EL DOLOR_HUMOR HIPERACIVO*

Vamos a contestar a la pregunta de un lector sobre las causas psíquicas del dolor cuando no hay lesión y sobre las posibilidades de remisión. La respuesta a la pregunta sobre la ELP pueden Uds. leerla, si lo desean, pinchando en “Todos mis artículos”

No es que el dolor con lesión no pueda tener un origen psíquico. Es popularmente admitido que la úlcera de estómago o las gastritis que tanto dolor producen tienen dicho origen Pero cuando no se encuentra lesión ninguna se hace más evidente que algo sucede en el psiquismo.

¿Cómo explica esto el psicoanálisis? Veamos: Simplificando mucho podemos decir que son fenómenos que se producen cuando la pulsión está desamarrada del Otro del significante. Dicho de otro modo, son fenómenos de goce en el cuerpo cuando la cadena significante, la cadena de las representaciones, se rompe o se detiene.

Decimos que la pulsión en el bebé va quedando amarrada a las zonas erógenas: boca, ano, mirada, voz, genitales, y lo hace al hilo de los dichos de quien lo materna y paterna. Estamos diciendo pues, que el cuerpo se vacía en gran medida de goce para quedar concentrado en esas zonas y amarrado a los significantes del Otro. Significantes, con los que el ser hablante hará su lazo social. El proceso de socialización es un proceso de significantización, es decir, de simbolización.

Para que un significante sea tal, para que tenga el rango de significante, debe de ser escuchado y enunciado con “carácter” metafórico y metonímico. Es cecir, que haya perdido la literalidad. También debe de conservar un abanico de significaciones. Debe de conservar el suficiente amarre a la significación como para que una palabra no quiera decir cualquier cosa. A eso lo nombramos como “pasar por los significantes del Otro del lenguaje”

En este desarroyo, las cadenas asociativas de cada sujeto tienen la suficiente movilidad y constancia. La condensación y el desplazamiento de los que hablaba Freud permiten ese funcionamiento. Lacan nombrará a la condensación y al desplazamiento Freudianos como metáfora y metonimia. Esto nos permite medio-entendernos y mantener el flujo pulsional en movimiento, al menos suficientemente.

Pongamos un ejplo: Comúnmente se entiende que cuando se le dice a alguien “Te comería a besos” la frase no es literal, pero tampoco quiere decir cualquier cosa. Se entiende que tiene un abanico de “significaciones amoroso-eróticas” y que pone en juego algo de lo pulsional, algo del goce. Metáfora y metonimia están presentes en esa frase. Vamos a tomarla como un significante en su conjunto. Es un significante del Otro del lenguaje, del Otro social.

Si el que lo escucha lo interpreta así, puede hacerle más o menos gracia según quien se lo diga, o según su código socio-moral, etc., pero la admitirá dentro de ese abanico de “significaciones amoroso-eróticas” Incluso podríamos conjeturar que fuese una ironía que quisiera significar todo lo contrario. Pero aún así, tendría una significación “estabilizada”

Si los códigos metafóricos y metonímicos estuvieran alterados podrían producirse significaciones bizarras; siempre inquietantes. Forzando un poco un ejplo de Lacan: alguien que escucha “Vengo de la charcutería” y entiende que la han llamado “Marrana” pone de manifiesto un desenganche fuerte entre el significante percibido y la significación o significado que ella le da.

Esto trae como conscuencia un desenganche de los amarres de la pulsión . El goce pulsional queda a la deriva, queda en el cuerpo y se manifiesta en forma dolorosa.

En estos tiempos en que el diagnóstico de fibromialgia es casi una epidemia, podríamos preguntarnos cuantas de ellas tienen en su origen un desenganche entre el significante y el significado en la cadena de cada sujeto que la padece.

La Metáfora Paterna es la operación por la cual se “estabiliza” el sistema de los significantes con los significados. Cuando la Metáfora Paterna falta, son las suplencias las que permiten esa “estabilización” Al final de su enseñanza Lacan llamará a eso el sinthome.

Un psicoanálisis tiene como objetivo, en muchos casos, que cada sujeto, trabajando a través de la transferencia, reenganche su cadena de las significaciones al Otro, al Otro del lenguaje. Se trata de una cadena de significaciones, que cada uno se construye o reconstruye en análisis. Es decir, un análisis consiste en llevar a cabo una historización. O dicho al estilo del primer Lacan, “Encontrar las palabras para decirlo” aunque bien sabemos que no del todo.

Con ello la libido vuelve a “circular”, sale del cuerpo, desalojándolo de goce. Al mismo tiempo el dolor puede aliviarse.

HUMOR HIPERACIVO *

Cuando la palabra de los docentes no se ha investido de la autoridad necesaria para imponer normas y límites se multiplican los niños que “no paran quietos” a la espera de un Otro que los pare un poco. Pero hay que diferencias estos niños revoltosos que responden a los límites de la palabra, al orden simbólico del niño hiperactivo al que a veces hay que parar en lo real del cuerpo.

La prevalencia de lo imaginario sobre lo simbólico en la relación de pareja actual expone a los niños a una investidura narcisista desmesurada. Cada vez menos limitada por acontecimientos que lo desalojen de ahí, por ejemplo, el nacimiento de nuevos hijos. Así como consecuencia de la debilidad de la función paterna como operador de la castración se produce un estancamiento, no hay pérdida de goce.

La función paterna proporciona una estructuración del goce por medio de una pérdida. Pero lo que rige el goce en los hijos de las parejas actuales, son los objetos del mercado que imponen una producción insaciable que niega la castración. Ese estancamiento, esa falta de pérdida, es el motivo esencial de la angustia moderna de los niños. Y ante lo insoportable de la angustia (o del dolor) aparece la respuesta motriz. Los pasajes al acto

En el centro de la hiperactividad está la angustia, o más bien, la hiperactividad es una respuesta a la angustia. Freud explica la angustia como un estado afectivo que se caracteriza por ir acompañado de sensaciones físicas y procesos de descarga en el cuerpo que tienen un carácter displacentero y que lleva, al ser que comienza a hablar, a realizar actos motores que son percibidos como molestos para los otros.

En el proceso de angustia hay un incremento de excitación que crea por un lado una sensación de displacer y por otro un alivio por medio de actos motores. Este síntoma pone al descubierto una relación al goce del cuerpo en tanto permite regular algo de un goce deslocalizado (desamarrado) doloroso e insoportable para el niño.

La hiperactividad es una reacción de los sujetos con dificultades en la simbolización (es decir en el proceso de significantización) Es una reacción por fuera del significante y sus significaciones.

Tres respuestas puede dar el sujeto frente a la angustia: La respuesta imaginaria daría lugar a la inhibición, la respuesta simbólica daría lugar al síntoma, una respuesta en lo real es el pasaje al acto. La hiperactividad podría pensarse como un pasaje al acto continuado Cuando la angustia bloquea el pensamiento y aprieta hasta la parálisis, el pasaje al acto responde con el movimiento, con la descarga motriz.

El pasaje al acto es al Otro a quien angustia, no al propio sujeto. La dificultad del tratamiento es hacer que el niño hiperactivo se interese por un saber sobre lo que le ocurre, ya que en todo pasaje al acto hay un rechazo al saber.

A esto se suma que para el niño hiperactivo el lugar vacío en el que podría abrirse su pregunta está taponado con la etiqueta que lo escolar y lo médico le colocan para explicarse y explicarle lo que le ocurre.

Extracto de un artículo de Myriam Chang en “Frudiana”
Myriam Chang es miembro de la AMP

SOCIALIZACIÓN

SOCIALIZACIÓN*

Las Jornadas de la ELP que se celebrarán en Julio en Barcelona tienen como tema “Clínica y pragmática de la desinserción en psicoanálisis” Vamos a ir presentándoles extractos de algunos de los trabajos que se están realizando en torno a ello. Comenzamos con el de Cristina Califano.

Su trabajo parte de la frase de Miller: “digo pragmática mejor que tratamiento o cura porque ahí estamos en el orden del saber-hacer, del arreglárselas con”

Pensar la supervivencia del psicoanálisis en el siglo XXI supone estar a la altura del momento ante los avatares del mundo contemporáneo, pero preservando siempre la ética del psicoanálisis.

Después de hacer un pequeño recorrido por Peirce y James se detine en Rorty para destacar cómo según este autor los humanos nos movemos en un universo de lenguaje, en las prácticas sociales que lo generan y en su concepto de utilidad: una acción es útil si sirve para crear un futuro mejor.

Nos señala, que en los tiempos actuales, el significante «pragmatismo» ha sufrido una banalización y va quedando subsumido bajo el ideal de «utilitarismo», en el que se obvian los límites éticos en pos del beneficio personal.

Siguiendo a F. Jullien distingue después, entre eficacia y eficiencia. La eficacia está en la base del pensamiento occidental. La manera griega de concebir la eficacia está basada en la modelización. Platón concibe primero una forma ideal que aspira a lo mejor y luego la voluntad, que se involucra para obtener esta forma ideal en la realidad. Es decir, la intervención conjunta de dos facultades: el entendimiento y la voluntad. La eficacia, funda las terapias cognitivistas.

Frente a este modelo podemos colocar el de la eficiencia, que está en la base del pensamiento chino. El no-actuar, que no es inmovilidad, renuncia o pasividad, sino “no hacer nada pero que nada deje de hacerse” Dejar que llegue el efecto, no buscarlo sino implicarlo. Es decir, promover el efecto como consecuencia de una acción indirecta.

La pragmática analítica estaría del lado de la eficiencia, en el sentido de que produce efectos como consecuencia de una acción indirecta. Al orientarnos por una pragmática con un sesgo de eficiencia, podremos colocarnos como interlocutores de los discursos de la modernidad y desde nuestra orientación, acompañar a los sujetos en la búsqueda de una solución al malestar. Pero sin olvidar que el goce y la pulsión siempre se presentan en oposición a cualquier idealismo que suponga que el sujeto quiere su propio bien. El goce no se deja domesticar, pero en la transferencia puede alcanzar una forma civilizada.

El nuestro sería un pragmatismo paradojal que no busca la supresión del síntoma, sino el como arreglárselas con el goce incluido en el síntoma al final del análisis, pues sabemos que aquello de lo que se sufre, es aquello de lo que se goza.

Cristina Califano también dice, que J. A. Miller nos invita a hacer el estudio temático de las situaciones subjetivas de exclusión social. Nos interesa pues hacer uso de los significantes que se usan socialmente y pensarlos desde el discurso analítico. Precariedad, errancia y aislamiento social son los significantes que representan a los sujetos que están al límite y que no entran en el discurso del amo quedándose fuera del circuito productivo.

J. A. Miller define nuestra época como la época del Otro que no existe. No hay un Otro que sirva de punto de anclaje al sujeto. Un Otro cuya función sería regular y orientar al ser hablante en sus experiencias. El psicoanálisis como práctica, es del orden social, es un lazo al Otro. El deseo de inserción es fundamental en el ser hablante. Es necesaria una inserción para producir un sujeto viviente.

En la actualidad los sujetos humanos viven en una gran desprotección. Desprotección producida por la precariedad de los lazos sociales. Hay sujetos en los cuales el deseo de des-inserción puede llegar al suicidio social y vital. Hay un amplio abanico de rupturas con el Otro: rechazo del saber, pasajes al acto, adicciones etc.

El trabajo del psicoanálisis será acoger la precariedad simbólica de estos sujetos. Tomar el síntoma que se han construido como un vínculo social, como una producción particular que les permite un lazo social, aunque sea precario. No como algo a eliminar de entrada. Es necesario primero acoger la dimensión del goce que el síntoma conlleva, para cifrarlo, para acotarlo bajo transferencia.

Más que una clínica de la inserción sería una clínica de la separación del goce en el que cada sujeto está inmerso. Es una clínica de las suplencias que pueda acoger el modo con que cada sujeto acepta un cierto vínculo con el Otro.

Cuando decimos “clínica y pragmática de la desinserción” decimos dos cosas: entender cuales son los modos en que cada sujeto establece su lazo al Otro, y acompañar al sujeto a construirse procedimientos de remedio, invenciones para hacer con lo que hay de la mejor manera posible.

* Cristina Califano es miembro de la ELP

SOCIALIZACIÓN_LA FUNCIÓN DEL JUICIO

SOCIALIZACIÓN*

Las Jornadas de la ELP que se celebrarán en Julio en Barcelona tienen como tema “Clínica y pragmática de la desinserción en psicoanálisis” Vamos a ir presentándoles extractos de algunos de los trabajos que se están realizando en torno a ello. Comenzamos con el de Cristina Califano.

Su trabajo parte de la frase de Miller: “digo pragmática mejor que tratamiento o cura porque ahí estamos en el orden del saber-hacer, del arreglárselas con”

Pensar la supervivencia del psicoanálisis en el siglo XXI supone estar a la altura del momento ante los avatares del mundo contemporáneo, pero preservando siempre la ética del psicoanálisis.

Después de hacer un pequeño recorrido por Peirce y James se detine en Rorty para destacar cómo según este autor los humanos nos movemos en un universo de lenguaje, en las prácticas sociales que lo generan y en su concepto de utilidad: una acción es útil si sirve para crear un futuro mejor.

Nos señala, que en los tiempos actuales, el significante «pragmatismo» ha sufrido una banalización y va quedando subsumido bajo el ideal de «utilitarismo», en el que se obvian los límites éticos en pos del beneficio personal.

Siguiendo a F. Jullien distingue después, entre eficacia y eficiencia. La eficacia está en la base del pensamiento occidental. La manera griega de concebir la eficacia está basada en la modelización. Platón concibe primero una forma ideal que aspira a lo mejor y luego la voluntad, que se involucra para obtener esta forma ideal en la realidad. Es decir, la intervención conjunta de dos facultades: el entendimiento y la voluntad. La eficacia, funda las terapias cognitivistas.

Frente a este modelo podemos colocar el de la eficiencia, que está en la base del pensamiento chino. El no-actuar, que no es inmovilidad, renuncia o pasividad, sino “no hacer nada pero que nada deje de hacerse” Dejar que llegue el efecto, no buscarlo sino implicarlo. Es decir, promover el efecto como consecuencia de una acción indirecta.

La pragmática analítica estaría del lado de la eficiencia, en el sentido de que produce efectos como consecuencia de una acción indirecta. Al orientarnos por una pragmática con un sesgo de eficiencia, podremos colocarnos como interlocutores de los discursos de la modernidad y desde nuestra orientación, acompañar a los sujetos en la búsqueda de una solución al malestar. Pero sin olvidar que el goce y la pulsión siempre se presentan en oposición a cualquier idealismo que suponga que el sujeto quiere su propio bien. El goce no se deja domesticar, pero en la transferencia puede alcanzar una forma civilizada.

El nuestro sería un pragmatismo paradojal que no busca la supresión del síntoma, sino el como arreglárselas con el goce incluido en el síntoma al final del análisis, pues sabemos que aquello de lo que se sufre, es aquello de lo que se goza.

Cristina Califano también dice, que J. A. Miller nos invita a hacer el estudio temático de las situaciones subjetivas de exclusión social. Nos interesa pues hacer uso de los significantes que se usan socialmente y pensarlos desde el discurso analítico. Precariedad, errancia y aislamiento social son los significantes que representan a los sujetos que están al límite y que no entran en el discurso del amo quedándose fuera del circuito productivo.

J. A. Miller define nuestra época como la época del Otro que no existe. No hay un Otro que sirva de punto de anclaje al sujeto. Un Otro cuya función sería regular y orientar al ser hablante en sus experiencias. El psicoanálisis como práctica, es del orden social, es un lazo al Otro. El deseo de inserción es fundamental en el ser hablante. Es necesaria una inserción para producir un sujeto viviente.

En la actualidad los sujetos humanos viven en una gran desprotección. Desprotección producida por la precariedad de los lazos sociales. Hay sujetos en los cuales el deseo de des-inserción puede llegar al suicidio social y vital. Hay un amplio abanico de rupturas con el Otro: rechazo del saber, pasajes al acto, adicciones etc.

El trabajo del psicoanálisis será acoger la precariedad simbólica de estos sujetos. Tomar el síntoma que se han construido como un vínculo social, como una producción particular que les permite un lazo social, aunque sea precario. No como algo a eliminar de entrada. Es necesario primero acoger la dimensión del goce que el síntoma conlleva, para cifrarlo, para acotarlo bajo transferencia.

Más que una clínica de la inserción sería una clínica de la separación del goce en el que cada sujeto está inmerso. Es una clínica de las suplencias que pueda acoger el modo con que cada sujeto acepta un cierto vínculo con el Otro.

Cuando decimos “clínica y pragmática de la desinserción” decimos dos cosas: entender cuales son los modos en que cada sujeto establece su lazo al Otro, y acompañar al sujeto a construirse procedimientos de remedio, invenciones para hacer con lo que hay de la mejor manera posible.

* Cristina Califano es miembro de la ELP

LA FUNCIÓN DEL JUICIO *

La inscripción en lo social está en la base de la enseñanza freudiana. La identificación por ejemplo, es una inscripción psíquica de una realidad social, es inscribir lo social en el psiquismo

En Lacan también encontramos la relación con el Otro desde sus comienzos. Lacan incluye lo social en lo mental. Para él la relación con el Otro es primordial. El efecto del lenguaje en el cuerpo, los dichos y los no dichos parentales nos determinan. Así se produce nuestra inserción en el mundo

La relación entre la percepción y la memoria no es fija, es variable. La realidad percibida para inscribirse en la realidad psíquica necesita de la creencia. Es decir de la función del juicio. La función del juicio es afirmar o negar contenidos de pensamiento. Y tiene que adoptar dos decisiones: 1) Atribuir o desatribuir una propiedad a la cosa percibida. 2) Admitir o impugnar la existencia de una representación en la realidad. Freud descubre que puede haber percepción de la realidad sin creencia, sin convicción en lo percibido. Una realidad percibida sin creencia no es eficaz. Esto es lo que Freud llamó descrédito o increencia refiriéndose a la psicosis.

Parafraseando a Russell podríamos decir, que para que los significantes fundamentales funcionen en el inconsciente, el sujeto debe respetar los significantes que percibe. Esto es particulármente cierto en el caso de un significante esencial; el significante del Nombre-del-Padre. Lo que llamamos “la realidad” es decir, las cosas del mundo humano que nos envuelven, son cosas de un universo estructurado en palabras. Se plantea pues la pregunta de en qué medida cada uno de nosotros fracasa en su esfuerzo por insertarse en este universo simbólico. La clínica psiocoanalítica nos permite calibrar en que medida eso se ha logrado o no

Lacan nos lo señala:”La realidad solo es percibida por el hombre, al menos en estado espontáneo, bajo una forma profundamente elegida. El hombre tiene que ver con trozos escogidos de realidad” Lo que llamamos “subjetivación del mundo” es en si un trabajo sobre la realidad. Un trabajo significante.

Pero este trabajo de subjetivación tiene algo que lo complica. Lo que hemos venido nombrando como “lo no asimilable por el juicio” Lo que también hemos llamado “no-yo” a lo que Freud llamó Das Ding, eso emborrona nuestra percepción. Si el psicoanálisis no se confunde con ninguna psicología es precisamente porque toma en cuenta este descubrimiento: el descubrimiento de que hay algo que complica la adaptación del sujeto a la realidad. Hay siempre un real que resiste a la subjetivación.

A ese lugar que escapa a la relación del sujeto con el Otro, el Otro del significante, el Otro de las representaciones, a ese lugar, irá a alojarse ese real no asimilable. Das Ding es ese algo del sujeto que se resiste a la inserción y por ello, queda como límite de la experiencia humana, como aquello de lo humano que es inhumano, como el límite de nuestra propia inserción en el Otro. Das Ding se presenta como el objeto perdido que es exterior al sujeto, fuera del límite del vínculo al Otro, pero habitando en su interior. Extranjero, lo ex-timo al sujeto, en torno al cual se orienta todo su caminar.

La forma de haber sido hablados por nuestros padres impregna nuestro modo de hablar. Esta impregnación deja marcas que persisten a lo largo de una vida. Entre esas marcas hay algunas que son más decisivas que otras. No todos los dichos o silencios tienen el mismo valor. Lo que determina el valor de una marca es fruto de su encuentro con el cuerpo, es decir el efecto que han causado sobre uno, cristalizando algo de lo vivo de la lengua

Para el ser hablante el espectáculo del mundo está sostenido en una estructura significante. El sentimiento de realidad descansa en coordenadas simbólicas. Basta con que lo simbólico sea tocado para que el sentimiento de realidad vacile.

La inserción y desinserción de un sujeto en el mundo depende de lo que hemos llamado Nombre-del-Padre, o de lo que viene a suplirlo. A lo que viene a suplirlo Lacan acabó por llamarlo sinthome; lo incurable. Eso que queda al final de un análisis, como modo personal e intransferible de insertar el goce propio, en el lazo al Otro social.

* Texto inspirado en un artículo de Guy Briol, miembro de la AMP