Chicos, al salón

Dice mi colega Ángel M. Salazar que cuando le pregunta su madre por su profesión prefiere decirle que trabaja de camarero en un puticlub antes que confesarle que es periodista. Lo dice, claro, con sorna, a sabiendas de que el interlocutor lo tomará como un guiño o un chiste algo recurrente. Pero claro, uno ve en la tele a determinadas estrellas mediáticas que ejercen de cierta manera el periodismo y piensa que la respuesta de Salazar no siempre es un chiste. Pensemos por ejemplo en la noticia de la condena a la Telecinco a indemnizar al actor Fernando Esteso con 100.000 euros por que un día alguien se le ocurrió sacarlo del baúl de los recuerdos y darle un repaso para ver qué tal le iba en su vida. Que si problemas económicos, adicciones varias. Vamos que le dieron a degüello. El actor los denunció y parece que tres años después le dan la razón porque el hombre llevaba años apartado de la vida pública y, desde luego, no se merecía aquel varapalo. Y es que ya ven, a veces está claro que merece la pena ser camarero del burdel más miserable antes que tener que recurrir a esta infamia. Los espectadores estamos ya muy acostumbrados a que este tipo de reportajes se emitan a diario. Hay tal demanda de morbo que a los redactores se les obliga por contrato a revolver en el pasado. Que es más o menos lo que están haciendo también en la nueva edición de OT . No contentos con los resultados de audiencia, parecen querer atraerla agitando el tema del sospechoso triunfo de la edición anterior. Se ve que han descubierto que eso vende y han sacado a relucir al personaje de Risto Mejide. Ese tipo que ha creado para la televisión la figura de borde profesional y que le está dando popularidad y, supongo, pasta, dos cosas, la imagen y el dinero que, en televisión como en los burdeles, acaban siempre dándose en la misma mano.

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