, ayer la gripe aviar, antes de ayer las vacas locas…..

El culto a la felicidad …Una de las consecuencias de ese culto a la felicidad es la negación de la culpa, o dicho de otro modo, la negación de la culpa como una condición para poder “acceder” a ella. Hay que sofocar, negar, ignorar nuestra condición de culpables para poder aspirar a esa felicidad que el discurso del amo moderno nos propone.

Hemos venido hablando una y otra vez en este blog de “eso” inasimilable para el juicio, “eso” que hemos llamado extimo, “eso” que se nos asoma en lo siniestro y que no es otra cosa que una vivencia de goce excesiva; que nos excede. Vivencias de goce experimentadas pero rechazadas y que constituyen nuestro “no-yo”

En todos los tiempos pasados la culpa ha sido la recuperación en otro nivel de eso rechazado. En términos modernos podríamos llamarla, una cierta subjetivación de nuestras maldades.

Los dioses siempre han sido pensados como los “repartidores” de los castigos y premios a los que una sociedad o un individuo se hacían acreedores. Era un invento que servía para amarrar la pulsión y pasarla por el Otro, es decir domesticarla un poco.

A nuestro modo de sociedad espitosa, de tinte maníaco, le molesta la culpa. Y cuando no hay culpa hay angustia.

Sabemos que el miedo es ya una cierta elaboración de la angustia, es convertirla en algo un poco más soportable. Las fobias nos muestran bien ese mecanismo de conversión de la angustia en miedo. Es menos malo localizar un objeto que de miedo que soportar una angustia difusa que invade todo.

“El carnaval de los miedos tiene ciertamente una dimensión lúdica: un miedo caza a otro miedo” dice J.A.Miller. No es porque si que las películas de terror tengan tantos adeptos.

No podemos ni querríamos, volver a creer en los dioses para recuperar ese modo de regulación del goce. No hay vuelta atrás. Ni tampoco vamos a caer en la nostalgia de idealizar modos pasados. Si se abandonaron, por algo se abandonaron.

Estamos en tiempos de invención, necesitamos invenciones, nuevos semblantes, dice Lacan, que nos ayuden a convivir con lo que hay de la mejor manera posible. Es decir con temple. Quizá el nuevo modo de la economía con el frenazo que supone en la euforia colectiva nos traiga algo bueno en ese sentido. Apostemos por ello.

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