SOBRE LA VIOLENCIA DE GENERO (1)

Para una convivencia social se necesita domeñar la violencia, la agresividad, y el afán destructor, esto está en la base de la civilización y de la cultura.

Es evidente que el marco simbólico que aportan las leyes no puede subsumir y erradicar totalmente el mal. ¿Qué aparato judicial puede estar a la altura del enigma del mal humano? Esta es una cuestión con la que se enfrentan continuamente jueces, abogados y fiscales.

El estado, con la nueva ley sobre Violencia de Género, intenta poner un freno a esta violencia cada vez más desbocada. Pero si esta vía es necesaria, es evidente que se torna insuficiente.

Bajo la apariencia “pseudocientífica” se transmite y se aplica una ideología oscura y funesta. La concepción psicológica social que se desprende de lo cognitivo-conductual trata el problema focalmente. Trata de erradicar la conducta patológica sin contemplar sus causas. Con ello deja a los protagonistas del drama sin la comprensión necesaria para el cambio.

Freud conceptualizó como pulsión de muerte la tendencia destructiva del ser que habla. Hay un “algo” en el sujeto humano que lo arrastra más allá del principio del placer y que se expresa en fenómenos de destrucción.

El psicoanálisis no pretende incidir sobre la evaluación de la posible pena al agresor, pues ello excede su marco. Su función es otra; mostrar el entramado del acto criminal

Cuando una relación sentimental está presidida fundamentalmente por parámetros imaginarios y el amor se ha degradado en una identificación donde la diferencia queda reducida al mínimo y la dependencia mutua es extrema, el campo esta abonado. El contragolpe agresivo está asegurado. Se ataca en el otro a los rasgos de uno mismo. Por eso en muchos casos el criminal se suicida o se entrega.
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Cualquiera que indague un poco en sus experiencias vividas, en lo que acontece con el deseo, el amor, el goce, comprobará la diferencia imposible de soslayar entre hombres y mujeres, entre el goce masculino y el goce femenino, ya que para el psicoanálisis la posición sexuada no está dada por la anatomía. Son posiciones que están referidas a la particular manera de gozar.

Pero lo curioso es que aunque esta diferencia es innegable, está muy arraigada la idea de que el hombre y la mujer pueden mantener una relación armónica y de completud. ¿Pero qué supone esta aspiración a la completud y esta no aceptación de la inconsistencia de la que somos producto?

Esto nos da hombres y mujeres desorientados, padeciendo por sus síntomas y angustias, ocupados en el goce solitario que propone el mercado; Internet, la pornografía, drogas… etc. Hombres y mujeres cercenados del amor.

La elección de objeto, de partener, no se rige igual para lo masculino que para lo femenino. Del lado masculino está el temor a perder; dinero, poder, prestigio, potencia etc. Del lado de lo femenino lo valorizado es el don de amor. Podría explicarnos esto que no se de importancia a los primeros signos de violencia, pues supondría perder el amor.

El psicoanálisis abre a los sujetos la posibilidad de rectificar sus elecciones fatales que están abocadas a un destino funesto. Sólo siendo protagonistas de nuestras vidas y enfrentando la tendencia destructiva que nos constituye podemos encontrar vías más proclives a la vida.

(1) Extracto del artículo de Mercedes de Francisco miembro de la ELP

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