Burbuja televisiva

Se ha muerto Pablo Lizcano, un presentador con carisma que en su breve paso por la televisión dejó profunda huella. Su programa Autorretrato fue uno de esos espacios por los que pasaba todo quien, en aquel momento, tenía algo que decir en aquella televisión pública. Algo parecido a lo que intenta Juan Ramón Lucas en Noches como ésta, pero que no termina de conseguir porque se le ve demasiado el plumero de la autopromoción de la casa. No es que ahora cuestionemos a sus entrevistados. La presencia de Edurne Pasaban el otro día, por poner un ejemplo, fue muy oportuna pero demasiado ligada al programa Al filo de lo imposible . Y es que para que una entrevista sea creíble (que es lo que siempre hay que pedirle a este género) lo que no se puede es rescatar la figura de la gente en función de las relaciones del entrevistado con cada cadena. Quizás por eso, la figura periodística de Lizcano perdure en la historia de la televisión como referencia de gran entrevistador y, además, por dotarlas de esa credibilidad necesaria para que el espectador ponga interés en escuchar la contestación a las preguntas. Lo sé: las comparaciones son odiosas pero necesarias. Sobre todo en esas ocasiones en las que unos copian formatos antiguos sin citar los precedentes. Y hablando de nuevas versiones: el acercamiento al pasado que hacen en La chica de ayer también suena a repetido. El personaje trasladado a una comisaría de Policía en el año 1977 recupera alguno de los momentos televisivos de Cuéntame cómo pasó . Y mucho me temo que todavía nos quedan otras similitudes por descubrir. Claro que esto de las copias se queda en nada, sobre todo porque venimos de un fin de semana televisivo donde se han repetido hasta la saciedad todos los lances y tópicos deportivos y extradeportivos del Madrid-Barça. Burbuja televisiva en estado puro.

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