NOSTALGIA, PASION Y ANGUSTIA

“La pasión es un deseo acompañado de dolor. Es la relación con un objeto (persona o cosa) de la que creemos que puede llenar por completo nuestro vacío”

Vamos comentar estas palabras del artículo publicado debajo de este.

Venimos diciendo que la vivencia de satisfacción quedó como algo inasimilable para el juicio, y puesto que el juicio se hace con significantes, quedó fuera del sistema significante. Vamos a llamar al sistema significante; el registro de lo Simbólico

Para explicar nuestro aparato psíquico Lacan -apoyado en Freud- nos habla de tres registros: el registro de lo Simbólico, el registro de lo Imaginario y el de lo Real. Los tres deben de estar entrelazados, es decir que haya zonas de intersección.

Que algo esté en nosotros fuera de lo simbólico no quiere decir que no esté. La huella de la vivencia de satisfacción está. Está en nosotros, Lacan dice que de un modo extimo. Lo extimo es aquello que está pensado como un no-yo, como un “yo no soy eso”

Un modo de visualizarlo es usando la topología. Si miramos una rueda de camión ¿Dónde está el hueco central? ¿Dentro de la rueda? ¿Fuera? ese vacío es consustancial a la rueda. Es un exterior en el interior

Del Yo hemos venido diciendo que se construye con los juicios que vamos haciendo, juicios que se van repitiendo de la siguiente manera. placentero=bueno para mi=yo …displacentero=malo para mi= no yo, “yo no soy eso”

Ser un objeto a merced del Otro es nuestra primera posición como vivientes. En las primeras vivencias de satisfacción nuestra posición es la de ser un objeto a merced del Otro. Esto es una ley general. El modo en que eso se plasmó, es lo particular de cada uno.

Ser un objeto a merced del Otro debemos de decir que tiene un “tinte de pasividad». Pero nos guste o no, se gozó de eso. Ser el objeto que satisface al Otro causó nuestra satisfacción. Ser lo que le faltaba al Otro, lo que le hacía falta.

Un hijo es uno de los objetos privilegiados susceptible de ser esperado como lo que vendrá a colmar el vacío de la madre, del padre o de ambos. Es más, para que las cosas marchen debe ocupar ese lugar para alguien. Ya habrá tiempo de ser desalojado de ahí.

Toda pasión arranca de ahí. Apasiona repetir esa experiencia. Colocarnos como objeto para que el Otro lo tenga todo. La pasión es un deseo que duele. Freud diría que está más allá del principio del placer, está en el terreno del goce

La vivencia de satisfacción de la que venimos hablando, está en ese terreno, en el terreno del goce. El hecho de haber sido recibida sin haber sido pedida ni esperada, es decir sin ninguna representación psíquica, produce en nosotros la posición de objeto.

Es una posición que se desea y que duele. Es deseada y rechazada al mismo tiempo. Por eso la huella que esa vivencia dejó en nosotros es evitada por el pensamiento y sólo puede ser abordada como un “yo no soy eso”, yo no soy ese objeto ofrecido al Otro.

En la pasión podemos percibirlo . Nos colocamos a merced de algo o alguien a quien atribuimos rasgos o cualidades que lo hacen único. Rasgos muchas veces “inventados” o incluso “alucinados” Nos desposeemos de atributos y se los adjudicamos a alguien. Son los ropajes que disimulan ese lugar de objeto en el que nos ponemos. Argumentos que tratan de sostener el “yo no soy eso” Son ropajes que visten el mal trato que nos damos o que nos dejamos dar.

La angustia está siempre cerca en este tipo de relaciones. Emerge en los momentos en que los atributos con los que adornamos a ese algo o alguien no se sostienen, y cae la máscara que le habíamos puesto.

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